El abuelo paterno de Hugo Muller se llamaba Carlos Muller, y nació en Baviera, Alemania. Vino en 1919 de joven, después de la primera guerra mundial. Y trabajó como gerente de la famosa fabrica vienesa de muebles llamada Thonet. Y la abuela paterna era Marta Schellhas, nacida en Castell, Alemania, al norte de ese país. Y era hija de Enrique Schellas, fundador de la Óptica Schellhas, que llegó a tener sedes en todo el país.
Ellos dos se conocieron en la Argentina, y tuvieron a dos hijos: Enrique, médico cardiólogo, y al papa de Hugo: Ludovico. Era una familia alemana, en la casa, hablaban alemán, iban al colegio alemán, y luego en la secundaria al Nacional 2 de Rosario.
Mi abuelo Ludovico se recibe de Ingeniero Agrónomo. Es egresado de la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la UBA, en 1944, y con diploma de honor. Ludovico «Bubi» Muller fue productor y empresario, pero dedico casi su mayor y mejor vida profesional a la Facultad de Rosario, donde fue profesor y creador de variedades de Avena, Cebadilla, Trébol Blanco, Festuca, y Maíz Colorado. Luego profesor de Forrajes, Climatología, e Inglés. Su vida fue la Facultad de Agronomía de Rosario, donde, y me consta, es recordado por sus imperdibles clases, y su elevado nivel intelectual y científico.
Y el abuelo materno de Hugo, Juan Fioravanti Fuser, vino a Concordia desde Trieste, del norte de Italia. Fue granadero y la familia confiteros desde el 1800 en la vieja Europa, y acá tenían una confitería llamada «El Molino», frente a la plaza principal de Concordia, y otra en Catamarca y Urquiza. Hacían masas, tortas, facturas, pan dulce, helados, budines, y golosinas de todo tipo. Y la familia de su abuela materna, Diamantina Juana «La Ita» Morand, vino a Concordia del Cantón de Valais, Suiza, una comunidad traída por Urquiza, que llegaban perseguidos por las grandes epidemias y hambrunas del siglo 19, en el viejo Continente.
Juan Fioravanti Fuser y Diamantina Moran tuvieron cuatro hijos: Elena, mi abuela María Esther, Juan Carlos, y Teresa Amelia. María Esther se casaría con Ludovico Muller tras conocerse en Concordia, porque él trabajaba en Benito Legerén, en la estancia «La Charita», de la Familia Legerén, y visitaba mucho a su compañero de la facultad, colega y amigo personal: el ingeniero agrónomo Pedro Sauré.
María Ester Fuser y Ludovico Muller se enamoraron en Concordia, se van a vivir a Rosario, donde tienen cuatro hijos: los ingenieros agrónomos Hugo y Jorge, «Memina» quien ha trabajado con Jorge y en otros comercios, y «Richy» quién era veterinario.
Hugo es nacido en Santa Fe, capital, pero criado y crecido en Rosario. Hizo la primaria en la Carrasco de Rosario, en el barrio Alberdi. En el verano laburaba con «el viejo» en el campo, e iba al club Rowing, frente al majestuoso río Paraná. Donde nadaba, pescaba y jugaba al futbol.
La secundaria la realiza hasta tercero en el Liceo Militar de Santa Fe. Con una estructura de pupilo, en grandes pabellones, y lejos de su familia. Se levantaba temprano y había que ordenar el lugar, e higienizar. Luego a la escuela, al medio día almuerzo, de tarde deportes, entre ellos el rugby, y a la noche nuevamente a estudiar. Finalmente, se apagaba la luz y a «apolillar». Pero si alguien no dejaba dormir, los sacaban a «bailar».
Era una vida dura para un chico estar alejado de su familia. Lo mejor era que había buenos deportes. Mucho rugby de fullback o wing en el Liceo Militar de Santa Fe. Jugó en primero, segundo y tercer año, y compitieron hasta salir campeones de la Liga del Litoral.
Se iba los viernes de tarde para Rosario y ya volvía los domingos de mañana, porque debía jugar ese día al rugby en Santa Fe. Y a la tarde se quedaba solo en el Liceo, esperando a que empiecen las actividades del otro día.
En cuarto año ya se vuelve a Rosario porque se pelea con un superior, consigue banco en el Nacional 2, va a jugar al rugby a Universitario, y llega a la selección rosarina. En quinto lo tientan para seguir en Duendes, que es uno de los más grandes del país. Donde juega en pre, intermedia, y finalmente en primera. Salen campeones después de muchos años y por última vez, hasta «un par» de temporadas atrás.
Con una camada que todavía recuerda, como todo lo que paso por su vida, sin necesidad de «hacer memoria». Con «El Flaco» Villavicencio, España, «Coco» Benzi, «Los Hermanos» Imhoff, Boffelli, entre otros. Lamentablemente, dejó muy joven, debido a que las responsabilidades “le llovían desde el techo”.
Ahí se pone de novio con la jugadora de hockey de Duendes, Graciela Longhi, se recibe de Ingeniero Agrónomo en la Universidad de Rosario, y finalmente se casa en el 74. Llega a Concordia, la ciudad de sus veranos, y de su mamá María Esther Fuser, cuando tenía veintisiete años, con su mujer y sus dos hijos en brazos: Tomás y Federico.
Hugo y Graciela se insertan inmediatamente en la vida social de Concordia. Trabaja como Ingeniero Agrónomo en Alecy, y asesora a los productores de la zona. Ahí está como treinta años. Aunque cambia de nombre a La Plata Cereal y luego a Bunge. Hasta el día de hoy, con setenta y dos años, vende semillas y asesora a productores. Que son casi los mismos de siempre.
En Concordia arranca a jugar al futbol en LT 15 desde el 76 hasta el 80. Con su compañero de laburo, amigo, socio, y hermano de corazón, Rubén Drewanz. Jugaban en San Lorenzo de Yuquerí. Huguito era joven, alto y rápido para ser defensor central. Integraba ese equipo con el periodista Ángel Leoncio «La Chancha» Cardozo, quien reclutaba jugadores, que llegaban desde muchos clubes de primera.
Hasta que empezó y se fundó el club de Profesionales Universitarios. En los profesionales jugo obviamente que para los Ingenieros. Con «El Flaco» Díaz Vélez, «Kelo» Casafuz, «Caño» Cañete, Rubén Drewanz, Luis Marcogiuseppe, «Huevo» Celsi, Marcelo Luna, «El Lagarto» Díaz, «Pichón» Fagalde, Pascual Belli, Goin, Robles, y Oscarcito Rodríguez, entre otros. Salen dos veces campeones.
Luego de una patada que le rompe los meniscos frente a los Abogados A, se retira y se hace técnico de los Ingenieros. A quienes saca campeón con el mismo equipo, más Caico Fagalde y Mario Legarreta, que yo recuerde. Inolvidables eran sus charlas técnicas desde la caja de la chata. Paralelamente, al futbol y al laburo, cuando «Huguiyo» llega a Concordia, se hace socio del club Hípico y fue miembro de la comisión directiva casi inmediatamente. Hoy tiene más de cuarenta y cinco años como dirigente de uno de los clubes modelos de la provincia. Paso por todos los cargos de la comisión: subcomisión de natación, secretario, tesorero, vocal, presidente y vice presidente.
Hoy el Hípico es un ejemplo a imitar y a estudiar. Símbolo de prestigio y resiliencia dentro una de las ciudades más sufridas del país. La cantina, los quinchos, el estadio de hockey y de básquet, las canchas de tenis y de equitación «explotan» de gente. Porque últimamente ha habido comisiones directivas conformadas, según sus palabras, por gente brillante y con dos sentidos fundamentales para llegar a estos resultados extraordinarios: “el sentido común y el sentido de pertenencia”.
Es fundador de la Asociación de Ingenieros Agrónomos desde que obtuvieron la personería jurídica, entidad que ha traído cerca de cuarenta disertantes que son eminencias en sus sectores. En el 89 arranca con la cooperadora de un escuela, Borges, que solo tenía un año de vida. Con el grupo de padres recaudan y gestionan para alquilar edificios, luego comprar un terreno, y finalmente construir una escuela. El fue el presidente hasta el año 1997, cuando se inaugura el actual edificio de calle Salto Uruguayo y Lamadrid. Haciendo cruz con mi casa.
Mi viejo arremetio alegremente con la vida. En 1991, un grupo de productores arroceros, preocupados por la persistente declinación que presentaba la producción de arroz en la Argentina, comenzó a pensar en un proyecto capaz de revertir la situación e introducir avances que permitieran mejorar la calidad de la producción y la inserción del arroz argentino en el mundo. Conscientes de esta realidad, comenzaron a mantener reuniones, con el fin de impulsar un programa de investigación, experimentación y transferencia de tecnología con características inéditas.
Se necesitaba un hombre con experiencia, inteligencia y credibilidad para liderar. La fundación, que es presidida por mi viejo hace más de treinta años, se basa en tres pilares: excelencia técnica, pluralidad de ideas y representatividad absoluta. Y el trabajo de la Fundación cuenta con el aporte de toda la cadena agroalimentaria del arroz.
El trabajo sostenido derivó, en 1994, en la obtención de la personería jurídica de la Fundación Proarroz. Que tiene como socio fundador a la provincia de Entre Ríos, y al gobierno nacional por intermedio del INTA, además de las instituciones más grandes y prestigiosas del sector. Y «Huguito» es el presidente y la cara visible de esta Fundación, que acaba de cumplir treinta años de vida y logros «por doquier».
Tanto es así que han comprado dos campos que son un vergel, y pertenecen a una Fundación que es estudiada y admirada, en todos lados del mundo.
Hace más de treinta años que Hugo es el presidente por capacidad de trabajo y credibilidad. Te genera confianza, a él le podés prestar el auto y la casa, que sabes que «todo vuelve». Encima tiene eso, que es una hermosa persona. El Alemán” Müller es un perpetuo optimista. En privado observa lo que le falta al club o lo que hay que mejorar y como, y en público siempre habla en positivo.
Con estas actitudes pone de manifiesto todas las capacidades intelectuales y de liderazgo que tiene. Siempre anda comprando, cocinando, y lavando para los amigos, organizando bailes, agarra el micrófono y anima. Es un «disfrutón» de la vida. No anda buscando culpables de los errores, eso pareceria aburrirlo, busca soluciones y resuelve. Siempre con un buen carácter, comprensivo, cordial, sin ego, ni soberbia.
Así como uno tiene capacidad para escribir, otro para hablar, aquel para la música, estos para los deportes, este es un genio de la memoria, del sentido común, de ingeniarse para hacer las cosas, y de estabilidad emocional. Como dice otro amigo y hermano de corazón, Claudio Lemesoff, tiene un coeficiente intelectual muy alto. Por eso «nunca le voy voy a desaprobar sus proyectos y emprendimientos».
Hace décadas que es representante de los socios del litoral de OSDE ante la Asamblea Nacional Extraordinaria. Se tutea con los popes en Buenos Aires, y lo hace muy bien. De otra manera no sabe hacer nada. Toda mi vida escuché de él, que se iba a ver con este gobernador, este presidente de la nación, este ministro, este magnate, etc. Porque todos han querido saber, por boca de él, como es la realidad de la agroindustria, y que para mejorar se puede llegar a hacer.
En el el 2001 no me dejaban retornar a Estados Unidos porque no estaban habilitando Visa de Estudiantes y de trabajo a los Argentinos. No me dejo volver hasta que no hable con la número uno de la embajada que también él la había asesorado y enseñado. Ese día me metí por los Estados Unidos como «pancho por mi casa».
Siempre iluminando el ambiente con su presencia. Su obra es tan grande, tan brillante… Sos tan buena persona, tan generoso, alegre, bondadoso, empático, sin prejuicios, tan lindo, mi ilustre gringo. Mi viejo es un hombre, como dice otro amigo y hermano de la vida Ricardo Lande, que trabajo la mitad de su vida para la comunidad y la otra mitad para su profesión. Es tan probable que esté en el campo al rayo del sol, trabajando duro y como un guapo, que presidiendo «trajeado» grandes instituciones sin fines de lucro. Nunca le tuvo miedo a nada en la vida, pero menos que menos al trabajo.
Todos los días se levanta, con más setenta años, y trabaja en su profesión, fundación, empresa, club, cooperadora, familia, y amigos. Como aquel chico que llego desde Rosario silbando bajo, con una mano atrás y otra adelante.
Es el que siempre me alienta, el que me «salva las papas», el que nunca pierde las esperanzas, es la palabra que me calma, que me relaja, que me aconseja y que siempre me enseña. Yo no sé que voy a hacer sin el sí me deja. Lo voy a extrañar demasiado. Mama si sabía. Ella decía que si le pasaba algo… Se iba con el.
LA LEY DEL DEPORTE