El viernes 16 de febrero se llevó a cabo en el Complejo Polideportivo Víctor Oppel, con gran éxito, la velada de box denominada “Nocaut a las drogas”. Fue un evento organizado por el Gimnasio “Chiquito” Cirolla, contando con el apoyo y acompañamiento de la Subsecretaría de Deportes de la Municipalidad de Concordia, gestión Francisco «Gringo» Azcue, la fiscalización de la Comisión Municipal de Boxeo, y el auspicio del Sindicato de Panaderos de Concordia. Mucha gente fue llegando y disfrutando de la impresionante animación de Mauricio «El Mota» Medina, y la copada musicalización del vicepresidente de la Federación Entrerriana de Box, Víctor «Pico» Medina.
Hubo ocho peleas amateurs que hicieron emocionar a los hinchas, siempre con su devoción incondicional por el pugilismo. El aliento y griterío de la gente demostró, una vez más, porque es tan fanática, y símbolo de la pasión argentina por el boxeo. Desde nuestros más remotos ancestros.
En la pelea de fondo me sentía entusiasmado y expectante. Walter Casco, de gran presente y local, frente a Gonzalo Davanzo, que volvía después de años ya, aun sacándose el «óxido», pero que me gustaba mucho verlo pelear. «Bebote» es del San Agustín, barrio de guapos, y cuna de los inmensos y eternos guerreros, como Juan Carlos Bogado y de Remigio Molina, nada menos.
Miré a mí alrededor y vi los ojos clavados de la gente en el primer cambio de golpes de una pelea estelar que iba a tener excitación y drama. Se iban a dar los tres rounds de tres por uno como en la guerra. Davanzo salió disparado de su esquina a lanzar golpes callejeros y furiosos. Lo corrió por todo el ring tirando desde cualquier posición y esto generó una batalla que contagió de frenesí al público presente. Pero Casco la gana pegando más y mejor, y recibiendo sus buenos «carterazos».
En el segundo, Casco, sobre la base de su altura, alcance de brazos, y velocidad, descarga una proporción promedio de dos golpes suyos contra uno de Gonzalo. Las manos caían con más frecuencias e iban desgastando la cara, el cuerpo y el espíritu del dirigido por Roque Antonio Cáceres. Que ya la estaba pasando mal. Hasta por momentos el castigo fue duro y tupido. Gran vuelta para el proyecto de Héctor Agustín Cirolla.
Cuando salieron para el tercer round las imágenes contrastaban absolutamente: Davanzo ofrecía una cara toda moretoneada y una sensación endeble, desorientada y vacilante, a pesar de pegar fuerte; en cambio, Casco adquiría la dimensión de dominador absoluto y pleno, contento, y movido por una convicción inmodificable de triunfo.
Como un felino hambriento, Davanzo se lanzó nuevamente sobre él y fue «desinflando» a Casco. Gano la vuelta a puro huevo y corazón, pero ya era tarde para torcer las tarjetas de los jurados. Al final, dos tremendos amateurs cambiando golpes durante tres minutos a cara descubierta, con un perseguidor implacable y un perseguido de punzantes y durísimas respuestas. Gano Casco, más grande y mejor preparado. Dándole crédito a un viejo axioma del boxeo que dice: «Un boxeador bueno y grande vence a un boxeador bueno y pequeño». El viernes sucedió eso.
Una nueva y popular figura está surgiendo en el mundo aficionado. Casco boxeó maravillosamente, no se dejó intimidar en absoluto y siguió avanzando y castigando con inteligencia. Si esa no fue es actuación estelar, ¿qué una actuación estelar es? Supo cuándo soltar las manos y cuándo intensificar su agresión. Creo que hubiera noqueado a cualquier otro, con lo que le dio el viernes a Davanzo. Que absorbió muy bien.
En el caso de una segunda pelea, Davanzo ajustará, se preparará más, y luchará por su orgullo y su legado. Y puede ganarla, yo creo que ese fuego sagrado en su vientre hará una pelea más competitiva y dramática. Y si llegara a ganar la revancha… No me sorprendería para nada.
LA LEY DEL DEPORTE