Victoriano Fernández nació en Garupa, provincia de Misiones. Muy cerca de Posadas. Entre monte y yerbaterales. Es bien fácil darse cuenta que es descendiente de indios. De los argentinos autóctonos. No de los argentinos descendientes de blancos o de negros. De los marrones. De los que habitan esta tierra desde hace miles de años. Los argentinos nativos. No se si lo imaginas a como luce el hombre de la historia de hoy. «El Viejo Soriano»…
Los que primeros se instalan en Garupa fueron los ferroviarios y la Estación de Trenes de ahí. El padre era Ferroviario y la mamá los abandonó cuando eran muy chicos. Cuando lo trasladan a Concordia siempre escuchaba historias de este boxeador, de aquel. Imagínense que los años 70 fueron los «Años Dorados del Boxeo Argentino». A nivel internacional brillaba Monzón, Loche, Galíndez, y Bonavena. Eran temas de rutina hablar de este o de aquel campeón mundial. Se los recitaba de memoria como a los equipos de futbol…
El escuchaba y preguntaba por este boxeador, por aquella pelea. Con esa cara de malo que tiene. Se ríe cuando algo es gracioso. Pero se rié como un chico cuando le «quebras la guardia». «El Profe» le mandó un mensaje de voz a quién esto escribe que decía así: «Lobito»… Como me haces c… de risa. Que barbaridad con vos…». Aparte tiene un corazón gigante. ¿Como haces para dedicar todos los días del año durante toda tu vida a una profesión tan difícil y sacrificada? Con tantas necesidades propias y ajenas… Tenes que amar lo que haces. Y sentir que es muy importante para vos y para la sociedad. Sin ese «motorcito» hace rato que hubiese «metido violín en bolso». A el le gusta enseñar y educar a los gurises.
«Soriano», como también se lo llama en «El Sub Mundo del Boxeo» y en el barrio Centenario, se fue a vivir a La Plata a los catorce años. Quería conocer a su mamá. Convencido de que necesitaba verla, escucharla, sentirla, entenderla, recibir y darle afecto. A la gran nada. Ni un teléfono tenía. A los tres meses la encuentra de terco nomás. Y se queda muchos años en el conurbano bonaerense.
Fernández entrenaba boxeo como se entrenaba en aquella época. En piezas de dos por dos y se daban con todo. En garajes o baldíos de la zona. No había médicos deportologos, nutricionistas ni preparadores físicos, no existía nada de eso. Se funcionaba a pura pasión y sueños. Ellos moldeaban un escombro sin forma y lo convertían en un elemento de entrenamiento. Lo único que necesitabas era tener hambre, en cualquiera de sus variantes… Y transpirar «como chorizo en la aguantera». Y amar lo que haces.
El hombre de la historia de hoy en La Ley Del Boxeo cometía errores porque no sabia muchas técnicas y estrategias para mejorar la capacidad del boxeador. Reconoció siempre que necesitaba aprender y escuchar. No fue un boxeador, pero eso no te inhabilita para ser un buen técnico. Son dos profesiones diferentes. Que precisan herramientas y condiciones que salen desde otras cajas de herramientas. ¡Saltar a la soga no te da dotes para convencer, cautivar, y contener a los gurises!
Víctor amo siempre el boxeo. Y todavía lo quiere y mucho. Y le tiene afecto a sus pupilos, con una paciencia de araña. «Mira que me han hecho cada cosas «los gurises.» (Se ríe). Tiene historias para hacer varios libros con pobres con guantes, boxeadores malos, buenos ignotos, buenos conocidos, muy buenos, y archi conocidos también… Los dolores de cabeza que le dieron… Y siempre les abre las puertas. Siempre hay una oportunidad. A nadie se lo deja tirado.
Este es un negro sin títulos y bien serio. Y medio seco. Yo conozco muchos simpaticones, con títulos universitarios, rubios de ojos celestes y ricos. Pero bien secos en valores. Los cortas al medio y encontras miserias nomás…
Fue entrenador del ex campeón argentino Diego «El Rako» Jaurena y de el ex campeón argentino y sudamericano Alfredo «El Gringo» Jaurena. Dirigió a Sergio «Piltrafa» Sanchez, Gustavo «El Perrito» Vittori, a «Tin Tin» Ruiz, a «El Picante» Bermúdez, «Pulgarcito» Zalazar… Y a miles de chicos que encuentran en su gimnasio de boxeo un santuario que los contiene y encamina de tanta desesperanza y violencia que hay hoy en la calle. Frente a la Plaza de la Facultad, atrás de Estación Norte, en el club Ferrocarril, actualmente en el Gimnasio Municipal, y en tantos otros refugios de Concordia.
Soriano ha sido, y aún lo sigue siendo, un pintor. En la casa lo encontras haciendo jardinería o cocinando para la familia y los amigos. Le gusta, pregunta, es curioso a dos manos: «Lobito», nosotros «Los Negros»… Tenemos que preguntar y aprender de algunos conocimientos de los blancos… «.
Los gurises necesitan «como buche en el desierto» un mentor como Victoriano. Un amigo que quiere una vida sana y de bienestar para vos. Desea que te vaya bien y mucho. El sabe todo de sus alumnos, y a pesar de eso los quiere y mucho. Se pone siempre en el lugar del otro.
La Ley del Boxeo gusta de verlo, intercambiar frases, algún cuento, y darse muchos saludos y desearse muchos éxitos para el próximo desafío. No tenemos mucho en común. Tenemos personalidades diferentes. Eso me atrae. Uno aprende de él. Dame a Víctor, yo te doy a los «Sabios de Barro», que son los primeros que «se deshacen cuando viene la tormenta». Y eso que le han hecho «las mil y una…»
Victoriano Fernández esta todavía ahí, en el Gimnasio Municipal de Concordia. Es la voz correcta que te impulsa a mejorarte, a creer en vos, y que te acompaña en tu camino al objetivo. Te entrena, aconseja, guía, te quiere. Te valora. «El Viejo» comparte su vida con el otro. No tiene desperdicio hablar con él. Siempre está con muchos boxeadores aficionados alrededor practicando y «gastándolo».
Y con su hijo «El Washy» que es su ayudante y sucesor. Todos movidos por una nueva y linda meta en conjunto. Trabajando a pleno en el mismo lugar de siempre. Pero también siempre, con un sueño diferente… Como dice la canción: «De un sueño lejano y bello, soy peregrino…».
LA LEY DEL DEPORTE (JUEVES 20 HS MATRIX 94.9 Y WWW.RADIOMATRIX949.COM).
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