El Arte de Volver fue la institución que me recupero de las adicciones a las drogas, el tabaco y el alcohol. Ella se había recuperado hacía 10 años y, como le vieron «pasta» de conductora, se convirtió en operadora. Y en una inimitable.
En estos días dejo de estar todas las mañanas a 1° hora leyendo los cuadernos de los pacientes. Y también con su propio cuaderno donde apuntaba de todo para que nada se «le escape». Aquellos «machetes» que siempre la ayudaban a estar encima de todo y de todos. Se comenta que luego de un tiempo los quemaba en el campo. Ya nada de eso volverá a suceder. Solo serán recuerdos e imágenes esporádicas en la memoria de todos aquellos que la conocimos.
Tampoco será la encargada de coordinar el grupo de historias, denuncias, faltas a las normas de tratamiento y los consecuentes sanciones. Ella «iluminaba» los grupos con su garra, empuje y temperamento. Si te tocaba con ella… más vale que hayas hecho las cosas bastante bien porque si no el día se te iba a «hacer largo». Estará grabada a fuego en la memoria de todos.
Ya nunca más agarrará su cuaderno, su birome, el celular, el cuchillo, y la «colación» todo calculadamente organizado, para ir a dirigir su grupo de autoayuda. Los pacientes enmudecíamos, tragábamos saliva, y más de uno hablaba con uno mismo. Tenía voces adentro y se decía: “hay… que no me toque hablar a mí”. Yo creo que ella era bastante consciente, mientras pelaba su fruta alegremente, que hacia transpirar “como chorizo en la aguantera” a la concurrencia. Todo eso será nostalgia y sonrisas cómplices.
Faltará a los almuerzos, no se la verá poniéndole límites a los excesos y las faltas de respeto de aquellos que tienen la expectativa de pasarla bien en tratamiento como si estuvieran de vacaciones. Pero también preguntando por familiares, hermanos, amigos, y por supuesto por vos mismo. O hablando de películas, nuevas series, sus hobbies y momentos de esparcimientos.
Era un sol, pero podía ser tu nube si te «mandabas alguna…» Las imágenes y los diálogos con ella se «anclan» en la mente. Parece un cuento que no estará dirigiendo las charlas, mirando los cuadernos, siempre curiosa, controlando la higiene, el orden, y todas las cosas de la institución como si fuesen propias.
A veces recibiendo broncas, ataques de ira, faltas de respeto de nosotros hacia ella. Le podían decir cualquier cosa que nunca volvía con abatimiento, resentimiento, prejuicios con alguno, ni mucho menos con desgano a su trabajo. Al otro día estaba de nuevo lista para la pelea.
Vacío sentirá El Arte de Volver sin ella apagando los incendios arriba y abajo, despidiendo a cada uno de los pacientes que se iban, o hablando con cada uno de los padres que llegaban. Nunca cansada, nunca bostezando, nunca quejándose de tanta carga de trabajo. No se quedaba nunca «sin nafta».
Era todo terreno, daba el medicamento debido, a la hora establecida, curando heridas físicas o emocionales. Siempre exigiendo y exigiéndose con las normas del tratamiento. Tenía una capacidad para almacenar problemas, tratarlos y resolverlos a pruebas de «bombas atómicas». Es raro que la más temida será muy extrañada. Una vez me dijo que eso ocurría, y por supuesto que no le creí… ¡Pero créanme que es una verdad tan grande como su corazón!
Era “La Operadora del Overol”. Aquel sobre todo que se ponían los obreros hace 100 años. Y a trabajar horas y horas. Martillo, serrucho, soldadora, lija y decoración. Dale que es tarde. Era de la clase obrera. Con el agregado de que nunca la aburría su trabajo. Abrazó y amó su rutina durante casi 10 años en El Arte de Volver. Quizás se vació de contenido, quizás quiere bucear, aun sin máscara de oxígeno, en otros mares más lejanos y remotos.
Tenía una alta frecuencia de trabajo. Trabajaba en 220 voltios. Jamás se quedaba sin energía. Y si le sobrara… la brindaba, porque era una operadora sin interruptor. Es evidente que más allá de sus grandes condiciones y el amor por lo que hacía, sentía que su trabajo era muy importante. Porque trataba y salvaba vidas. Saber que lo tuyo es un legado inmortal para la vida de los otros, seguro que le permitía siempre dar ese 110 %. Trabajar esa hora extra. Dando todo y un poquito más también.
Tengo que reconocer que me daba un poco de miedo, ya que me pedía cosas que yo no me creía capacitado para hacer. De sentir y conectarme con mis emociones más profundas. Hablar de mis problemas. ¿Y que tengo que hacer? Tuvimos una relación algo “tormentosa”, pero la admiro, le agradezco, y jamás la olvidaré. Y también me daba mucha envidia. Yo quería hablar como ella, tener esa «labia» a la carrera, con las palabras bien puestas y de manera coherente. Y de predicar con el ejemplo. ¿Como podía llegar a ser como ella me preguntaba en silencio?
Iris Francisconi entraba en los grupos con veintitantos años y enfrentaba, cuestionaba, y no negociaba con cuatro o cinco muchachos de cuarenta y tantos, veteranos de mil batallas, y caras de cárcel. Más de culpables que de sospechosos. ¿Una sirena impertinente nadando entre tiburones enfermos y hambrientos? Esto sí que medio que yo nunca lo había visto antes. Y eso que uno dice por ahí que ya ha estado en todos lados y lo ha visto todo. Que ya está todo inventado…
Iris Nahir… ¿A dónde vas a ir? “Memoria de elefante”, siempre pendiente, curiosa y valiente. Albert Einstein decía: “Yo no tengo ningún talento especial. Solo soy curioso”. El talento fue ser una perpetua curiosa. Por eso pregunta, es sociable, extrovertida y emotiva. Se puede decir fríamente que: “Se va solo una operadora de “El Arte de Volver”. A mí me gusta decir: “El Arte de Volver jamás será lo mismo sin esta operadora”.
FEDERICO MULLER (ADICTO RECUPERADO DE «EL ARTE DE VOLVER»).