Hoy homenaje a un arquero histórico y muy querido por la ciudad de Concordia. Se destacó por su personalidad ganadora y la seguridad que transmitía. Fue un numero uno, pero no por llevar ese número en el buzo de arquero. Por su trayectoria Y conducta. Se convirtió en uno de los referentes de la época dorada del futbol de Concordia. Cuando las tribunas se llenaban de gente. Cuando se jugaba más y se miraba menos. El hombre inspiraba confianza, que es una virtud muy importante para el puesto. ¿Con que ganas vas a atacar si tu guardameta tiene «manos de manteca»?
Son los preferidos del humor popular de las tribunas. A ellos y a los árbitros “lo atienden” siempre. Son los que miran el partido desde lejos y esperan, pacientes, entrar en acción. Entre los tres palos aguardan contentos su fusilamiento. Abandonados al verdugo. Los sentenciados a cadena perpetua. La gente se olvida de sus hazañas enseguida y los condenan hasta el final de sus días. Como una maldición. Pero a él le tienen un cariño inmenso. Un inolvidable.
A Julio «caracha» Araya no lo pasaban ni los Rayos X en su apogeo. Hombre sereno y seguro. Que daba gusto verlo atajar. Los hinchas de todas la banderas lo recuerdan con cariño. Vistió los colores de la selección de Concordia. Evito no sé cuántos goles. No se resignó a ser un Hombre-Muro bajo el arco. Salía jugando con la pelota dominada. Un Hombre-Lanza del equipo. Nos complacemos en presentar: Al este la Muralla China. Al oeste Julio “Caracha” Araya:
«Muchas gracias por la nota. De corazón. Muy contento. Bueno… yo soy de Las Heras y Alvear. La Cantera. Mi papá era ferroviario y mamá laburaba en el Hotel Colón. Tenía dos hermanos mayores que ya partieron y dos hermanas menores. Jugábamos todo el dia al futbol en el campito de Balcarce y Alvear. Era todo tierra y baldío. No había nada. Empecé en el club La Cantera. Pasaba un arroyo en calle Avellaneda y Concejal Veiga. Si la pelota se nos mojaba te reventaba de lo pesada que se ponía. Era una bomba. Las de tiento…».
«¿El equipo concordiense de todos los tiempos? Y… yo lo formaría así, pero de mi época ¿no es cierto?: «Jorge Bufa; Hugo Blanco, Botija Ramella, Mojarra Challiol y Tuto Miranda; Polaco Rister, Curita Arévalo y Chanta Fernández; Negucho Espíndola, Víctor Godoy y Chito Berterame». Había jugadores para tirar para arriba. Dejo afuera unos que eran tremendos. Compartí con muchos que la rompían. Empecé en «Comu» pero jugué en Wanders, Las Heras, Ferro, Estudiantes, Juventud Unida y en la Selección de Concordia».
«Un dia iba a jugar a la costanera y me dijeron para ficharme en Comunicaciones. Dije que sí. Tenia trece y arranque en la 5° división. Fui suplente de reserva y salte al plantel superior sin escalas. Desde ahí no salí más. Era otro futbol y otra costanera. Estaba el barrio «El Paredón». Con sus casas sin calles, caminitos y algunas diagonales. Bares y pescadores. La gente «tiraba el tramayo» ahí… Tenían un equipo, «El Paredón», que llevaba mucha gente. Era muy popular».
«A los 18 conocí a mi mujer Rafaela. La adoro a «La Rafa». La quería sacar a bailar pero no quería con ninguno de los del barrio. Y le jugué una apuesta a los muchachos que la iba a sacar y le pedí una pieza. Me dijo que no. Pero la agarré y la convencí. De corajudo. Y gané la apuesta. Después que nos conocimos le conté. Se enojó. Pero yo gane la apuesta y al amor de mi vida. Yo siempre fui bailador. Íbamos al «Bichitos Colorados», al Libertad. Y los domingos al Alumni».
«Tenemos cinco hijos. Los amo a todos por igual, aunque me digan que tengo debilidad por «La Ale». Una vez me infarté en Paraguay y estuve internado, después en Posadas. Y me fueron a buscar dos amigos: Coco y Mario. Que después uno tuvo un accidente cerebro vascular y él otro de una arteria. Llegué acá con cinco de presión. Al borde del knock out. Y mis gurises y mis amigos no dejaron de cuidarme y de pelear por mi vida. Me internaron de vuelta. Yo siempre voy a estar para ellos. Como ellos estuvieron para mi. Mientras este vivo…».
«Mi mejor partido fue contra el Peñarol campeón de todo. Ese equipo había ganado tres veces la Copa America y dos veces el Mundial de Clubes. Jugaba Sasía, Rocha y Matosas. Ese día me atajé todo. Volaba por todos lados. Después me enteré que Peñarol pidió condiciones por mi pase. Pero los dirigentes no me dijeron nada…».
«Extraño la expectativa de ser jugador de futbol. Palpitar el partido en la semana. Verlo y soñarlo antes. A más tardar los sábados me acostaba a las doce. Tengo nostalgia de esa ansiedad y los nervios del vestuario. Los amigos. Todo se extraña. Me retiré a los cuarenta y cuatro. Luego jugué dos años en veteranos pero dejé. Ya no sentía jugar más. Ya más de lo que había hecho no iba a poder lograr…».
Escucharlo es un lindo viaje al revés. Desde el destino hacia el punto de partida. Donde arrancó todo. En el camino aparece el amor, las pasiones, la vida de antes. Y el mudo dolor. El mundo interior que todos tenemos… Las historias más antiguas son las más apasionantes. Yo me imagino que este Julio Oscar «Caracha» Araya, en los años mozos, debe haber sido feliz hasta en los velorios. De valorar las pequeñas situaciones de la vida. Se emocionó hablando de su familia y de su sobrino «El Pelusa» Araya. Son igualitos de sabandijas. Unas cuantas veces le quedaron las lagrimas presas tras las pestañas. Estubo apunto de quebrar. No lo hizo. Es de los de antes. De los que me encanta tanto conocer…
LA LEY DEL DEPORTE (JUEVES 20 HS MATRIX 94.9).