La primera imprenta arrancó en el 1700. Y, a diferencia de lo que paso en el resto de América, fue construida con maderas de la selva del Alto Uruguay y del Alto Paraná. La hicieron los jesuitas, quienes publicaron inclusive algunos libros en Guaraní. Para evangelizar a los indígenas de nuestra región…
La primera «Gaceta» apareció en el puerto de Buenos Aires un martes 19 de junio de 1764. Era para difundir las ideas legales y jurídicas de la nueva organización de la Argentina. Su gran impulsor fue Mariano Moreno. En ese inicio los periodistas eran mirados como políticos. El país era gobernado por periodistas como Dorrego, Alberdi, Mitre, y Sarmiento. Y otros que tenían intensiones, pero no llegaron…
El diario en Argentina comenzó como medio de circulación y defensa de los ideales revolucionarios e independentistas de aquella camada. Salieron para que la gente esté enterada de los acontecimientos, actitudes, y políticas de los funcionarios en nuestro país. Y también en el exterior. Y así poder comentarlos y criticarlos con libertad.
El primer diario de interés general fue el emblemático La Capital de Rosario. Se suscribían o lo iban a buscar directamente a la imprenta. Luego se los empezó a» vocear». Salían los Canillitas, que les decían así porque tenían pantalones cortos, y las canillas expuestas, a los gritos por las calles para que la gente se tiente y los compre.
Y al interior llegaban por los nuevos ferrocarriles argentinos, para después ser vendidos por los pibes. Algunos lo consideraban horrible eso de andar a los gritos, como si fuesen «pastelitos», pero se impuso inmediatamente.
Los Canillitas eran una raza aparte. Aún hoy quedan algunos «rezagados». Son vivos, pícaros, y creativos de labia. Y toda la inventiva e imaginación de los personajes de mucha calle. Cada uno copaba su zona y la defendía de invasores extraños de otros barrios. De tu esquina no te movía nadie. Ni con la «orden de un Juez»…
El 1 de enero del 1915 nació el legendario El Heraldo de Concordia. De la mano del famoso Doctor Lieberman. Hoy sigue funcionando en el mismo lugar de siempre. En esa emblemática esquina de San Luis y Quintana. Se puede visitar esa reliquia, y las modernas instalaciones a la vuelta. Íntimamente ligada a nuestra historia. Si no pasó por ahí, es porque «nunca sucedió».
Pero el deporte en los Diarios solo se difundía como un hecho asilado, colorido, pero sin una sección especial. Ni mucho menos un Diario Deportivo.
Recién en 1919 sale la revista El Gráfico. Aunque era de interés general, tenía mucho de los deportes de aquella época. Más que nada de natación, carreras de caballo, futbol, equitación, atletismo, tenis, boxeo, y automovilismo. Después de la edición 300, el legendario semanario arranca a ser exclusivamente un Magazine Deportivo. Y el mejor de todos los tiempos. Tenía a los más notables escritores y periodistas de aquel momento. Tipos cultos, prestigiosos, de buena gramática, y de tremenda determinación por la información. Alta pluma a falta de poco acceso a la información. El Gráfico siempre impactaba por su papel, tamaño, y tremendas fotos.
La hazaña deportiva del boxeador Luis Ángel Firpo el 14 de septiembre de 1923 peleando por el título mundial en New York frente a Jack Dempsey lo cambiaria todo. No solo fue el primer relato radial del deporte argentino, sino también la venta de los diarios, en especial el de La Nación, fue un suceso tremendo. Se vendieron «como pan caliente». No paraban de salir nuevas ediciones.
Y eso hizo ver, también con la participación del seleccionado argentino de futbol en los Juegos Olímpicos de 1924, que había un nicho de un mercado muy grande, popular, y tentador: los aficionados a los deportes.
El dueño de El Gráfico, Constancio Vigil, trae a tres periodistas uruguayos que hicieron historia con su buena prosa: Ricardo «Borocotó» Lorenzo, Félix Daniel Frascara, y Alfredo Rossi. Luego vendrían Julio Cesar Pascuato «Juvenal», Dante Panzeri, y Osvaldo Ardizzone, a los que leí y disfrute.
Así como en mi ciudad muchos lectores lo esperábamos los martes por la noche al pie de nuestro kiosco, otros miles preferían ir a las estaciones de trenes, esperar que bajen el paquete de diarios y revistas que procedían de la Capital y no esperar siquiera un día la distribución.
El Gráfico tapizaba con sus láminas desplegables, sus tapas y hasta notas las paredes y ventanas de las piezas, bares, talleres, peluquerías, restaurantes y todo tipo de comercios.
El diario en prensa deportiva tuvo que ir adaptándose a los avances tecnológicos. En la década del 40 la gente hacía largas colas para poder conseguir un diario y poder leer las crónicas deportivas. Fundamentalmente, los resultados de las carreras y de los partidos de futbol. Los redactores recibían la información por telégrafo y la escribían. Si no llegaban, por lo menos debían saber el resultado. Y el proceso se lo inventaba «a suerte y verdad». Se construía la historia, aunque sea con los casi nulos comentarios que por ahí llegaban… No se le podía errar en los resultados. Sí, en quién jugó mejor o en como fue la carrera o la pelea…
En 1932 sale una revista llamada Alumni, que hoy puede sonar insólita y desopilante, pero que se la necesitaba casi que tanto como a los jugadores. Informaba en las canchas los resultados de los otros partidos. Había carteles en un costado del campo que tenían chapas que se iban cambiando. Según el color y la letra, estos representaban al local o al visitante, los penales, los goles, las expulsiones, resultados, etc. Todos esos símbolos obviamente que también estaban en la revista Alumni, que la gente tenía muy a mano. Así sabían como iba el clásico rival, o el puntero del campeonato en determinada cancha, o a cuanto quedaba tal equipo de la punta. Esta revista era la más usada…
Hasta que llegaron, a finales de la década del 50, las Radios Portátiles a Transistores. Que fueron usadas rápidamente por las hinchadas. Ahí ya la gente podía escuchar a cada uno de los enviados especiales con el comentario y el informe desde cada uno de los estadios. La última vez que la Revista Alumni rompió el récord de ventas fue en 1964. Porque hubo una huelga de Relatores de Futbol en todo el país. Luego fue cayendo en desuso, y «condenada» a su desaparición…
El boxeo tenía a La Guía Pugilística, una especie de Biblia del Boxeo, como una base de datos insustituible. Donde salían todos los boxeadores, sus datos, los récords, el ranking, la división, las peleas, etc. Había que tenerla «en el primer cajón».
Arrancó en 1924, año de los Juegos Olímpicos de París donde el boxeo argentino volvió con cuatro medallas. El primer editor fue el periodista deportivo Rosauro Aubone y el español José «Pepe» Cardona. Dos grandes estadistas, e inolvidables pioneros.
La primer revista de boxeo en nuestro país fue KO Mundial. Salió en 1952, era porteña como el tango. Bien enfrente del histórico Café Tortoni de la Avenida de Mayo, en el barrio Monserrat. La fundo Aldo «Ring» Cappagli, muy amigo de Juan Duarte, el hermano de Evita. Y su jefe de redacción era Simón Bronenberg. Ahí pasaban los grandes boxeadores argentinos y mundiales. Y obviamente, el presidente de la época Juan Perón. Era un «hervidero» de historias y leyendas dentro de esa redacción.
Luego vino, así como un gran nombre que quiero mencionar, Julio Ernesto Vila, que tenía una computadora en la cabeza, y más tarde se dedicó a la historia y los tributos el querido Osvaldo Principi (para la anécdota de los concordienses «Pupilo» del gran Esteban «Tiriti» Osuna en el club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires). Estos dos últimos… Referentes de La Ley del Boxeo. Quienes escribieron, comentaron, y nos hicieron emocionar. Cada uno con sus características y personalidades.
En la década del 50, apareció una revista llamada Mundo Deportivo, que compitió con la Revista El Gráfico y la Goles. En diarios se consumía mucho Clarín, La Nación, y La Razón. Y el deporte se practicaba cada vez más. Pero era considerado algo «recreativo» y menos «importante».
Recién a partir del Mundial Inglaterra 1966 se empezó a tener un nuevo y gran espacio en las secciones deportivas y se enviaron más escritores especiales al exterior.
Esta «Cabalgata Deportiva» es fruto de bastantes libros, declaraciones de protagonistas, y de una gran pasión. A la sobria formalidad y ajuste académico de Fioravanti le apareció el carismático «Lalo» Pelliciari. Peliciari fue el primero en arengar a los jugadores, hacer chistes con la tribuna, e inventar situaciones que se le hicieron imposibles de mirar.
Pelliciari era desprejuiciado, informal, pero nunca chabacano, vulgar ni grosero. Era uruguayo y debuta en el futbol grande de Argentina en 1932. Su relato mas difícil de olvidar fue un gol del goleador Grillo contra los ingleses en el año 1953. Estos tipos tenían comprensión en la materia que abordaban. Pelliciari y Fioravanti fueron los mejores, con estilos contrapuestos, de la primera mitad del Siglo 20.
En automovilismo surge un crack. Una joyita que nace muy de tanto en tanto. Luis Elías «El Inventor del Automovilismo Deportivo» Sojit. Mas de cincuenta años en las transmisiones de automovilismo. Las hizo a todas. Hasta las que no se pueden contar. Debuto en el futbol en 1932, era capaz de decir 217 palabras por minuto, invento el legendario ciclo «Coche A La Vista», y tenia dos hermanos periodistas: «Córner» Sojit y «Mister» Sojit. Siempre nombraba a Bernardino Veiga y a Enzo Ardigó como los mejores en el periodismo.
Empezaron los aviones que perseguían a los autos y los techos pintados para ser distinguidos en los relatos. Las anécdotas de esas epopeyas en tierras hostiles y remotas no entrarían en el marco de esta nota…
Luego llegan Oscar Cañete Blanco, Andrés Rouco, Isidoro Longhi, Carlos Legnani, «El Tano» Passini, y tantos otros iluminados que tenían la virtud de mirar, pensar y hablar instantáneamente. Luego, con la proliferación de medios de comunicación, se llenó de periodistas deportivos. Que trabajan en la abundancia tecnológica, y que por eso se dan mucho menos mañas. Y a la primera de cambio levantan el telefono por «socorro». Porque se «les hunde el barco».
Hay que decir que no es changa relatar una carrera y con la velocidad de los acontecimientos, para poder seguirlos con la voz. Voces bien colocadas, palabras certeras, silencios imprescindibles. Esto es casi siempre alboroto puro. Dinámica de lo impensado. Es difícil estar en el presente cuando la mayoría de las cosas pasan raudamente al pasado, o son inminentes situaciones que vienen del futuro. Relatar es muy difícil. Y hacerlo bien es de super dotados. Cualquiera sea el deporte.
El periodismo gráfico seguía muy acosado por los avances electrónicos de la radio y de la televisión. Si no estaban los mejores, iba a estar «condenada a muerte» por la modernización.
En la década del 60 se mandaba la información por una máquina telegráfica, hoy obsoleta, preparada para enviar y recibir mensajes mecanografiados. Punto por punto a través de un cable simple de Telégrafo. Muchos escribas venían de la facultad, de la docencia, o de la literatura. Encontraban en estos diarios y revistas una plataforma para expresarse, difundir, y comunicar algo importante para la comunidad.
Todos los periodistas a las corridas, buscando la palabra justa, el concepto deseado, la metáfora que enamore, y evitando siempre errores u horrores gramaticales. Corrigiendo, corrigiendo, hasta lograr la excelencia, o algo que se le acerque. Todos, tratando de ser «un volcán de ideas creativas». Hacer el trabajo de la mejor manera.
Los textos empezaron a ser cada vez más agradables, con buen humor y de una redacción precisa. Con el correr del siglo 20 la información cada vez más se mezclaba con la interpretación y con la opinión.
Se vio la introducción de periodistas especializados en diferentes géneros periodísticos. Viajes de enviados especiales para tratar las noticias desde lugares más directos. Muchos de estos desconocidos y remotos.
Los cronistas deportivos argentinos más conocidos y leídos fueron los hermanos Campagnale, Hugo Gambini, Osvaldo Ardizonne, Dante Panzieri, Enzo Ardigó, Cherquis Bialo, Carlos Juvenal, Juan de Biase, Alfredo Praga, Diego Bonadeo, Horacio Pagani, Osvaldo Principi, Rodolfo Bracelli, «El Negro» Villa, Ulises Barrera, Horacio García Blanco, y Ezequiel Fernández Moore.
Ellos son las mejores plumas que disfrutó quien esto escribe. A otros uno les desconoce sus nombres reales, porque tenían pseudónimos o nombres artísticos.
Según mi inagotable fuente del pasado, el señor Horacio «Batata» Cresto, El Heraldo no se dedicaba al principio al deporte. En el diario El Sol escribía Saúl Centurión, «Pajarito» González en el Diario Concordia, «El Loro» Rodríguez, Carlitos Mondolo, Emilio Scarinci, «El Gordo» Gallo, Cascardo, «El Huevo» Bradanini, Oscar Noblega, Jorge Eduardo Scarinci, «El Negro» Candia, Juan Carlos Valdez, Luis Pared, Adolfo Badaracco, el mismo Horacio Cresto, quién mandaba notas para ser publicadas, entre otros.
Luego siguieron buenos y muy leídos escribas como Edgardo Perafán, Juan Carlos Valdez hijo, Alejandro «El Guyi» Dezuliani, Gustavo Cardozo, y «Juani» Segovia, entre otros.
La difusión de la prensa gráfica juego un papel importantísimo en el ámbito del deporte, y ha permitido fomentar la actividad física y la vida sana. Permanentemente atrayendo a nuevos chicos y a nuevos deportistas a los diferentes eventos que se organizan, a lo largo y ancho de la República Argentina.
Escritores de prensa deportiva en diarios y revistas habrá siempre. Hablar habla cualquiera, escribir y bien… Mmmmm «corta la bocha», poquitos. La necesidad de contar lo que pasa, de expresar tus pensamientos, sentimientos y necesidades con la boca o con las manos es uno de los primeros y últimos signos de vida. Y así seguirá siendo.
Todo lo que paso en el país recorrió las hojas de los diarios y las revistas. Y obviamente en los libros. En tiempo real o como un recuerdo. Luego vino la radio y después la tele. La historia recorre y se recupera desde estos lugares. Y finalmente desde las computadoras y las redes sociales que usamos en estos momentos de nuestra historia.
Todos, gente creíble, formada, apasionada, querida, y siempre muy respetada, por lo menos para el autor de esta nota. Muy valoradas y sumamente extrañadas.
Una redacción, que se precie de ser histórica y como las de antes, tenía muchos escritores pegándole a los teclados de las viejas máquinas de escribir. Ese sonido era el «reinante». Y los periodistas siempre apurados porque se hacía la hora de terminar el escrito y presentarlo para su publicación, y finalmente su distribución. Siempre se quería hacer la nota más linda del mundo. Siempre se sueña con que se venga una idea, una imagen, una anécdota, una bocadillo copado, una metáfora ingeniosa a la cabeza, algo medio iluminado, como para que los lectores se emocionen, la disfruten y mucho.
El periodista anhela conectarse con lo que produce, y poder sentir «bajo la piel» esa historia y la de sus protagonistas. Tratar de protagonizar, en carne propia, lo vivido por otro. ¡¡Una buena nota que sea premiada y que te pague las deudas!! Que «te saque de croto». Hablando muy en serio, que te deje contento de saber que salió buena. Y que va a pasar el ojo crítico y atento de tus queridos lectores y seguidores.
LA LEY DEL DEPORTE