Un viejo adicto con el alta terapéutica siempre decía antes de dar una sugerencia: «te lo digo y me lo digo». Porque yo quede en un momento atrapado en la red, horas y horas trabajando y «paveando». Por eso cuando escribo es, para tener el concepto claro, cuando les hablo a los oyentes de las charlas, al lector de mis blogs, y … para mí, para que los grandes errores, no los vuelva a repetir.
Hay personas que se meten en las redes y no pueden salir más. Cautivos de ese mundo, buscamos afecto, me gusta, seguidores, lectores, oyentes, visualizaciones y transmitimos videos, con efectos, ubicaciones, música, buscando «corazones» y «amores»… Para sentirnos seguidos y queridos.
Internet fue creado para ser adictivo y para generar adictos. Explotan una faceta de la vulnerabilidad humana, que es la necesidad que sentirnos validados. Poco motiva más que sentirnos apreciados, que gusten de nosotros, o que le importemos a alguien. Esto motiva al ser humano: subir fotos, videos, y recibir «likes». Un «like» es como un «micro chispazo» de dopamina.
Se habla de adicción a Internet cuando una persona no puede llevar una vida satisfactoria, está agobiada, desconsolada, y por eso se mete a cada rato en Internet, como vía de escape al indeseado presente, ya sea con juegos online, navegando en redes sociales, con compras, o viendo y subiendo vídeos, inclusive mucha pornográfica.
La adicción a internet trae problemas de salud física y psicológica, asociados al sedentarismo, aislamiento, falta de habilidades sociales, visión distorsionada de la realidad, cambios bruscos de la conducta, fuerte dependencia a los dispositivos tecnológicos, y pocas habilidades para trabajar la paciencia y la tolerancia a la frustración.
La palabra “adicción” deriva del latín “esclavizado por” y se manifiesta en el anhelo por el objeto del que se es adicto, la pérdida de control sobre su uso y la impulsión imperiosa de continuar así a pesar de las consecuencias adversas.
Se sufre, además, un empeoramiento del rendimiento académico o laboral, problemas de sueño, abandono de las actividades de sano ocio, como el deporte o salir con los amigos al parque o a la playa. Se padece una declinación en nuestras relaciones familiares, que son las reales. Y se nos «sale la cadena» cuando falla la conexión a internet o esta va muy lenta.
Encima de esto, muchos, en las redes, hemos mostrado lo que deseamos ser, y no lo que somos. Inventamos personajes ficticios más o menos verosímiles, y a veces eso transforma a Internet en una «red de mentiras» muy peligrosa. Exponemos que somos buenos, lindos y generosos.
Hay varios estudios que explican la sensación de “recompensa” que tenemos, a la hora de recibir un comentario positivo o una respuesta a una publicación. Todos hemos sentido un poco de pánico cuando vemos que se nos está acabando la batería o no sabemos el wifi ¿Por qué? Porque «necesitamos» saberlo todo, manejarlo, sacarnos los aburrimientos, y estar en el «borbollón de la comunicación». Muchas veces para nada.
La gente muy pendiente a la tecnología va a sufrir. Es como el que fuma o consume mucha azúcar, porque claramente la tecnología produce adicción. Y al final ya ni siquiera experimentamos emoción, y si soledad, angustia y dolor.
Técnicas para moderar el uso de internet
- Limitar las notificaciones…
- Establecer un horario para revisar las redes. …
- Hacer un «detox» digital. …
- Eliminar las apps de las redes sociales del celular.
- No estar más de treinta minutos en las redes por día.
- No mirar más de dos horas la tele.
- Y, si resulta muy difícil, buscar ayuda profesional.
No debemos dejar las relaciones humanas, las reales y hablarnos cara a cara. Escucharnos, sentirnos, conocernos, reírnos, llorarnos, sin redes de por medio. Con tiempo y relajados, esto es terapéutico y sanador.
No olvidar de que cara a cara deberíamos contarnos historias, pasadas, presentes y futuras. Compartir angustias, victorias, anécdotas, traumas, logros, perdidas, nacimientos, crecimientos, enfermedades y muertes.
En las redes no nos podemos tocar, abrazar, oler, besar, susurrar, sentir o percibir, no en toda la dimensión. El mundo allá afuera es peligroso y cruel, pero mucho más hermoso que atrapados en la red.
Para evitar que un chico se pierda en el mundo digital, es muy importante que en la familia exista el diálogo y la comunicación, amplia y sincera, entre padres e hijos, con respeto, amor, y sin celulares. Ya que esto disminuirá las tensiones familiares y se podrán identificar las situaciones de riesgo. Y para conocernos.
Es importante reflejar a los hijos que deben poder expresar abiertamente sus emociones, sentimientos, pensamientos, y los conflictos que atraviesan con terceros. Y no encontrarse con unos «padres «cautivos», porque muy mal les hará ese silencio.
Si hablamos con nuestros hijos y no le prestamos atención, no le mostramos que son lo más importante para nosotros en esta vida. Si estamos mandando mensaje a cualquiera mientras él nos quiere hablar… estamos haciéndole un daño muy grande a la relación. Las redes no son un buen medio para que padres e hijos se conecten. Salvo que los separe un continente…
Ojo con ser esclavos de la imagen y los «me gusta». Cuidado con perseguir «seguidores» y con ser «pura facha». Ya que, como se decía antes, la fama es «puro cuento». Eso no nos va a sanar, o mejorar, es un fugaz «mimo» nada más.
«Si te transformas y obsesionas con el exterior… te puedes vaciar tu interior. En cambio, el trabajo que uno hace en su interior, siempre nos va a salir brillando en el exterior».
FEDERICO MULLER