FEDERICO "LOBO" MULLER

PSICOLOGIA DEL MALESTAR (CONSEJO MUNICIPAL DE PREVENCION DE CONSUMOS PROBLEMATICOS)

La cocaína es una asesina invisible. No la ves. Parece buena, rica, potente, sensual, afectuosa, dulce, empática, pero no te da nada, nada de valor. Solo un momento nada más, y luego te quita todo, menos un profundo y largo dolor.

Muchas veces el que se droga es porque está «roto» o «loco». Anda mal. Pasando por pensamientos enfermos. Su cabeza procesa y emite pensamientos y sentimientos negativos, angustiantes, obsesivos, de odio, maníacos, y que disparan mucho dolor.

Y elegís relajar, mecer la cabeza con algo. Necesitas un «jarabe» para calmar tanta ansiedad. Pegarle «un batazo» a tu desesperación. ¿Para qué? Y… para sentirte mejor, más relajado, y poder tener un momento y una vida con «cierto grado de paz y placer». Como queremos todos. Pero con drogas la encontramos solo por un rato.

Luego, con la adicción a las drogas, te sentís peor. El «remedio» es peor que la enfermedad, ya que no te la cura. A pesar de las advertencias, no fuiste capaz de ver las contraindicaciones que te dijeron tus padres y profesores.

Una cabeza enferma, que se hace dependiente de la droga, se hace super enferma. Y puede enfermar aún más tu cuerpo, tu espíritu, y a todos los que te rodean.

Si no «andamos bien» necesitas trabajar en vos mismo de otra manera. Calmándola sanamente. Hablando de vos, de tu mundo interno, yendo al fondo de tus conflictos, con grupos terapéuticos, con actividad física, espiritual, y obviamente ayuda profesional.

Lo más importante es la cabeza. Pensemos menos y hagamos o sintamos más. Analicemos menos y riámonos más. Juzguemos menos y perdonemos más. Hay que mirar, escuchar, gustar, gozar, sentir, y no «martillarse» que eso nos va a traer mucho dolor de cabeza a nuestras vidas. A veces es necesario pensar. Otras veces no.

Pasarla mal muchas veces tiene que ver con el proceso psicológico que cada uno de nosotros hacemos. Tratemos de ver lo bueno, no todo lo malo. Es más lo que nosotros pensamos de las cosas que de como son las cosas en realidad. Es una cuestión de percepción.

El temperamento de cada uno de nosotros está basado en las características genéticas que traemos de la familia. Heredadas de nuestros antepasados. De tu viejo, de tu abuelo. Ellos aún viven también dentro. Si quieren pueden tomarlo de esa manera. Pero somos mucho más que la expresión de nuestros genes familiares del árbol genealógico.

Estos genes son combinados con lo que aprendemos y hacemos en la vida. Tanto en las instituciones como en la calle. Es decir, nuestra experiencia personal. Lo que viviste, pensaste y sentiste por la vida. Genética, más experiencia personal es igual a nuestra personalidad. Como somos y quienes somos.

Hay que intentar ser positivos, y optimistas. Lo otro: lo negativo, lo pesimista, el opinador, el juzgador, el soberbio, tiene que cesar. Hay que «tirarlo» abajo. Bajarle los decibeles. Y liberar esa personalidad copada, buena onda, querible, sencilla, humilde, y amable, que nos hará apreciar el mundo y actuar en concordancia.

Si el resultado de nuestro ADN, más nuestra cultura, nos da una Personalidad Tipo A, de un tipo agresivo, hostil, e irascible… No solamente la gente se va a sentir mal con vos, sino que nos puede dar una enfermedad. Por como somos. Eso pasa cuando tenemos la tendencia a no creer en la gente, sentimientos de enojo y descontento con nuestro entorno y con la sociedad.

Una explosión de ira nos puede disparar nuestra propia enfermedad cardíaca. O ir a buscar la droga de nuestra afición, como merca, alcohol, paco, pasta, heroína, para calmar un poco los nervios, que ya los tenemos a la miseria.

Pónganle límite a sus cabezas. A sus pensamientos tóxicos. Por eso cuando se sientan mal de tanto «hacerse la cabeza» hablen, escriban, y pidan ayuda. Cuenten sobre sus malestares, obsesiones, dolores, y problemas mentales. Siempre hay alguien que les puede dar una mano.

Por suerte yo no me mate, ni mate, ni termine en la cárcel, un manicomio o cementerio. Hice una recuperación, que no es total y me tengo que cuidar. Esa recuperación con terapias psicológicas ya me dio otra vida, pero también por suerte si me cuido, me va a dar otra muerte, mucho más digna y «como la gente».

CHARLAS DE PREVENCIÓN DE CONSUMOS PROBLEMÁTICOS DE CONCORDIA 

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