El muchacho de la historia de hoy es un chico super humilde. Se crio en el campo, sin gas ni luz eléctrica, en las periferias de San Jose de Feliciano, y apartado de los grandes acontecimientos. Pero luego se fue a vivir a Córdoba, a Rosario, y finalmente a Concordia, para trabajar, estudiar, y cumplir su sueño de entrenar.
¿Quién podía imaginar que aquel muchacho, crecido entre animales y monte tupido de espinillos y algarrobos, iba a descollar en maratón, luego en duatlón, y finalmente hacer triatlón? Fundamentalmente superándose a él y a sus circunstancias.
A la mañana trabaja en la panadería «La Soñada» de calle Diamante y Moulins, a la tarde entrenamiento, y a la noche facultad. Por eso genera confianza y eso es un valor altamente apreciado por todos. Tiene la capacidad de respaldar lo que dice con lo que hace. Y la gente cree que puede contar con el, en distintas circunstancias. No te va a «coletear» en «la primera de cambio».
Nadar para muchos es aburrido, con entrenamientos de horas mirando el piso. Pedalear es un sacrificio supremo, la bicicleta y sus accesorios son caros, y los entrenamientos largos contra el viento, las lomadas, y los fríos. Y correr es ya luchar cuando el físico ha hecho más de la mitad del esfuerzo, y las piernas están usadas y gastadas. El hace todo esto en medio del trabajo y el estudio que eligió, para financiar su pasión. Convencido que puede darle tiempo y recursos a sus sueños. Con una humildad que enamora a la comunidad. Bienvenido Marino «Popeye» Villalba, a «La Ley del Deporte»:
«Hola Fede, ¿cómo estás? Mi mamá se llama Mercedes Villalba, yo llevo su apellido. Somos siete hermanos. Y yo soy el número cuatro. Todos crecimos en el campo. En el ejido norte de Feliciano. A mi padre no lo conocí, ni he preguntado jamás por él».
«Viví ahí hasta los cinco años y después me fui a lo de mi abuela al ejido sur. Estaba sola, y uno de los nietos tenía que estar. Era el primer nieto varón, así que imaginate que nos llevábamos re bien. Era muy pegado. Ella murió en el 2018. En ninguna de las dos casas tuvimos luz eléctrica ni gas hasta el 2020. Antes vivíamos con el querosén, el mechero, la leña… te las ingenias. Obviamente, sin tele, sin teléfono, nada».
«Empecé la escuela que estaba como a cinco kilómetros de la casa. Luego mama se viene a vivir con nosotros, que es ama de casa y hace changas. Después se juntó y se casó con mi padrastro, que es el papa de mis tres hermanos que me siguen. El hombre se llama Jesús Godoy, me llevo re bien, es muy bueno, un hombre de campo. Trabaja en una estancia».
«Iba caminando, a caballo, y en los mejores tiempos, en bicicleta hasta la escuela, cortando camino por el campo. Esa escuela era de jornada completa. Jardín y Primaria de ocho a dieciséis. Estábamos todo el día. Era una escuela que recibía a las clases más bajas. A los barrios más pobres, digamos. Por eso iban los chicos del hogar, nosotros, porque te daban un desayuno, un almuerzo, y una merienda».
«Cuando llegaba a casa y tenía que buscar las vacas ya era de noche prácticamente. Todos los hermanos teníamos una tarea. Buscar la leña, los chivos, las ovejas, las vacas… Cuando llegamos tuvimos que pagar el derecho de piso, nos robaban las cosas, los animales…».
«Siempre fui abanderado, en la primaria, en la secundaria, hasta en la terciaria. Una de las cosas que me llevaban a estudiar mucho es que mi mamá no sabe leer. Entonces llegaba a mi casa y si no aprendía en la escuela… Olvidate. Eso me llevo a estudiar mucho».
«En secundaria jugaba al futbol en la calle, y al vóley. Ya empece a socializar un poco más. Pero una de las cosas que me frenaba era que nosotros, por ejemplo, andábamos en alpargatas. Comprarme unas zapatillas o botines olvidate, era imposible. Yo empiezo arreglar y a cocer zapatos viejos, pelotas, para poder jugar».
«En la secundaria seguí en mi escuela una parte nomás, hasta tercer año. Me cambié en el 2008. Mi hermana se había ido a trabajar a Córdoba. No existía eso de estudiar o trabajar. Había que trabajar. Nadie había terminado la escuela. Mis hermanas dejaron, mi mamá no fue, y demás. Tenía catorce años y me fui a Córdoba. Venite con nosotros, me dice. A una avícola. Mataba, desplumaba, limpiaba, enfriaba o congelaba los pollos. Es duro, ni te cuento en invierno. Conocí tener un futuro y como la gente lograba tener cosas. Y me quede a trabajar allá, pero no había la opción de estudiar».
«En el 2010, con dieciséis, le digo a mi mamá que quería volver y terminar la escuela. Me anoté en cuarto año de la escuela Normal. Llegue ahí y tuve que aprender francés, me fue bien, termine y empece el ingreso para Derecho. Me fui hasta Córdoba y aprobé. Me dice mi mamá, tenés una semana para buscar trabajo, pero no conseguí, y me volví».
«Me fui a Rosario a lo de mi otra hermana que estaba trabajando y me dijo que me quede. Ellos vivían a cinco kilómetros de la universidad de ingeniería agronómica, en Zaballa, a veinte kilómetros de Rosario. Cuidan de una granja. Y me dice quedate con nosotros. Aprendí a manejar el tractor, a producir… Yo en la universidad no la veía «ni cuadrada». No me iba bien. Aparte tenía que trabajar, a veces no podía ir, así que no era una vida de estudiante normal. Y decidí volver, le digo que no, que muchas gracias, pero me volví a Feliciano. Ya tenía dieciocho años».
«Le dije a mi mamá que iba a estudiar para maestro, obviamente que me iba a buscar un laburo. Me dijo que pruebe. Trabajaba como pasante en el consejo deliberante del municipio. Me fui a vivir solo al centro, vendía milanesas, hice de niñero, de hijos de amigos, me las rebusqué…».
«En el 2017 me llamaron para trabajar en prensa de la municipalidad hasta fines del 2018. Le digo que si, que me servía el trabajo. Y pude terminar la carrera de maestro mientras trabajaba en prensa. Armaba las gacetillas, asistía a cubrir las diferentes áreas, y escribía informes de las actividades».
«Un amigo estaba estudiando educación física, Maxi Osan. Me dice, no querés ser mi primer alumno. Y bueno, si, no tengo drama. Fuimos al polideportivo. Vas a correr. Y ahí empecé. Corría doce minutos y me moría. Me dice ¿qué querés hacer? Quiero hacer triatlón. Ja, ja, ja. ¿Sabés nadar? Nunca nade en mi vida. ¿Y la bici? Tengo una bici playera. Ja, ja, ja. Había visto unos videos de triatlón y me había identificado con esas imágenes, nada más».
«Yo no sabía lo que era ni una maratón, nada de eso. Cero. Y había sido que en Feliciano había un grupito que se dedicaba. Me invitan a entrenar y el que mejor andaba me dice «seguí que vas a andar bien». No sabía de tiempos. Después empecé a conocer los números, los ritmos, yo solo corría. Mi mejor marca es de 33′ 35″ los diez quilómetros en la Maratón de Feliciano. Y la segunda es de 33′ 58″ en la maratón de Mocoreta, ambas en el 2017″.
«Había un grupo de mountain bike y arranco. Me dicen vas a andar bien. Me consiguen una bici que era del ex gerente del Banco Nación de Feliciano, Adolfo «Taki» Pucheta. Ahora está en Corrientes. El me iba a llevar a conocer a Mateo Orlandini. Me dice, te la presto. Empece mountain. Y ganaba mi categoría».
«Un policía, Nelson Vega, a quien seguro conoces, es de Feliciano, anda en bici, es triatleta. Me dice, ¿te animas a hacer duatlon? Si, le digo. La bici era gigante, no llegaba ni al piso. Me dice que el sábado se corría la final del campeonato entrerriano. Te presto la mía. Bueno. Me acuerdo que llovía y me hace dar unas vueltas antes. Nunca había andado en una de ruta. Me advertía. No tenés que mirar la rueda y no pienses en caerte. Anda despacio. A 20 o 25 km por hora. Me larga en la final y gané mi categoría».
«Así fue como empezó el dúa y ya al año me consiguieron una bici de un triatleta, y salí campeón entrerriano de dúa en mi categoría en el 2016. Fuimos a correr a una carrera de La Paz y se daban trofeos del primero al décimo. Yo había ganado. Pero se subió otro por mí, uno de Feliciano. El se llama Walberto «Beto» González. ¿Lo conocés? Me llevaba a todos lados. Todo gracias a su mujer y a el, pude participar del circuito. Trabajaban muy bien en una carnicería. Me dijo entrená con nosotros. El tenía auto, la señora también, y empezamos a viajar juntos.«.
«Ya iba a La Paz, a Cerrito, a todos esos lugares que no conocía. Y me hacía de amigos. Ya iba conociendo gente y charlaba un poco más. En 2017 fui a representar a Entre Ríos en un campeonato nacional de pedestrismo.«.
«Yo nadé en una pileta allá que es de una colonia de vacaciones. Y en el 2017 debuté en un acuatlón de Chajarí. No conocía tirarme en aguas abiertas. No conocía el río ni el lago. Llovía y se movía. A los cincuenta metros quise dar pie y me hundí. Casi me ahogo y me muero, obviamente salí último del agua, pero me recuperé bastante en el pedestrismo».
«Me recibí de docente en el 2018. En 2019 hice una pasantía en fiscalía de Feliciano. Ahí llega Fernando Méndez. Casado con la hija de Luis Méndez. Mi actual jefe en la Panadería y padre del pedetrista Martín Méndez, que quién vos le hiciste una nota. En fiscalía trabajaba casi «ad honórem». Y además tenía mi trabajo para poder pagarme el alquiler y comer».
«En la final del dúa de San Salvador conozco a Gonzalo Márquez. Y seguimos hablando en las redes sociales. Me invito a hacer una posta en el tría del lago, corrí con el, y ahí quedo la amistad. Y cuando decido irme a Concepción, el se ofrece a darme hospedaje en su casa de Concordia, para que pruebe».
«En octubre le digo a la fiscalía que voy a dejar. Fernando me dijo mira, mi suegro, Luis Méndez, tiene una panadería en Concordia, podés ir. Bueno probé, hice el curriculum, «Gonza» Márquez me dijo que pare en su casa, me iba a poder quedar un tiempo con ellos hasta que consiga algo y me acomode».
«El sábado fui, el domingo corrí en Colon, volví y Luis me dijo: «El lunes tenés laburo. Empezá a limpiar bandejas, a ordenar». Era en la panadería «La Soñada» de calle Feliciano del barrio Martín Fierro».
«Y después debuté en un triatlón de Paraná. Me tire en el Paraná y debute ahí. Corría, y ya pedaleaba un poco, porque hacia dúa. Fue esa y nada más. No tenía los medios económicos para seguir. Después, en 2020, cuando vine a vivir acá, pude hacer más o menos regularmente el deporte. Porque la Pandemia paró bastante las actividades».
«Vivía con «Gonza» Márquez, en calle doctor del Cerro, barrio La Colina. Mi jefa abrió la sucursal en calle Diamante, entre el barrio Centenario y el San Martín. Me dijo que vaya. Te podés quedar en una casita del fondo que está ahí. Huy, me viene re bien. En algún momento iba a tener que buscar un alquiler. Mi jefe construyo unos departamentos, y sigo viviendo ahí atrás, muy cómodo».
«Actualmente, tengo veintisiete años y estoy estudiando profesorado de historia. Estoy en segundo, me falta este y dos años más. Para poder trabajar en la secundaria y dar clases a los alumnos».
«Una de las frases que más veces escuché es estudias o trabajas. Y ni pienses en querer hacer algún deporte. No te da el tiempo. En mi caso, creo que hizo el efecto contrario a lo que se espera que hagas. Lo tomé «como algo personal» y empecé».
«Hoy me muevo en una bici que la gane en un sorteo por hacer deportes. Esas cosas lindas como haber terminado un campeonato de acuatlón, un campeonato de duatlón, y ahora uno de triatlón, son momentos mágicos para mí. Hizo convencerme, aún más, de que pelearla por lo que uno quiere vale la pena».
«La decisión que tomé aquella vez de agarrar mi mochila, venirme a un lugar desconocido como Concordia, sin nada más que las ganas de crecer como persona, deportista, y estudiante… Está dando sus frutos. Quiero darle las gracias a los que estuvieron y siguen estando presentes, desde que empecé a correr».
«Algunos dirán «tuviste suerte»,»no lo hiciste solo», «te ayudaron», «pasa una vez en un millón». Y sí, es verdad que hubo gente que me bancó desde siempre. Que me dio una mano y que me dijo «vos podes», «intentalo». Y lo lindo es que la mayoría sigue estando presente».
«Pero también le puse muchas ganas. La peleé de una y mil formas. Miles de intentos fallidos y volvía con mi «terquedad». Rompía las pelotas hasta que salía. Mi familia lo sabe muy bien. Estoy orgulloso. Y… el que no siente orgullo por su madre, su hijo o por sí mismo, no siente o no lo valora».
«Luego apareció mi entrenador, un excelente triatleta y persona a quién le debo muchísimo que es Mateo Orlandini. Y fui conociendo gente increíble como Claudio Acuña, vos, y una gran cantidad de personas que pareciera que me conocieran de toda la vida, porque me brindan su afecto sin importarles nada».
«También quiero agradecer a Agustín Lauría, a María Noel Rico, a TuBiciAquí, y obviamente al Gimnasio Nikaia. Y felicitar a la ACPC, que son los organizadores de semejante circuito de duatlón y triatlón, y por el gran premio de la bicicleta que me dieron. Todavía no lo puedo creer».
«Soy muy de sentir admiración por los que son mejores. A ellos me encanta escucharlos, aprender, y verlos hacer. Les «saco información confidencial» para mejorar y crecer. Soy fanático del que tiene porque lo dio todo y se arriesgó, aun cuando el miedo era grande. Me considero amigo del aventurero, del «pie descalzo» con sueños grandes. Esos hacen cosas grandes. Soy admirador del que labura, del que estudia, y del hace lo que le gusta«.
«Me gusta estudiar y aprender cosas nuevas. Este invierno seguiré entrenando y compitiendo en el circuito de duatlón Jeep Costa del Río Uruguay 2022, y en el verano, si Dios quiere, el de triatlón, aunque los estudios no los pienso dejar».
Ser humilde significa tener una actitud permanente de aprendizaje y saber que necesitas ayuda. La humildad nos conduce a la aceptación de nuestras carencias y fortalezas. Teniendo esta visión completa, podemos plantear una vida con objetivos realizables, y todos los días acercarnos a ellos.
La humildad siempre trae éxito. Dice el gran libro de los Proverbios que «riqueza, honra y vida es el pago por la humildad». Es decir, que la humildad siempre trae abundancia. Si bien no todo el que tiene abundancia es humilde, todo humilde terminará con abundancia.
Es fácilmente verificable su honradez, el respeto por los demás y por sí mismo. Pasamos demasiado tiempo desarrollando las fortalezas culturales o sociales, como ser un conversador agradable, tener muchos músculos, buen humor, abundante plata, etc. Muchas veces lo hacemos porque, en el fondo, deseamos ser aceptados por los demás. Pero nos enfocamos tanto en esas fortalezas externas, que perdemos de vista las internas, las verdaderas… Como ser un hombre honesto, sencillo, y humilde.
El es una persona digna de confianza, que transita la vida sobre buenos valores, que constituyen la esencia de un pibe puro y duro. Esos valores son su guía, su camino a recorrer, y por suerte desde muy chico ya los tenía. Y eso vale oro, pero lamentablemente escasea y mucho en estos tiempos.
LA LEY DEL DEPORTE