La adicción se sostiene sobre dos columnas, que son la mentira y la soberbia. El adicto miente a los demás porque, en primer lugar, se autoengaña. Es decir, vive en una mentira permanente, hacia dentro y hacia fuera.
Esto viene acompañado de disimulos, derrapes, ocultamientos y nuevas y peores mentiras, para tapar las anteriores. Es una vida de falsedad exterior, y de angustia y esclavitud interior. Todo por darle la vida a las drogas. La soberbia es necesaria para mantener la adicción. No reconozco mi problema, yo creo que controlo, que puedo dejar cuando quiera, que no es para tanto… y no permito que nadie me diga lo contrario ni se ponga entre mi próximo consumo y yo. Lo que sostiene la soberbia en un adicto son mentiras o supuestos «logros» mal recordados.
En la etapa adolescente, se realiza un esfuerzo hacia la búsqueda de la perfección, en realidad, se necesita confianza en sí mismo y una autoestima equilibrada. Los ascensos sociales que imagina, el prestigio que aspira, son todas fantasías que chocan con una realidad llena de limitaciones. Y si no puede salir adelante quizás se convierta en alguien arrogante, lo que tampoco le proporciona seguridad interior, en el fondo de su ser, necesita una confirmación incesante de su valor.
No suma sentir la necesidad de sus padres de adorar un perfecto. Y no ser agreteado ni violentado por no ser un chico 10, si solo puede dar 5. Sentir que tus padres son malos o te odian puede despertar que se cierre y se ponga soberbio. Una crianza rígida con reglas perfeccionistas le podrían generar un sentimiento de inferioridad por no estar a la altura de tales demandas. Para remediar el daño hecho necesita, en su mente, elevarse por encima de los demás para conseguir en su imaginación toda la gloria. En lugar de una sólida confianza en sí, incorpora la soberbia, que es la estimación de sí basada en logros imaginarios.
La soberbia del adicto es totalmente insustancial, y se basa en factores subjetivos (imaginarios) carentes de toda base tanto en el campo personal como social. Se arroga atributos o facultades muy superiores a lo que indica la realidad. El adicto está dispuesto a buscar el punto débil, a hacer a la gente más amada el mayor de los daños. No acepta una opinión, ni una negativa, ni un límite, ni un consejo, ni otro punto de vista… Va dando portazos y encuentra en su frustración o en su rabia la excusa perfecta para volver a consumir una y otra vez.
Una persona soberbia y encima adicta, actúa como si fuera superior, más valiosa o importante que los demás. Al mismo tiempo, la persona soberbia quiere ser admirada y respetada por todas las «grandes cosas» que ha hecho. La soberbia y la arrogancia también sirven como un mecanismo de defensa. Es una forma de proteger nuestra autoestima y valía. Es una manera de esconder y compensar nuestra inseguridad, inferioridad causada por las drogas.
La soberbia también nos «ayuda» a rechazar a otros antes de que puedan rechazarnos. Es una forma de prevenir, de evitar «conectarnos» con alguien y que nos «descubran». Si somos emocionalmente inseguros, paranoicos porque nos estamos matando, mostrándonos superiores al resto, va a «ayudarnos» a sentirnos algo mejor a corto plazo, pero tampoco vamos a tener amistades y vínculos íntimos verdaderos.
Ser soberbios no es una estrategia eficaz a largo plazo, porque una vez que estemos solos, nos sentimos igual de embusteros. A nadie le gusta estar al lado de alguien soberbio, por lo tanto, la gente se va alejando, encima, haciéndonos sentir cada vez peor.
Para las personas soberbias y arrogantes todo lo que hacen está bien. No se equivocan nunca, y siempre encuentran una justificación para sus errores. Si reciben una crítica, actúan a la defensiva y ni siquiera escuchan lo que les están diciendo. Justifican su consumo y su enfermedad.
A veces asusta reconocer nuestras debilidades porque nos sentimos vulnerables, desnudos, y es normal. Pero si no reconocemos nuestros puntos débiles y no nos enfrentamos a ellos, vamos a acabar solos, aislados, aumentando nuestra inseguridad, y sin nadie con quien contar. Y así te sentís tan mal que vas a necesitar canalizar toda tu «mugre» por algún lado. Y es acá donde, si no somos humildes y nos «mostramos», arrancan los consumos problemáticos que problematizarán aún más nuestra vida.
Es importante quitarse la coraza envenenada de la soberbia, y no es fácil, porque es una emoción tramposa que nos hace creer que es la mejor manera de afrontar nuestra vida, que si nos deshacemos de ella nos volveremos débiles, no tendremos éxito, y seremos «presa fácil» de los demás.
Las recomendaciones aprendidas son, entre otras, saber escuchar a los que más saben, no se queden solo con la info que les dispara su cerebro, que los puede traicionar. Ábranse a nuevos conceptos, a nuevos caminos para tener una vida más simple y saludable. Hablar seriamente de tus emociones y sentimientos. Si no pudiste salir adelante en tu vida y te drogaste quince años, déjate guiar por un especialista. Confía en uno.
Se puede aprender a ser humilde. A pedir permiso, perdón, ser agradecido, generoso, empático. Todo se puede rehacer, no solamente nacer. Nunca debemos dejar de aprender ni de abrir nuestro propio ser. Ser humildes puede entrenarse también y esto traerá múltiples beneficios para tu vida, tu salud mental y física. Ya que la misma emoción genera una sensación de bienestar y calma que muchas veces, en medio del caos, no podemos encontrar.
Y sentir que tocaste fondo, hablarlo, que perdiste, declarar tu derrota, angustiarte y conectarte con esa persona perdida y hecha bolsa. Necesitas bajar y situarte tres metros bajo tierra. Olvidado en el aljibe, donde vos por mucho tiempo estuviste.
La gente orgullosa y soberbia no es nada consciente de la coraza tan envenenada que lleva. Ser consciente de uno mismo es un ingrediente fundamental del cambio y quizás sea el primer y más importante paso. Romper la idea irracional de que un error o debilidad es algo que debes esconder, justificar o reprimir. Trabaja tus actitudes perfeccionistas y ten muy presente que solo cuando aceptes tus debilidades podrás crecer o mejorar.
Quizás el trato excesivamente exigente y áspero de tus padres cuando eras niño y la falta de diálogo honesto y profundo, te hizo no reconocer los errores por miedo y volverte orgulloso y adoptar una pose cerrada y soberbia.
La humildad puede que sea la fortaleza psicológica que más nos humanice, la que más nos baje los pies a la tierra. Esta fortaleza es un antídoto perfecto contra el egocentrismo, orgullo, y soberbia. Y nos convierte en personas sencillas, receptivas, atentas, cercanas y sinceras.
Esta actitud es muy difícil de quitar porque muchas personas piensan que sin ella “perderán la guerra”, y creen que “derrotarán al otro” si no expresan sus sentimientos, ocultan lo que sienten o sufren en silencio. Pero realmente perdemos estrepitosamente porque nuestra vida empeorará aún más.
La humildad es una fortaleza que nos permite escuchar al otro y entender cómo se siente. Si somos humildes tendremos una gran mente abierta respecto a los demás y eso nos volverá «esponjas» para aprender y evolucionar constantemente. Ninguna persona tolera por mucho tiempo a alguien cuya vanidad y arrogancia son la esencia de su ser, que siempre intente pasar por encima de los demás o desprecie las cosas sencillas que «no estén a su altura».
Es muy difícil convivir con un adicto soberbio. No se puede dialogar con ellos, explotan violentamente, ante cualquier situación contradictoria o llamada de atención en su comportamiento, suelen expresarse con acciones impropias. Siempre quieren tener toda la razón y salir a flote de cualquier situación.
Cuando la soberbia se ha consolidado como una adicción, para eliminarla tiene que primero querer reconocerla, segundo poner los medios necesarios para eliminarla y tercero pedir ayuda para que le ayuden a expulsarla de su vida. Y luego hacerse cargo de su historia, una y otra vez, desarmarmándose, y aprendiendo muchas cosas de nuevo.
Además, tienen que trabajar mucho con potenciar las virtudes y valores, que son contrarios a la soberbia, principalmente: la humildad, la paciencia, la calma, la disciplina, la reflexión, el respeto, la serenidad, la tolerancia, la autodisciplina, la honestidad, y la gratitud.
La felicidad no te la da una mansión, un Cadillac o Rolls-Royce, eso son solo cosas materiales, la felicidad está adentro de uno mismo, y en aprender a ser humildes, y empáticos con los demás. Como dijo el escritor Ernest Hemingway que termino viviendo y escribiendo a la vera del mar: «El hombre que ha empezado a vivir seriamente por dentro, empieza a vivir mucho más sencillamente por fuera».
Por último, comparto otras lindas frases sobre la soberbia: «La soberbia nos hará grande un momento, pero la humildad nos hará grande toda la vida». «La humildad siempre derrota a la soberbia». «La soberbia no es grandeza, sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande, pero no está sano». «Si eres soberbio, más vale que ames la soledad, porque los soberbios casi siempre terminan solos». «El principio de todo vicio es la soberbia. Debido a que las personas soberbias creen que tienen el control de cualquier cosa».
CHARLAS DE ADICCIONES EN CONCORDIA