Racing Club de Avellaneda se consagró campeón de la Copa Sudamericana el sábado por la tarde, luego de vencer 3 a 1 a Cruzeiro en el estadio La Nueva Olla de Asunción, Paraguay. Tras años sin poder alzar una copa internacional, el conjunto dirigido por Gustavo Costas le dio una inolvidable alegría a los hinchas que viajaron y a los que lo disfrutaron desde el Cilindro de Avellaneda o desde sus casas.
Una auténtica invasión de hinchas de Racing copó la capital paraguaya para acompañar a su equipo en la final de la Copa Sudamericana, ese gran salto internacional que hacía décadas no alcanzaba. Hubo como treinta hinchas de Concordia que no dejaron de cantar y de saltar hasta llegar a la tierra prometida. Fueron 20 horas de viaje detrás del sueño. Salieron el jueves con tiempo sabiendo que siempre hay retrasos en los pasos fronterizos. Encima con todo esto…
Las 45 mil localidades de la Nueva Olla, el estadio de Cerro Porteño, no alcanzaron para albergar tanta ilusión. Por eso, se instalaron cuatro pantallas gigantes en distintos puntos de la ciudad para invitar allí a los hinchas de ambos equipos que no consigan ingresar.
Entre esos 50 mil fanáticos, que es una verdadera muchedumbre, hay tantas historias como personas, y yo hable con mi amigo Mariano Micol, quien viajo con «Rulo» Bordoli, «Joselo» Delgado, y «El Gato» Saure, para que me relate su viaje:
«Había grupos de Racing por todos lados, en el shopping, plazas, y todos nos poníamos a cantar. Llegamos jueves al mediodía y la ruta repleta de colectivos con hinchas de la Academia. Solo se habló, como inconveniente, de un auto de Paraguay, que parecería que el piloto venía «en pedo», se cruzó de carril, y embistió a uno que venía para acá».
«Hicimos como cinco colas de cuadras. Los boliches, el lobby del hotel, reventaban. No paraban de llegar colectivos. Raro ver tanta gente con tus mismos colores y con tanto espíritu festivo. Subís al ascensor y hablas del partido, vas al boliche, a la barra y te pones a hablar de la Copa. Solamente por tener la misma camiseta ya hay buena onda, la mejor conexión y te saludas, hablas, te conoces, te ayudas».
«Con los otros intercambias anécdotas, hablas de como hicieron para llegar acá, unos vinieron desde Neuquén. Imagínate, más de 30 horas en auto, turnándose para venir para acá. Tampoco podés ir parando mucho porque tenés que tener guita y tiempo. Hay abundantes cuentos de estos».
«Dos chicas que desayunaron con nosotros, socias de toda la vida, y se mandaron. Una dejo el hijo con el exmarido, compraron un paquete de 1.500 dólares, que incluía pasajes, hotel, y entradas a la cancha. Y arrancaron».
«Se escuchan historias de como llegan «a dedo», por tramos, hasta llegar a destino. Y sin entradas. Bandas que están acostumbradas a eso, y otras no. Dejan todo como está y se van».
«Uno se casó el miércoles para que le den licencia en el trabajo por casamiento, y así poder estar acá, no, una locura. Mostró el papel y todo, y dijo que lo hizo solamente como escusa, lo del casamiento lo hizo únicamente para venir a este evento».
«Estuvimos cenando con el concordiense Victor Bernay, que lo conoce a «Joselo», y está trabajando acá. Era ayudante de Pedro Troglio y ahora dirige Nacional. También contó muchos cuentos del mundo del futbol que son atrapantes. Clasificaron para la final del campeonato paraguayo, y si lo llegan a ganar van a la Copa Libertadores el año que viene. Así que está recontento. Nos hizo entrar a un bar y acá todos lo conocen. Le dicen: «Profe, Profe». Pero se fue a dormir temprano porque con el calor que hace, practican a las 5 de la mañana, caso contrario no se puede ni trotar. Está instalado acá. Tuvimos rica comida, rica la cerveza, y muy rica charla».
«A la cancha fuimos a las 13 horas, sin comer, no nos entraba nada. Con más que ansiedad, ya era desesperación. No había mucha gente, «regimientos de gente» llegando por todas las calles. El estadio está en un pozo, por eso se llama La Olla, entonces desde ahí ves a «todo el mundo» arribar».
«La cancha «explotaba». Entramos a las tres, y el partido era a las cinco. Estuvimos en la popular. Primer gol anulado, se festejó un montón porque no se cobró por un offside anterior. Empezó la gente a «patalear». Después gol nuestro, y otro, era todo gritos de euforia, buena onda, dos a cero. Disfrutando. Pero con el 2-1 en el segundo tiempo, un «cagazo atómico». Ellos se empezaron a venir, sin mucho futbol. Y nosotros sufriendo y mirando el reloj».
«Hacía mucho calor, 38/40 grados. Buscábamos agua y la ofrecíamos, por ahí traían otros y nos mojaban la nuca. Yo le cuidaba los hijos a una pareja que se había ido más adelante a buscar refrigerios, se genera una solidaridad que no se ve en los campeonatos locales. Mucha gente se descompuso. Cuando mirábamos el reloj, se vino el tercer gol, y después no sé qué paso con el partido, creo que termino. Mucho llanto, todo era «un mar de lágrimas».
«Esa noche Asunción se vistió de fiesta, por todos lados, donde se hicieron las Fan Fest, por el centro, parques, todos los bares, era un lleno total. Un sueño despierto. La fiesta fue interminable. Nunca conecte, como te dije en el primer audio, con tanta gente sin conocerla».
«Bueno, acá volvemos bastante tranqui porque hay mucha gente en la ruta. Unos se volvieron después del partido, otros a la madrugada, y nosotros después de desayunar. Te mando otro audio cuando llegue y recupere la voz porque estoy jodido de la garganta, de tanto gritar los goles y de festejar. Acá los muchachos te mandan saludos, todo esto fue una gran locura».
Cincuenta mil hinchas en Asunción, como cincuenta mil en el Cilindro, al igual que en diciembre del 2001, los hinchas de Racing llenaron dos canchas en un mismo día. Como dice el «grito de guerra» : «A Racing lo hace grande su gente».
Racing vivió su final internacional y se consagró campeón sudamericano de la mano de Gustavo Costa (Mascota de «El Equipo de Jose», jugador, hincha profeso, y ahora héroe y técnico). Y los festejos de la banda nuestra de Concordia se extendieron hasta horas después de concluida la gran final y seguirán así por unos días más.
Andan, como se dice en la calle, «De Larguirucho». Vamos a seguir escuchando sus narraciones asombrosas. De la hinchada, del viaje, de la cancha, y de esta «importante caravana».
FEDERICO MULLER