José Ramon «Pulgarcito» Salazar nacio en Concordia un 15 de julio de 1964. Y murió de un balazo a quemarropa por un ampón conocido como «El Marica» Benítez en agosto de 1992. Era un Semi Completo. O un Crucero. De un físico tremendo. Musculosísimo. Parecía un patovica de esos que pone orden «si se complica la noche…». «El Moco» Zalazar, como le decían los amigos del barrio, tenia unas anchas espaldas. Parecía «El Increíble Hulck». Todo «explotado», y que generaba una gran atracción en las mujeres… «Pulgarcito» era un galán. Siempre las mujeres gustaron de «los chico malos» y con hábitos extremos.
Era del barrio Universidad de nuestra ciudad. Tenía ocho hermanos y se la pasaba en la calle. Se hace conocido y despierta curiosidad en el gimnasio de don Nicolás Camino. Había aprendido el ABC del boxeo con el legendario entrenador. Era un boxeador fuerte y que llamaba la atención por donde ande. Tenia un «aura» distinto. Y en la calle todos sabían quien era. Su barrio (a una cuadra de la escuela San Martin) era puro campo, baldío, y un puñado de ranchos dispersados sobre las colinas. Sin calles, ni veredas, ni negocios modernos. Para ver las luces y sus encantos había que caminar y mucho.
«Pulgarcito» fue pupilo de el legendario profesor Nicolás Camino. Hizo hasta tres combates como profesional con él. Luego lo dirigió Victoriano Fernández. No se dice que fue de los mejores Semipesados o Cruceros. Se dice y habla mucho más de él como personaje de la ciudad, como ganador de chicas, como un pesado en el barrio, que como gran deportista. Su fama como «picante» había superado a su fama como boxeador y deportista. Se decía que era un idolo de burdeles, que andaba calzado, que era un muy buen tipo, muy leal a los que lo querían, y a los que el confiaba ciegamente. Pero que «toreaba la muerte» en donde mande la ocasión si había gente que quería ver de «que madera estaba hecho». Iba al frente y se enfrentaba hasta con un árbol gigante. Era la fuerza de choque del barrio y de sus amigos. En el ambiente del boxeo llegan solo palabras buenas hacia él. Un muchacho honesto y crédulo, pero que «iba al choque».
Como profesional debuta el 7 de abril de 1988 ganándole por KOT a Juan Carlos Lucas en Santa Fe. Y gustaba porque era fuerte y sus músculos prometían e ilusionaban a muchos. Pegaba, pero cuando lo conectaban se iba a cazar su rival . Y se la jugaba en la ruleta rusa del «palo por palo». Y en las grandes categorías una mano siempre puede cambiar tu plan de pelea y tus condiciones. Siempre estas a una mano del éxito o del hospital.
El 8 de julio de 1988 pierde su segunda pelea de local en Concordia y por KO. Frente a Eduardo Antonio Carranza. Iba a ser una constante. Ganar por KO o perder por KO. Cuando lo conectaban salía a ver si metía la mano «que pague las cuentas». Se le «salía la chaveta». Su mente era arrastrada por pensamientos «asesinos». Con el correr de su carrera se fue desmotivando. Era mas lo que andaba por ahí «entre copas y corpiños», que lo que andaba «entre las sogas». La calle y sus ofertas lo empiezan a seducir y a «llamar» más la atención. Era la «gran fuerza de choque» en un barrio plagado de guapos.
El 18 de noviembre de 1988 vuelve a pelear y a la victoria frente a Raúl Omar Pérez. En Concordia ya todos lo conocían. En el ambiente del boxeo más. Y en la «nocturna» ni hablar. Bailarín de madrugada. Exudaba virilidad y miedo. Entre tanto vagonetas, este les llamaba y mucho mas la atención a «las pipis». Encontraban una posible contención, seguridad, y esa pasta de campeón que tanto les gusta.
Peleó dos veces y las ganó a las dos frente al popular concordiense de división Crucero y Pesado: Daniel Eduardo «Dinamita» Guibaudo. Le gano bien y sin discusión. «Pulgarcito» se enfrento con el áspero campeón Marcelo Figueroa por el campeonato Sudamericano Cruceros. Contra un tipo de 40-5, 31 KO. Que colecciono títulos de todo tipo y pelajes en las categorías mayores. Cae por KO. Pero siempre dando ventajas de preparación y de laburo fuerte.
Pero se subía al cuadrilátero, pelaba la capucha, y parecía más Hércules que un chico del barrio Universidad. Intimidaba desde el arranque. Luego se quedaba sin nafta y se la jugaba. Perdía la cabeza y salía a «matar o morir». Sea King Kong o Frankenstein. Que se pudra todo.
Por unanimidad era muy querido y muy respetado. En la calle, y por sus compañeros del gimnasio Nicolás Camino y de Victoriano Fernandez. Es muy extrañado en la familia concordiense del boxeo. Un muy buen tipo. Vieja escuela. Viejos tiempos.
Luego seguía en actividad como un probador fuerte que le podía amargar la noche a cualquiera. Hasta que un 6 de agosto de 1992, con un tornillo importante en la ciudad de Concordia, llegan unos matones liderados por «El Marica» Benítez a un asado en Villa Jardín. Dos piden algo para tomar porque andaban con sed. Sale «Pulgarcito» a ver en que los podía ayudar y encuentra la muerte. Cobarde.
Algunos dijeron que que le vaciaron el revolver a todos. Que metieron una buena cantidad de plomo a toda la concurrencia. La única verdad es que el único que terminó con una bala fatal en el pecho fue «Pulgarcito» Salazar. Quien recién tenia 28 años.
Fuentes bien informadas dicen que el motivo fue el más antiguo de la historia: Los Celos. «Dicen que dicen» que fue mandado por un marido celoso. Que se sentía mal porque su mujer se envolvió en una ardiente relacion apasionada con él. Que no logro tolerar el malestar de que su mujer «juegue a dos puntas» y que «le pedaleé la bicicleta».
«Pulgarcito», que era boxeador, fuerte, fachero, y encima andaba calzado, generaba miedo y admiración. Y celos de «machetes» que se sentían menos y veían como sus mujeres «lo miraban de reojo». Otras perdían el raciocinio y se entregaban a la lujuria y al placer.
Muchas mujeres «sienten cosas» por un tipo joven, fuerte, sexualmente muy atractivo, y activo como guerrero. Les genera una alta dosis de adrenalina. Acá tenemos una antigua receta para el desastre. Así que todo el mundo a declarar por la tragedia.
Así nos dejo uno de los boxeadores mas conocidos de la historia del boxeo de Concordia. Su solitario, cobarde, y triste final todavía se discute, conmueve, y se debate. Esto es solo fruto de leyendas contadas por testigos de la época. Y que puede llegar a servir como «disparador» para que un buen día se sepa toda la verdad. Y para que «El Moco» Salazar, como le decían en el barrio Universidad, pueda descansar en paz…
LA LEY DEL BOXEO (MATRIX 94.9 Y WWW.RADIOMATRIX949.COM)