Miguel Ángel Cuello nació un 27 de febrero de 1946 en Elortondo, Santa Fe. Vivió gran parte de su vida en Venado Tuerto, fue una gran figura de boxeo en la Argentina, llegando a ser campeón mundial, de los Semi Completos del Consejo Mundial de Boxeo.
Elortondo era un pueblito rural, y no había muchos deportes. El arranco tarde a pelear. Recién en la Marina se decidió a hacerlo, tras ganar y superar a sus compañeros. Retacón, cabezón, pelo lacio, musculoso, valiente y brutal. Era el Hércules de aquella camada.
Luego se convirtió en un habitante de las zonas bravas del conurbano bonaerense. Virreyes y San Fernando advirtieron la llegada de un ascendente peleador en el Club Avellaneda Central, donde el santiagueño Julio Juárez lo convirtió en el «terror amateur» de los 81 kilos.
Cuello rápidamente sobresalió por su guapeza, desequilibrio ofensivo, y su fantástica pegada. Representó, con 26 años, a la Argentina como medio pesado en los Juegos Olímpicos de 1972 en Múnich, Alemania. Allí perdió ante Mate Parlov de Yugoslavia, por la medalla, pero sin pelear, porque fue increíblemente tarde a la pelea debido a un error dirigencial.
Tras esto, Cuello debuta un 25 de julio de 1973 como profesional, ganándole por KOT 2 a Iván Rojas en Venado Tuerto. Hace lo mismo con Adolfo Cardozo, Carlos Santagada y Simón Gallardo. Recién gana por puntos frente a Juan «Mendoza» Aguilar en Buenos Aires, un 24 de noviembre de ese mismo año 73.
Miguel Ángel Cuello se abrió camino por los rankings con el KO como «carta de presentación», y llegó a lo más alto del boxeo nacional como un tanque demoledor y fulminante el 7 de marzo del 75, en Córdoba, venciendo a Raúl Loyola en el 4.º round y quedándose con el campeonato Medio Pesado.
Luego derrotó por KO en la 3° vuelta a Roberto Águila en Venado Tuerto. Y defendió el Campeonato Medio Pesado de Argentina, el 10 de octubre, exponiendo y venciendo por KO en la 4° vuelta a Iván Rojas en Rosario. Olímpico, invicto y noqueador, había que soñar más grande.
Termina el año un 13 de diciembre derrotando por KO Técnico en la 2° vuelta a Billy Freeman, en el Hipódromo de París. Ya era material de exportación. El Knockout salvaje siempre se vendió «como pan caliente».
En 1976 sigue viajando afuera y pisando fuerte en el exterior, exterminando a los semi completos de la vieja Europa. El 2 de febrero derrotó por KO Técnico en la 2° vuelta a Phil Matthews en el Palacio de los Deportes de París. El 20 de marzo termino en la 6° vuelta con Ray Anderson, en Hamburgo. El 3 de abril «fusiló» por KO en la 2° vuelta a Mario Almanzo en Kiel, Alemania. El 1 de octubre noqueo técnicamente en la 4° vuelta a Wayne Magee en Milán. Y derrotó por KO Técnico en la 1° vuelta a Kurt Luedecke también en Milán, Italia, un 28 de octubre.
Ya era sensación en todos lados. Arrasaba con todo lo que le ponías adelante. Era un panzer petacón y musculoso, parecido a un gladiador romano, que pasaba, apretaba y dejaba a sus rivales «bajo escombros».
Cuello era manejado por Osvaldo “Pato” Nogueira, un joven empresario que compró su contrato y trabajaba para Monzón. Nogueira lo puso en manos de Umberto Branchini y así hicieron esas exitosas presentaciones en Francia, Italia y Alemania, entre 1975 y 1976.
Gracias a los contactos de Monzón y su entrenador Amílcar Brusa con el Consejo Mundial, se consiguió la pelea por la corona con el británico John Conteh. Muy buen boxeador que le había ganado por puntos en 15 rounds a Jorge «Aconcagua» Almada.
Sin embargo, y apenas un par de días antes de la pelea, Conteh no viajó. El Consejo, entonces, ordenó el combate entre Cuello y Jesse Burnett un 21 de mayo de 1977.
Boxeador de muy buena línea, Burnett era además mucho más alto con su metro 82, sobre los 1,75 m que medía el argentino. No solamente lo complicó a Cuello, sino que hasta lo tuvo por el suelo en el cuarto round.
Aunque la pelea fue muy dura para ambos, fue el santafecino el que pareció que iba a sucumbir. Sin embargo, no fue así, ya que se llegó a un final electrizante cuando, en el noveno asalto, no solamente «Cuellito» lo conmovió a Burnett, sino que lo tuvo por el suelo, tras cruzarlo varias veces de izquierda a la cabeza. Y luego pararon la refriega. Una de las más grandes victorias de la historia del boxeo argentino.
Festejaba Nogueira, Batista, Brusa, Monzón, todos locos de felicidad por la epopeya lograda. Ese 21 de mayo de 1977 derrotaba por KO en la 9ª vuelta a Jesse Burnett en Montecarlo. Y se abrochaba el campeonato Medio Pesado del Consejo Mundial del Boxeo, nada menos.
Para Cuello debería haber sido el comienzo de una nueva etapa. Pero no fue así. Entrenando en la Federación Argentina de Box, sufrió una lesión en un gemelo.
Su primera defensa se dilató mucho, hasta que se fue a Milán a defender el título frente a Parlov, quien esta vez le ganó con los guantes puestos, en una pelea opaca, celebrada el 7 de enero de 1978. Cayó nocaut en el noveno asalto, sin reservas físicas ni anímicas. Fue también su última pelea.
Cuello quiso volver, se fue nuevamente a Europa, pero nunca se pudo poner a punto ni conseguir una revancha, y debió regresar. Agobiado por un problema en el gemelo, ya sin el título mundial, «Lita» Cuello no dudó demasiado y se retiró. Prácticamente, desapareció del ambiente boxístico.
De su breve reinado, apenas ocho meses, quedó, entre otros testimonios, una foto junto a Galíndez, ambos vestidos con túnicas y coronas, como reyes que fueron, al mismo tiempo, del Consejo y la Asociación Mundial de Boxeo. Era la pelea de los sueños, pero nunca se pudo realizar.
Nunca más, entonces, se preocupó y se angustió por el entrenamiento, y la balanza; sumó asados, tranquilidad y kilos en Elortondo; y se aferró a sus amigos, su familia, su chacra y sus animales. Así, en su mundo y con los suyos, se recluyo.
Un día, dicen que dicen, se lo vio por Concordia, andaba en un camión rumbo al norte porque llevaba productos y traía para comercializarlos, y paro acá porque andaba con su flete averiado.
Miguel Ángel Cuello murió el 14 de septiembre del año 1999 de un ataque al corazón, cuando cronometraba el trabajo de «puching» de su hijo Mariano, de 21 años, boxeador del club Peñarol de esa localidad.
Dejaba este planeta con un récord difícil de alcanzar y una huella imborrable en el boxeo. Al morir, Cuello pesaba casi 140 kilos, unos 60 más que en 1977, cuando logró el título del Consejo Mundial de Boxeo.
Los restos fueron inhumados en el cementerio de Elortondo. Una multitud acompañó a su ídolo. La esposa de Cuello, Liliana; sus hijos Mariano, Martín y Lorena y miles de vecinos, no podían salir de la angustia al despedir a su máxima figura.
Así de épica y breve me apareció en mi vida de fanático y luego de cronista, ávido por conocer superhéroes, la historia de Cuello. Quedo gusto a poco, ganas de saber más. Pero al mismo tiempo lo de el fue suficiente y eterno. A los 53 años le había llegado el «campanazo final».
Su voz gruesa y sonora y sus bigotes mexicanos que lo mostraban duro y agresivo… ocultando un tipo bueno, tímido, correcto, humilde, que ya casi no se ve más. Los periodistas y documentalistas lo evocan muy poco, cuesta encontrar buen material de imagen y sonido, todo lo de él fue muy fugaz, como «una curda nada más».
Educado, correcto, y agradable. Abajo y arriba del ring fue un grande. Por eso, igual acá nos acordamos y ocupamos en «La Ley del Deporte» del santafesino campeón mundial de los semipesados del Consejo Mundial de Boxeo: Miguel Ángel Cuello, «El Lita», «Cuellito», «El Campeón Fugaz», o como le gusta llamarlo a los legendarios periodistas deportivos: «El Campeón Olvidado».
LA LEY DEL DEPORTE