Vicente Antonio Linares, el hombre de la historia de hoy en La Ley del Deporte, nació en la Colonia Yerua de Estancia Grande. Pero a los 14 años de edad viajo en bicicleta, con pocas chucherías, a Concordia a probar suerte y vivir una nueva vida. Se instaló, creció, prosperó, y perduró. Nunca más se movió.
Empezó a correr en moto por todos lados, y luego en un Ford T que era propiedad de Luis Simón. Andaba en la costanera vieja «picando» y probando, y un día le prestaron una auto para poder correr. Ahí empezó y le gusto. Nunca más dejo.
Posteriormente, hicieron una peña con sus amigos de toda la vida y se compraron un Ford T para competir. Vicente se destacó inmediatamente, ganando muchos campeonatos, y se hizo ídolo en Concordia. Uno de los primeros destacados. Que fueron muchos…
Linares participó en las carreras de los lejanos años 50, 60 y 70. El taller y la pista eran su hábitat natural. Toda una vida entre los fierros, desafiándose, y emocionando a los fanáticos del automovilismo. Acá se corría por caminos rurales, en al autódromo, en San Carlos o en el popularmente conocido Chanchódromo (barrio ex Aeroclub, calle Humberto Primo Sur). Carreras que dejarían huellas imborrables para la historia de nuestro «mundo tuerca».
En 1960 obtiene su primer campeonato entrerriano y luego vinieron cinco títulos más como el número uno. Nunca nadie gano tanto como él. Para luego incursionar en el Turismo nacional con un Fiat 1500. A «tutearse» con sus límites. Movido por los grandes sueños. Y una confianza en todo lo que hacía en el «mundo motor». Jamas lo dejaría.
Un concordiense que le ganaba, o de última, le daba lucha hasta el final a los pilotos oficiales de las mejores marcas como Fiat y Peugeot. Era la gran cenicienta cuando este deporte era mucho más popular que ahora. El partido que podía «romper el Prode».
Linares representó a San Antonio de Padua de la Concordia en campeonatos entrerrianos, santafesinos, y luego en el Turismo Nacional. Uno de los mejores pilotos de nuestra rica historia. Tanto es así que fue declarado Ciudadano Ilustre por el Consejo Deliberante.
Mecánico, Preparador, Piloto, y Comerciante. Vieja escuela. Como los de antes que desarmaban y armaban un auto «de punta a punta». Eran señores «cuatro por cuatro». Unos «todo terreno». Tipos duros.
También corre las 100 Millas de Rafaela, donde empata en el primer puesto con Carlos Reuteman. Después de esto «El Lole» quiso conocerlo, y se hicieron grandes amigos. Casi no cometía errores en una era donde las carreras explotaban de gente.
Se invitó a quien esto escribe a meterlo en la «Galería De Los Quién Fue» por ser un gran profesional, instructor, pero mejor vecino. Querido y admirado por toda una camada de muchachos que hoy ya están maduros. Extrañado y mentado. Más que eso no le podés pedir a un legado. Un pionero que vendría a ser, junto con otros, algo así nuestros Fangio.
La gente pegaba la radio en la oreja y se quedaba siguiendo el desarrollo. Prendidos a los relatos de Miguel Ángel «El Cabezón» Porcheto primero, de Héctor Heraldo «El Huevo» Bradanini luego, con comentarios de Eduardo Scarinci, «El Berga» Arispe, Antonio Baschman, y el apoyo en la parte técnica de Abraham González. La gente se enteraba, se emocionaba, y siempre se los imaginaba por LT 15 «La Radio del Litoral».
El corredor tributado hoy… trabajaba con entusiasmo todos los días de su vida. Era pura «horas» de laburo y pasión «volcánica». Un artesano del automovilismo que le peleaba a los ricos e industriales. Época dorada del deporte y de la radio. Viajaban desde todos los lugares para ver pasar a los pilotos, mecánicos, y sus máquinas. Así transcurre su carrera logrando campeonatos en la provincia, y «a las chapas» con los de la nación.
Esto le abrió las puertas de la Selección de Pilotos Oficiales. Son innumerables los premios recibidos por haber obtenido los primeros sitios de diferentes pruebas automovilísticas en Entre Ríos y en el país. Acá nadie quería perderse las novedades que venían desde afuera.
Vicente Linares corrió hasta el año 1974, dedicándose luego a la preparación de motores Fiat 600, Fiat 1500, y al de los Fiat 125. Le arreglaba el auto a toda la camada de muchachos que hoy andan en los sesenta y pico compartiendo y viviendo. Muchos amigos de La Ley del Deporte. Y amigos de sus amigos.
Vicente tuvo adaptación a la evolución de la tecnología. Era una institución. Al automovilismo… lo que Héctor Heraldo Bradanini es al periodismo deportivo. Siempre tratando de solucionar con su «caja de herramientas» los problemas de todos. ¡Sin «el flete» no hay piloto!
Su hijo, César «Resorte» Linares, nos contó que era muy metódico como laburador. Trabajaba en el taller de 8 a 12 y de 15 a 19. Luego se iba al fondo del negocio a preparar los autos. Tanto los suyos como los de sus amigos. A la medianoche se cerraba todo y se iban a descansar. Y al otro día con todo de nuevo. No se trasnochaba, a menos que sea por un motivo urgente e impostergable.
Al final se lo veía como piloto privado de aviones en el Aeroclub Concordia. El hombre siempre amo pilotear. Lo que no muchos saben es que piloteaba el avión ambulancia que llevaba heridos de emergencia y gravedad a Puigari, Buenos Aires, Capital. Un verdadero héroe.
Hoy funciona Vicente Linares Repuestos y Servicios en la calle Urdinarrain 440. Un icono del rubro del automotor. Como para perpetuarlo y resistirlo al olvido. Además, está en la cabeza memoriosa de los nostálgicos, en las anécdotas de los pilotos, y en el corazón de su familia. Por todo esto y por más su nombre sigue sonando. Porque desde hace rato, a mi mentado Vicente Linares, que acá en Concordia lo andan nombrando.
Como intenta este humilde homenaje a un prócer del volante. Quién también homenajeo a la vida con su tributo a la sencillez, a la humildad, a la generosidad, y al trabajo con ganas renovadas todas las «santas mañanas».
FEDERICO MULLER