Caminar es una actividad que llevamos a cabo sin darnos cuenta, aunque también puede ser un acto de fe, de grandes conquistas, y de búsqueda personal. Caminar es como hablar: se hace todos los días al salir de casa. Caminaron los naturalistas, y los conquistadores, en el desierto, las selvas y los polos. Se camina para ver qué hay en el más allá: caminar también es descubrir… y resistir.
Un paso tras otro para conocer el mundo, para calmar la mente, o para alcanzar salud. El elogio de esta lentitud es necesario: las piernas permiten trasladarnos a lugares que jamás alcanzaríamos en dos o cuatro ruedas: imposible deleitarse en forma completa con el paisaje desde el auto o en tren, porque los relatos y sus lugares pasarían demasiado rápido para verlos en profundidad. Cuando caminamos se ralentiza todo, la vida transcurre más despacio, como cuando éramos chicos, y los días eran mucho más largos.
Como tendencia actual se sumaron nuevos libros para contarlo, y circuitos y senderos para experimentarlo tanto en la ciudad como en la naturaleza. Ya Aristóteles en la Antigua Grecia pensaba caminando, y escritores, filósofos y artistas lo consideraron un «alimento para el alma». Antes de caminar tengo problemas en la cabeza, luego de «patear» los diluyo, paso a paso, experimentando nuevos caminos mientras ando a «tranco».

Se camina para entrar en la dimensión de las ciudades y tomar cuenta de la proporción del hombre frente a la naturaleza inmensa. Camino porque es una forma de leer las calles y el mundo. Camino para ver y para pensar. Camino para conocerle las entrañas a mi ciudad.
Caminar aporta muchos beneficios: se activan 200 músculos, previene el estrés, y mejora el ánimo. Se escucha y se lee tanto sobre los millonarios en pesos, pero tan poco sobre los millonarios en pasos: ya que caminar es una riqueza que nunca cambió con el tiempo.
Caminar se convirtió en una actividad de moda, para relajarse, contener la ansiedad y alcanzar una vida más saludable: siempre es un buen plan. Hoy, grupos se juntan en un punto concreto y arrancan a caminar a «campo abierto», durante horas, charlan, resisten, conquistan, y terminan con refrescos y alguna comida.
Los beneficios de caminar y de cualquier actividad física son disminuir el peso, la presión, la diabetes, además de mejorar la circulación. La actividad física enriquece al cerebro y lo nutre de manera comprobable: el ejercicio, como las caminatas rápidas, el correr o el andar en bicicleta, estimulan sustancias químicas para sentirse bien, como la dopamina, la serotonina, y la noradrenalina. Cada una de esas hormonas desempeñan diferentes funciones en la gestión del estrés, la mejora de la sensación de bienestar, y la promoción de un interés activo en la vida.
La caminata es el primer y último paso hacia la actividad física y puede reducir eventos cardiovasculares. Se recomienda hacerlo al menos 3 o 4 horas por semana.
La actividad física más recomendable para mayores de 50 años, que debe realizarse a un ritmo determinado, distendido y placentero. Con ropa y calzado cómodo, sin apuro, y en lo posible con una botella de agua para hidratarse adecuadamente y en un espacio abierto, sin obstáculos, y sabiendo que debe ser hecha como una actividad física, enriquecedora y distendida.
Se puede usar un podómetro para medir los pasos diarios, una gran ayuda para los que empiezan. Permite medir las caminatas y obligarse a hacerlo más seguido y ver el avance.
Además, se estima que los seres humanos pierden aproximadamente el 13% de los receptores de dopamina cada década. Esto hace que se experimente una disminución del placer por la vida cotidiana a medida que se envejece. Y el ejercicio puede revertir esta situación.
Una opción ambiciosa es planificar un viaje ligado al trekking. Se sabe, el nuestro es un país glorioso e infinito: se puede caminar gratuitamente, a lo largo y ancho de la Argentina, por montañas, sierras, valles y pampa.
En estos espacios mágicos de lagos, arroyos, ríos, lagunas, bosques, y colinas, se puede despuntar el vicio de caminar por paisajes hermosos, inhóspitos y muy queridos por todos. Yo camino por deporte y placer, pero además con otros objetivos tales como formar parte de una obligación laboral o detenerme a cumplir otras tareas tales como «ir a mirar vidrieras», pasear a mi perro «Pochito», y hablar de la vida con algún amigo querido.
Solo caminando se puede sentir a pleno el olor a la tierra, las hojas, las flores y los frutos. Yo, en Concordia, salgo a San Carlos, a la Mansión Pereda, voy por caminos rurales, a la costanera por la vera del río Uruguay, por el parque Nebel, y cuando hago mandados. Siempre para relajar y disfrutar. Y conocer más.
«Caminar y contar, reír, padecer, llorar y volver a reír, para buscar en el sendero eso que llaman felicidad», cantaba Atahualpa Yupanqui. Y lo dice el dicho: «Más sabe del camino la tortuga que la liebre». O la canción de Joan: «Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar. Pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar. Caminante, son tus huellas, el camino y nada más. Caminante, no hay camino: se hace camino al andar. Al andar, se hace camino, y al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Caminante, no hay camino, sino estelas en la mar».
FEDERICO MULLER