FEDERICO "LOBO" MULLER

BOXEADOR JUSTO «EL TORITO DE MATADEROS» SUÁREZ POR LA LEY DEL BOXEO

El 9 de enero de 1909 nació Justo Suárez. El hombre de la historia de hoy en La Ley Del Boxeo. El 10 de agosto del 2019 se cumplieron 83 años de la muerte de uno de los boxeadores más queridos y amados de la historia Argentina. Justo Antonio Suárez. «El Torito de Mataderos» (24-2, 14 KO). Peleaba con las manos y con el corazón. Murió de tuberculosis. Solo tenía 29 años… Relató un historiador: «El día que murió lloraron los doce millones de argentinos. Y Mataderos fue la desesperación.»

Nació en el 1909. En la más dramática de las pobrezas. Siendo el décimo quinto hijo de una mujer, María Luisa Esbarbaro, que dio a luz a veinticinco criaturas. Nacido y criado en Mataderos, barrio de guapos donde tener una faca filosa estaba «a la orden del día». Julio Cortázar le dedico un poema inolvidable. Otros artistas se inspiraron en su vida y le dedicaron canciones, libros y cuentos. Su vida fue de película. Corta pero estremecedora.

De niño laburaba de lustra botas, de «canillita», y de Mucanguero. El trabajo que nadie quería agarrar. Era horripilante. Juntaba la Mucanga (grasa liviana) de los Mataderos de aquella época. También fue ayudante de periodista deportivo en el diario La República. Se calza los guantes a los once años y debuta como aficionado a los catorce. En el Club Argentino de Flores. Era muy taquillero y popular por su estilo en el ring y su personalidad con la gente. La gente siempre se enamoro de la gente alegre y afectuosa. Era familiero según sus contemporáneos. El primer gran ídolo del boxeo argentino.

Como aficionado peleo 48 veces en tres años. No perdió ni empato. Siempre le ganó a todos en Capital y en el país. Se retiró invicto. Fue un fenómeno. Lectoure lo lleva a Estados Unidos y gana las cinco peleas allá. Volvió hecho un Dios. El capo del barrio. Nacía un peleador popular y nacional de exportación.

Ah… y fue un inolvidable campeón argentino de los Ligeros (62 kilos). De estilo franco y arrollador. Debuta como profesional en el Parque Romano de la Capital Federal un 19 de mayo de 1928. Sus golpes y su ternura se convierten rápidamente en «la espada» de su barrio pobre y olvidado. A menos que sea necesitado… Gana el campeonato argentino Ligeros un 27 de marzo de 1930 frente al invicto campeón Julio Mocoroa ante una verdadera «muchedumbre» de 40.000 personas en la vieja cancha de River. El ya era un ídolo por su coraje, pegada y un corazón que lo llevaba hasta la victoria siempre. Pero también por su magnetismo de su sonrisa compradora. La clase de boxeador que excita y entretiene a las grandes masas…

En agosto del 30 se va de gira a los Estados Unidos algo disminuido por una enfermedad que no se conocía por la Argentina. Igual se da el gusto de pelear y ganar en el legendario Yankee Stadium del Bronx, New York. Gana dos más en Queens. Como era joven y fuerte podía acarrear sus malestares hasta doblegar a sus rivales. Despierta la admiración del mundo ganándole a consagrados como Ray Miller y Louis Kaplan, tipos que están entre los mejores Ligeros de todos los tiempos. En la mismísima Meca del Boxeo: El Madison Square Garden de New York.

Vuelve a la Argentina y es una estrella. Se viste bien, se compra un auto de alta gama para la época… Mete esa sonrisa seductora por todos lados. Sale en la tapa de todos los diarios y de las revistas. Se enamora de una rubia fina y despampanante: Pilar Bravo (¿la primer botinera de nuestra rica e interminable historia?). Una niña de seda y de rosa. ¿Qué más le podía pedir a la vida? Regresa a pelear dos veces en Buenos Aires y una vez en Montevideo. Sus batallas no se las quería perder nadie. Iban Reyes y Reinas. Presidentes y Artistas consagrados. Los plebeyos se subían en los acoplados o se colgaban de los carros. «La popu» no se las perdía «ni a gancho»… Había Baile en el Luna Park.

Le disputa el título del mundo a unos de los mejores Ligeros (61.300 kilos) de la historia: Billy Petrolle. Pierde por KO en el 9 y su invicto. Pero ya con la enfermedad que le pisaba los talones. En aquel mundo había un solo campeón del mundo por categoría. Para tener la chance había «que remarla en la arena». Y él lo había hecho, y enamorando todo lo que tocaba. Pierde el título argentino frente a Víctor Peralta por KO en el Luna Park un 12 de marzo de 1932. Arranca la triste y solitaria parte… «La tuberculosis le empieza a hacer cosquillas».

Hace un intento de regreso frente a su amigo Juan Pathenay en octubre del 35. Pierde sin decisión. Ya «El Torito» no tenía ni fuerzas ni apetito para estar a la altura de su popularidad.  Dicen las crónicas de la época que esa noche todos lloraron. La enfermedad se lo estaba comiendo vivo. Su mujer dejó de encenderle los labios con sus besos de amor. Luego lo deja. Se divorcian. Se retira. Huye seco, enfermo y solo a Córdoba. Fiebre, sudor y soledad en la vida del segundo gran ídolo del boxeo argentino detrás de Luis Ángel Firpo… «El Torito de Mataderos» deja de sufrir a los 29 años. Nada. Hace ya más 80 años. Cuando llega la noticia a la capital de la Argentina, Buenos Aires, una multitud sale a despedir al «Campeón de la Gente». Aquel día «la banda del barrio» buscó su ataúd en el cementerio y se lo llevo hacia El Luna Park. Donde había sido figura…

Ya hacía rato que el Tango que le habían dedicado, «Muñeco al Suelo», era todo un éxito en las radios. La parte que más le gustaba cantar a la gente decía, dice, y dirá por siempre así: «De Mataderos al centro, del centro a Nueva York, seguí volteando muñecos, con tu coraje feroz…».

LA LEY DEL BOXEO

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