Omar Oreste Corbata nació un 11 de marzo de 1936 en La Plata. Y falleció un 5 de diciembre de 1991 con 55 años también en «La Ciudad de las Diagonales». Para muchos el mejor puntero derecho de la historia del futbol argentino. Cuando el equipo era una lágrima, siempre él estaba para salvarlo o darle un poco de «juego bonito». Era el super crack que «salvaba la ropa». Con la pelota en los pies era feliz como un «chico en una juguetería». Un malabarista.
Se movía con mucha dinámica e inventiva. Si se quedaba parado lo buscaban para «romperlo». Por eso se movía constantemente para encontrar una posición favorable y «frotar la lámpara de Aladino». Y así sacar el genio que tenía dentro.
Corbata era un pibe simple que no sabía ni leer ni escribir. Nunca quiso aprender. No se animaba Le costaba aprender. A él le gustaba jugar a la pelota. Y, cuando se podía, salir a dar una vuelta al centro y tomarse algún trago con los amigos.
«El Loco» Corbata dominaba por completo la pelota. El decía que la trataba bien, y que por eso le hacía caso. El hombre de la historia de hoy en La Ley del Deporte arranca en las inferiores de Estudiantes de La Plata. Cuando tenía edad de estar en Octava se lo lleva Juverlandia de Chascomús. Con la promesa de darle «una moneda» que nunca llegó. Es genio y figura allá. Lo venden a Racing. Le hacían «las maniobras» por detrás, debido a que no sabía leer, mucho menos un contrato. Solo quería jugar al futbol, consagrarse en primera, y que la gente lo quiera…
«Corbatita» debuta un 5 de abril de 1955 en Racing con 19 años. En primera división del futbol argentino juega 203 partidos y mete 80 goles. No le pegaba muy fuerte a la pelota, no le hacía falta… La colocaba donde quería, como quería, y desde todos los ángulos posibles. Siempre con la cabeza en alto. «A lo Corbata».
Sus mejores momentos los protagonizo en Racing donde jugó 177 encuentros y metió 72 goles. Campeón en el 58, en el 61, y en el 64. Su socio era Juan José Pizzuti. «El Loco» dejaba en ridículo a sus defensores. Era pura intuición, dinámica, y manejo de pelota cortita. La tenía atada, como siempre se dice.
Con el correr de su carrera se re inventó en la posición de un «Wing Ventilador». Un puntero que antes no existía, se tiró para atrás y hacia el medio. Para ser más libre. La creo él. Los mareaba a todos. Te volvía loco. Lo querían «levantar de una patada». Cuando la jornada terminaba, buscaba lindos atardeceres, arrabales, y la desdicha de todo final de fiesta… Salía a fumar y chupar cada vez más. Nunca hablo de sus demonios internos su timidez y falta de aprendizaje.
Corbata fue un genio de pies a cabeza como futbolista. En la selección nacional se vio lo mejor. Se agrandaba con la camiseta. Cuando muchos «achatan el moño». Gano el Panamericano del 56, el Sudamericano del 57, y el Sudamericano del 59 con figuras como Rossi, Maschio, Sanfilippo, Artime, Sívori, y Angelillo. Eran jugadores tremendos. Pero el genio y la figura era él. Hoy valdría cientos de millones de dólares. Sería un loco impagable. Figura con la selección en el Mundial de Futbol Suecia 1958. El único elogiado en aquel «desastre» donde jugó tres partidos y «mojó» en los tres. Casi juega el Mundial de Chile 62. Pero se quedo afuera por «acumulación de faltas». Por mala vida.
Se despidió como internacional en el último partido amistoso antes de la «Gran Cita». Tenía problemas personales. Se casó cuatro veces y se separó todas. Cada vez un poco más triste, un poco más solo, y un poco más seco…
Una vez le hizo un gol a Chile en la eliminatoria mundialista que mereció la tapa de la famosa Revista Life. Arranca en el medio de la cancha y se va hasta el arquero, antes de definir se tira a la derecha y espera a que le lleguen todos. Una vez que se re armaron se la «cuelga» en el palo derecho del arco. Loco en la cancha, triste, desconfiado y temeroso afuera. Corbata fue un puntero delicioso como Garrincha y como Houseman. Quienes en la cancha estaban «contentos como borracho en Fiesta de la Vendimia». Y afuera, muy lejos de su «zona de confort»…
Corbata no hablaba y escondía sus problemas. Los tapaba con vicios y algo de futbol. Después pasó un año por Boca donde fue «una sombra», jugó cuatro temporadas en Independiente de Medellín en Colombia, y finalmente se retiró en San Telmo. Adentro «intratable», afuera… preso de sus miedos y de su soledad. Se metía para adentro. Oreste era de no querer hablar mucho de su vida. De no querer abrirse emocionalmente. De no confesar que pasaba por su «mundo interno». Termino en el abandono e indigencia.
Era pícaro y genial en la cancha. Le escapaba al roce social, se escondía de los demás, andaba camuflado para que no lo conozcan, se escapaba en las concentraciones, y gambeteaba cuando podía al periodismo. Tanto es así que simulaba estar leyendo como para que no lo entrevisten… Y para esconder su ignorancia de que no sabía leer. Por eso siempre hay que sacarse las máscaras y hablar de los problemas. Siempre habrá alguien que puede darnos una mano.
Corbatita terminó viviendo en la pensión de Racing Club. Con los ojos vidriosos, la cara acartonada, y el gesto semi petrificado de quien se está muriendo. Y sufriendo en el proceso. Balbuceaba y hablaba entrecortadamente. Casi alucinado. Lo quisieron ayudar, pero no pudieron sacarlo de las dos compañeras que lo llevarían a la muerte: la bebida y la soledad.
Fue un ídolo que quedó sepultado casi que en el olvido. Eligió quedarse solo, escuchando sus recuerdos, mirando las imágenes de la vieja gloria. Y finalmente soportando alucinaciones. Corbata fue uno de los pocos jugadores argentinos que hicieron historia en los Mundiales de Fútbol. Metimos la mano en el cajón de los recuerdos y sacamos a Oreste Omar Corbata. «El Loco». Nos emociona hacerlo. Sirve de enseñanza su historia. Y por eso lo hacemos…
LA LEY DEL DEPORTE