Diego Armando Maradona nació un 30 de octubre de 1960 en Lanus. Se crio en Villa Fiorito. Su padre era Diego «Chitoro» Maradona y su madre Dalma Salvadora «La Tota» Franco. Ellos llegaron en un barco a Buenos Aires, desde Esquina, Corrientes.
Diego tenía siete hermanos y de chico jugaba todo el día en un baldío llamado «Las Siete Canchitas». A los diez años se tomó dos colectivos y se acercó a probarse al predio de Argentinos Júniors con su amigo de la infancia «Goyo» Carrizo.
Ya desde esa época se hablaba que había un genio en las inferiores de Argentinos Júniors. Hay un video famoso con doce años, sus rulos y su definiciones: «¿Mi sueño? Jugar en primera y ganar un mundial». Ya marcando su camino ante las cámaras. Siempre sería así. Donde estaría él, estaría la prensa…
En agosto de 1973, con solo 13 años, la revista El Gráfico ya le dedicó dos páginas a uno de los más famosos equipos de la historia del futbol infantil: «Los Cebollitas». Decía: «Este Pibe la Rompe». Estuvieron 136 partidos invictos. Símbolo del potrero argentino y se lo recuerda como el primer paso de su escalera al cielo.
Diego, para hacerla corta, era un milagro de la genética. Total control del cuerpo, la mente y la pelota. «Los Cebollitas» fueron varias veces campeones invictos con Argentinos Júniors. De metropolitanos y nacionales. Una verdadera revolución en el fútbol amateur.
A los quince pasó al plantel de Primera y, sin su capitán y mejor jugador, se terminaron «Los Cebollitas». Y quedo como el equipo de potrero más recordado de la historia. Diego tenía un amigo del club y del barrio, Jorge Cysterszpiler. Almorzaba, y se quedaba a dormir en su casa cuando tenía que levantarse temprano para jugar. Iba a terminar, casi sin quererlo, siendo su representante. Argentinos le alquila un departamento cerca del club para vivir mejor y que le quede más cómodo entrenar.
Debuta en primera a los quince años. Si todos los que dicen haber estado ese día en el «Diego Armando Maradona» dijeran la verdad… ¡Más de un millón de personas presenciaron su estreno!
En Argentinos juega hasta 1980. Se consagra goleador de cinco temporadas seguidas. Aún hoy es el máximo goleador de la historia de ese club con 117 goles.
Diego debuta con la selección argentina de fútbol a los dieciséis años en 1977. Sin embargo, cuando llegó la hora de designar a los veintidós para el mundial Argentina 78, Menotti le informó que era uno de los excluidos.
«El Pibe de Oro» se toma revancha cuando fue campeón mundial juvenil en Japón 1979 con un formidable equipo. Juega con la selección mayor, hace su primer gol… Todo era supersónico en la vida de Diego.
Enseguida vino otro momento de gloria en el Boca del 1981. Logró el Torneo Metropolitano. Ya había sido récord su transferencia de Argentinos a Boca, y volvió a romper los registros cuando se lo llevo Barcelona, justo antes de su primer copa del mundo. Un cóctel explosivo para un chico de solo 21 años.
En el Mundial España 82 tenía una carga gigantesca. En medio de una gesta inexplicable como fue la guerra de Malvinas. Hizo sus primeros dos goles, le pegaron mucho, debuto con tarjeta roja, y no brillo como se esperaba.
«El Diego» se destaca «a medias» en Barcelona entre 1982 y 1984. Conquistó tres coronas. La Copa del Rey 83, Copa de Liga 83 y la Supercopa de España 84. Tuvo una hepatitis muy fuerte que lo dejó afuera de las canchas, encima lo quiebran y casi lo retiran de una patada carnicera. No ligó nada.
Diego salía con Claudia Villafañe con quien se casaría en el Luna Park y tendrían a Dalma y a Yanina. Claudia fue su gran amor y la mujer que lo contuvo a más no poder. Ella iba a ser una de sus columnas vertebrales a los largo de su tormentosa vida.
Firma y brilla en Napoli entre el 84 y el 91. Fue el goleador de la Liga Italiana 88. En total jugó 259 encuentros y marcó 115 goles. Logró dos Ligas de Italia, una Copa UEFA, una Copa de Italia, y una Supercopa.
Hacía más de medio siglo que el equipo de la ciudad no ganaba un campeonato, sufría la derrota eterna y, gracias a Maradona, el sur oscuro había logrado humillar al norte blanco que lo despreciaba.
Ya por ese entonces tenía problemas en la columna vertebral que le hacía crujir la cadera y la espalda, le dolían las piernas, y no podía dormir sin pastillas. Arrastraba la carga de ser Diego Maradona.
Maradona había probado la droga. Pero nunca había usado estimulantes para estimularse el cuerpo. Eso decían los muchos ignorantes de los medios que opinan de todo y todos. Había estado metido en la cocaína, pero se dopaba en fiestas tristes, encerrado y perseguido en los baños, para olvidar o ser olvidado. Acorralado por la gloria, y no podía vivir sin la fama que no lo dejaba vivir.
Jugaba mejor que nadie a pesar de la cocaína, y no por ella. Cuando te «caravaneas» al otro día te cuesta hasta «atarte los botines». Cuando Diego estaba en problemas muchos miserables de toda miseria se le daban vuelta como «panqueques», lo juzgaban, y defenestraban. Hoy, lamentablemente, estos están más vigentes que nunca.
Se consagra campeón mundial en México 86 siendo el mejor jugador del campeonato con aquel inolvidable equipo del Doctor Bilardo. Se dice que en el fútbol ningún hombre es más que la suma del resto. Pero en el Mundial México 86 nunca en la historia de los mundiales un jugador había sido tan vital, tan influyente, tan determinante, como Maradona.
El segundo gol a los ingleses está por encima de todo y es su marca registrada. El estadio se puso de pie y lo ovaciono. Había consumado una obra de arte perfecta que costara mucho olvidar pero mucho más costará repetir.
Al mismo tiempo denunciaba a las dirigencias, políticos, conductores, jueces, árbitros… cada vez que le preguntaban y «lo buscaban». Era polémico, calentón, y respondón. Andaba diciendo y haciendo cosas que sacudían el avispero. Preguntaba por el derecho laboral. Porque los jugadores no pueden conocer las cuentas secretas de la multinacional del fútbol. Porque el presidente de la FIFA João Havelange y su vice Joseph Blatter andan en limusinas de ocho metros con choferes negros sin rendirle cuentas a nadie. Acertado o no era de ir al choque con sus posturas y declaraciones.
La relación con Jorge, que había empezado como una aventura de amigos, se quebró. Barcelona, Napoli, los contratos millonarios, Maradona Promociones, los despilfarros, los entornos vividores, los consumos, los «gatillos fáciles», y una popularidad jamás vista trituraron el vínculo. Es ahí donde surge la figura de su nuevo representante Guillermo Coppola. A quién amo y luego odio con la misma intensidad.
En el mundial Italia 90 Diego jugaba contra todos. Incluso contra el mismo. Sin embargo aún se las arreglaba para destilar talento y cautivar audiencias. Cuando Diego jugaba el mundo miraba. Y la industria del fútbol ganaba y la «juntaba en pala…»
Solo el podía entrar con el tobillo inflado como un melón y meter ese pase a Caniggia, para una de las victorias más celebradas. En su carrera muchas veces ha ingresado a jugar en condiciones en las que la mayoría no hubiera ni concentrado. En las difíciles se agrandaba. Absorbía la presión de los otros y al equipo mejoraba.
El público castigaba a Maradona con furiosas silbatinas cada vez que tocaba la pelota. La derrota ante Alemania en la final fue celebrada como una victoria italiana. Diego volvió a llorar de cara al mundo. Ya desde la tristeza y el enojo le iba a costar cada día más sacar fuerzas…
Diego ya quería irse de Nápoles, andaba a contra corazón, necesitaba un respiro, cambiar de aire. Estaba prisionero de una ciudad que lo adoraba, de la camorra mafiosa dueña de la ciudad. Aquel Mundial Italia 90 lo quebraría todo.
Entonces comenzó la «larga noche»… Estalló el escándalo de la cocaína. Diego se convirtió en Maracoca, un delincuente que se había hecho pasar por héroe. Ahora el mesías que redimió la maldición histórica del sur de Italia, el vengador de la derrota argentina en la Guerra de las Malvinas con la mano de Dios y un gol… Era un gran impostor, era solo un pichicatero y putañero que traicionaba a los niños y deshonraba el deporte. Se sintió el hombre más solo de este mundo. Mientras las aves de rapiña «se daban un banquete».
Más tarde, en Buenos Aires, la televisión transmitió el segundo ajuste de cuentas. La detención en vivo y en directo del ídolo como si fuese un partido, del mismo hombre que había sido declarado «Embajador Deportivo» hasta hacía unos meses. Alucinado, cabizbajo, y encima esposado. Para deleite de quienes disfrutaron del espectáculo. ¡Que se drogue y este en la mala no te da derecho a llevarlo preso, filmarlo, y sacarlo en la tapa de todos los diarios y revistas! El placer de derribar ídolos es directamente proporcional a la necesidad de tenerlos…
Luego pasó por Sevilla entre 1992 y 1993. Jugaba con «El Cholo» Simeone y dirigía Carlos Bilardo. Siempre volvía, como el verano y el sol. Ya era muy difícil trabajar de Dios en los estadios, pero era imposible dejar de serlo. Tenía muchos años con el halo sobre la cabeza, recibiendo condecoraciones de todo tipo, sometido a la tiranía del rendimiento sobrehumano, empachado de cortisona, analgésicos, trasnochadas… Acosado por las exigencias de sus devotos, y por el odio de sus ofendidos.
También se puso la camiseta de Newell’s en 1993. Tenía siete vidas. Ese año gana la copa Artemio Franchi con la selección Argentina de Alfio Basile. Y el cadáver «se levantó de un brinco» tras la penitencia de la cocaína. Fue «el bombero» de la selección que estaba «quemando» sus últimas posibilidades de llegar al Mundial de Estados Unidos 94. Gracias a Maradona llegó. Cuando casi nadie pensaba que iba a jugar su cuarta copa del mundo… Aparece «El Diego de La Gente». Y todos lo estábamos esperando.
Hace una pretemporada bien dura en la soledad de La Pampa, a las órdenes de Fernando Signorini. Para alejarlo de todo y todos. Necesitaba un lugar con paz, sin acoso del periodismo, sin la farándula que lo proveyera de drogas, sin lujos, solo con la naturaleza y las pequeñas cosas de la vida. ¡Había que volver a Fiorito!
Y en el Mundial, Maradona estaba siendo otra vez, como en los viejos tiempos, el mejor. El milagro estaba siendo posible… Hasta que estalló el mega escándalo, el análisis delató efedrina y acabó expulsado… La efedrina, que no se considera droga estimulante en el deporte profesional de los Estados Unidos, estaba prohibida en el mundial…
Otra vez el mundo en shock. Y los truenos de la condenación moral dejaron sordo al planeta. ¿Lo vas a «ayudar» privándolo de lo que más le hace bien? ¿Por un error de su médico? Juzgarlo era fácil. Y era fácil condenarlo. La AFA entrego el «toto». Le «cortaron las piernas», y lo dejaron re tirado. Ya no era el jugador que sacaba fuerzas de los malos momentos, ahora era el hombre maduro y gastado frente a la madre de todas las batallas: su adicción a las drogas y todo el esperable despelote detrás.
«El Diego» se hace técnico de Deportivo Mandiyú en el 94, luego de Racing en el 95. Andaba de capa caída. Extrañaba jugar, sentirse bien, y en encontrar en una cancha la paz. Su enfermedad se venía agravando cada vez más.
Uno consume drogas porque está hecho pelota. Por depresión, estrés, angustia, frustración, dolor, presión, locura, ira, tristeza, desilusión, complejos, problemas físicos, mentales, soledad, etc. No porque es un fiestero putañero y merquero. Hay que decir que la cocaína es una anestesia a tu malestar. Tóxica, enferma y negativa, una inyección en patas de palo, pero una inyección al fin. Es la previa a una muerte lenta y dolorosa.
Era difícil convencer, recriminar, o aconsejar al astro de su enfermedad ante tanta fama, impunidad y dinero, cuando solo recibía la adoración general. No se lograba ayudarlo a recuperarse y reconstruirse volviendo a ser aquel pibe de la villa. Con padre, madre y hermanos en la casa. Volver a las pequeñas cosas suburbanas. Al deporte, a la familia, a los sanos amigos, a las pastas de la vieja, los asados del viejo, a la mujer de su vida, a sus nenas Dalma y Yanina, a tener una meta que le guste y mucho tenerla.
El ambiente, alejarse de a poco de sus hermanos, padres, y su familia fueron claves en su hundimiento. Y terminar con mucha gente alrededor, pero todos extraños. Que no podían quererlo ni preocuparse como «su sangre».
«Diegucho» luego vuelve a jugar en el Boca del 95, 96, y 97. Con el inquietante fantasma de la droga. Resurge, era Maradona, y otra vez super contento y liderando la cima de las posiciones con el equipo de su corazón. Lo necesitaba «como buche en el desierto». Hasta se presionaba para que juegue el Mundial Francia 98, en su quinta copa del mundo, pero no llego. Otra vez descarriló. Estuvo ahí…
Por primera vez en dieciséis años, un protagonista único, odiado y amado, pero siempre admirado no iba a estar. Indiscutible participante en la lucha por ser el mejor del mundo se quedaba sin la última copa del mundo. En realidad, para decirlo de otro modo, el Mundial y el mundo nos quedábamos sin él.
Cuando Maradona se retira, las canchas del fútbol perdieron a su rebelde más clamoroso. Y también perdieron a un jugador fantástico. Era incontrolable cuando hablaba, pero mucho más cuando jugaba.
Luego vino aquella sobredosis de Punta del Este. La clínica Suizo Argentina. La larga permanencia en Cuba durante cinco años y las fiestas… Por supuesto que se produjo otra resurrección. Tan increíble como su capacidad inigualable para jugar a la pelota. Fue técnico de la Selección Argentina entre el 2008 y el 2010, llevándola al Mundial de Sudáfrica 2010.
Diego se separó de Claudia, casi no veía a sus nenas, se fue a Dubai entre el 2011 y 2012. En noviembre del 2011 fallece Dalma Salvadora Franco, más conocida como «Doña Tota», su amada madre. Diego sufrió muchísimo su muerte.
Luego, su compañero de vida, Don Diego, también lo deja cuando fallece en el 2015. Un tipo de una enorme cultura de vida en valores, en saber estar, en escuchar, en hablar poco y decir mucho, de una ternura infinita, con los nietos, con los pibes de la calle. Diego andaba cada día más solo.
Luego se va a trabajar a Al Fujairah en el 2017 y 2018 donde anduvo bastante bien, les dejaba su impronta y su marca. Posteriormente a los Dorados de Sinaloa de México entre el 2018 y el 2019, donde llego a la final de un ascenso y fue un gran suceso.
Tuvo que someterse a una operación para controlar sangrados estomacales ocasionados por un baipás gástrico. Estaba entregado al espacio del alcohol, y a las pastillas hipnóticas y psicoactivas para dejar de sufrir. Solo digitado por un entorno extraño y unas botineras que le «comían la billetera».
Vuelve, y llega a otra final dejando una imagen imborrable. Dorados, como Argentinos y Napoli, eran equipos que deambulaban en el fondo de la tabla de posiciones, y estaban hecho a su medida.
Deja el cargo para tratar de recuperarse de una artrosis de rodilla y hombro que no le permitían casi caminar. Finalmente, termina en Gimnasia y Esgrima de La Plata entre el 2019 y el 2020. Ya casi sin poder moverse y a veces balbuceando. Iba con lo puesto, pero increíblemente iba y el equipo la peleaba… Paso su cumpleaños sesenta solo, triste, y abandonado. Sin mente y cuerpo para seguir, solo con su espíritu indomable…
El 2 de noviembre de 2020 fue internado por un cuadro de anemia y depresión. Venía quebrándose tras haberse sometido a una cirugía de un hematoma en la cabeza. Su última aparición en plena pandemia fue casi un adiós. Estaba muy mal.
Diego deja de sufrir un 25 de noviembre del 2020 por un edema de pulmón y por una insuficiencia cardíaca. Su corazón de león le dijo «hasta acá llegamos mi negro». Se iba el hombre que «La Ley del Deporte» iba a ver caminar la cancha, cuando ya estaba grande, solo para poder contar que vio jugar al más grande.
Diego se perdió por un camino equivocado y doloroso, como tanta gente. Encontró el alivio rápido y fácil en las drogas. Pero largo y doloroso de transitar. Así y todo increíblemente se levantaba con entusiasmo para tratar de salir y ganar. Cada día de su vida fue como una final.
Hoy desfilan mujeres que «juegan a la mancha con las liebres» de lo rápidas que son y «amigos» contando que tuvieron relación con él, que les hizo esto y aquello, que están arrepentidos de haberse juntado con el, que ahora viven de otra manera… Piden perdón. «Gracias» a conductores hipócritas que le dan micrófono, ponen caras de indignación y angustia mientras los escuchan.
Cualquiera sabe de la felicidad interna de todos por tener la «gran nota» que dará la vuelta al mundo. Miserables de toda miseria que buscan medir y vender a cualquier precio. Este es un mundo miserable con mucha gente miserable como esos. Pero vale la pena pelear por el…
Los periodistas buscan escándalos sobre drogas, mujeres, y traiciones. ¡Porque producir buenos informes cuesta trabajo! Gente de saco y corbata que habla lindo y no deja nada. Opinan de todo y todos. En este caso, al máximo ídolo del deporte argentino. Porque fue el único, les pese o no les pese, que logro la categoría de Dios.
Gente con posgrado en mala vida nocturna lo están juzgando por estar con chicas menores. Cuando se la pasaban internados en «Centros Nacionales del Sexo y la Lujuria». Así que evitemos la hipocresía. ¿Quién, a los veintitantos años o mucho más, no estuvo o soñó con estar con una menor de edad? Más si estás «hecho paté». No le vas a andar pidiendo documentos…
Un chico que había salido desde uno de los lugares más pobres del mundo y llegado, de un puntinazo, hasta lo más alto que uno pueda llegar en este planeta… Hizo lo que mejor pudo. En el medio… todo. Si «El Diego» no las vivió… Es porque no existen.
Vivió con unos estándares demasiado altos de intensidad. Tanto de día como de noche. Y por eso se cayó tantas veces, pero también por eso cumplió aquel viejo sueño de jugar en primera y ganar un mundial.
Muchas gracias por tantas emociones, anécdotas, por «la Mano de Dios», por el mejor gol de la historia de los mundiales, por el pase a Cani, por el amor por el fútbol y sus protagonistas… Y por siempre dejar la vida por la gloriosa selección argentina de fútbol.
Descansá en paz «Pelusa». Acá siempre te vamos a estar recordando con mucho agradecimiento y amor. Hoy te vas y acá nos quedamos sin vos. Sos solo uno más que deja este mundo, pero este mundo, mi propio mundo, no volverá a ser igual…
FEDERICO MULLER