FEDERICO "LOBO" MULLER

NADADOR JOSÉ «EL TIBURÓN» MEOLANS EN LA LEY DEL DEPORTE

El hombre de la historia de hoy nació en Córdoba. Su familia tenía pileta, a orillas del río San Antonio. Entonces, por “precaución”, sus papás decidieron que debía aprender a nadar. Y además de chico, iba de vacaciones a la casa sus abuelos en Morteros, al sudeste de la provincia de Córdoba, donde también había una pileta.

A los seis años participó de su primera competencia en el Club Tiro Federal y Deportivo Morteros. A los siete se sumó al equipo de la Asociación Gabriel Taborín en Córdoba, y conoció a uno de los entrenadores que lo marcaron en su vida, Daniel Garimaldi. A los 12 ya se entrenaba, antes de ir al colegio, de 4.30 a 6.30 am, y a la tarde regresaba otra vez al agua.

A los 17 se volvió el primer hombre argentino en bajar los 50 segundos en los 100 libres. En el 2000 llegó el otro entrenador, Orlando Moccagatta. En 1998 obtuvo la medalla de oro en los 50 metros libres en la Copa del Mundo de Río de Janeiro. Fue representante Olímpico en 4 oportunidades: 1996, 2000, 2004, y 2008). Representante Panamericano en 4 oportunidades: 1995, 99, 03, y 2007. Y representante mundialista en 10 oportunidades. Hoy es el nadador más famoso de la Argentina. Bienvenido Jose «Tiburón» Meolans a «La Ley del Deporte»:

«Hola, ¿cómo andan? ¿Todo bien? Yo no estaba predestinado a nadar. Ni a pelear y competir con los mejores del mundo. Intervinieron el azar y la casualidad. Que hicieron que mis padres, Isabel y Raúl, decidieran comprar una casa que estaba frente al río San Antonio, en Villa Carlos Paz. Y que mis abuelos tuvieran una casa con pileta en Morteros. Así empezó mi nexo con la natación».

«Mis padres creían que mi hermana Laura y yo teníamos que aprender a nadar sí o sí, para no exponernos a riesgos. La natación es parte de mi vida desde que soy pequeño. De chico llegaba a la escuela con el pelo con olor a cloro. Me levantaba temprano, iba a nadar y después cursaba. Por la natación perdí muchos momentos cruciales que vive cualquier joven. Muchas veces no salía con mis amigos porque finalizaba las jornadas extenuado, muerto de cansancio. Y pasó lo obvio: me terminé alejando de mis compañeros de colegio. Mis amigos, la gente con la cual compartía salidas, eran de la pileta».

«Fueron decisiones que tomé y de las que no me arrepiento. Mi hermana Laura, por ejemplo, lamentó mucho mi ausencia. Y algunos torneos y concentraciones me privaron de momentos familiares importantes como cumpleaños, fiestas de fin de año y todo tipo de celebraciones. En determinado momento de mi vida, tuve que decidir qué hacer: o dejaba de nadar o dejaba la escuela. Con las dos actividades no podía continuar. Opté por abandonar la escuela al finalizar el tercer año de la secundaria».

«Finalmente, me inserté de lleno en la natación con la promesa de concluir mis estudios secundarios más tarde. Con el paso de los años puedo decir que es muy difícil ir a la escuela y practicar deportes a nivel profesional al mismo tiempo. Al menos en la Argentina. Quizás en otros países, donde el sistema y la estructura son diferentes, se puedan hacer ambas cosas sin problemas porque existen otras oportunidades, facilidades y recursos».

«Comencé a intervenir en campeonatos sudamericanos, y a los 16 años participé de mis primeros Juegos Panamericanos en Mar del Plata, en 1995. Y así empezó la historia de mi vida como nadador tiempo completo».

«A lo largo de mi vida, he tratado de transmitirles los beneficios de la natación a los demás. Conozco gente que la ha pasado mal por no poder flotar siquiera. Es imprescindible aprender a nadar para evitar cualquier episodio trágico. Pero no es solo cuestión de supervivencia. La natación es un deporte maravilloso que nos puede ayudar en todos los aspectos de la vida».

«No porque el deporte nos convierta automáticamente en mejores personas, pero sí porque nos transmite valores fundamentales como el respeto, el orden y la perseverancia. Y lo mejor de la natación es que no hay edad para empezar. Mucha gente se inicia de grande porque le recomiendan la natación por algún inconveniente físico. También hay quienes lo hacen simplemente como terapia. Pueden nadar las personas mayores, los bebés y las embarazadas».

«Sumergirse en el agua y dejar la mente en remojo por un rato es lo mejor que podemos hacer cuando estamos llenos de preocupaciones. Nadar segrega endorfinas, las famosas hormonas del placer, que después de algunos minutos de esfuerzo provocan una sensación natural de felicidad. Por eso es un entorno tan propicio para renovar energías».

«La iniciación en el agua siempre va de la mano del profesor, nadie es autodidacta. Si se trata de un niño, tiene que sentirse atraído por ir a la pileta. En el caso de los adolescentes, es importante que el entrenador pueda conectar con ellos a través de un mensaje apropiado para cada uno. Los chicos hoy suelen estar muy dispersos y es fundamental el trabajo y la sensibilidad para entenderlos. Del otro lado, el que aprende también tiene que dejarse guiar, dejarse enseñar, y prestar atención. Ser humilde es fundamental para desarrollarse».

«Es un deporte que se perfecciona en el largo plazo. Tiene mucho que ver con la paciencia, algo que resulta muy difícil en tiempos de redes sociales y vidas aceleradas. Los procesos de formación y desarrollo de los deportistas llevan años. Y para el que quiere competir a nivel profesional, el ojo del público y los medios de comunicación muchas veces «zumban en los oídos» y generan una importante presión».

«Hay que estar preparado para hacerle frente a todo, y por eso la ayuda profesional siempre es bienvenida. En mi caso, gracias a la colaboración incondicional de mi madre, que es psicóloga, pude sortear momentos críticos en los que me costó encontrar el rumbo y no abandonar a mitad de camino. Mis padres nunca me presionaron para competir o ganar. Al contrario, siempre me ayudaron y cumplieron roles excepcionales para contenerme.»

Fuera del alto rendimiento desde diciembre de 2008, el Tiburón Meolans se dedica a su empresa de indumentaria.
Fuera del alto rendimiento, desde diciembre de 2008, el Tiburón Meolans se dedica a su empresa de indumentaria.

«Ahora tomo la pileta más desde el lado terapéutico que del deportivo. Voy al gimnasio dos veces por semana y pedaleo otras dos o tres veces. Cada tanto me anoto en una carrerita. Empecé con la bicicleta por recomendación médica, a raíz de lesiones en las rodillas».

«Me gustan tanto los deportes individuales como los grupales. Si me dicen «vení a un partidito» o «a tirar al aro…» me anoto, pero también disfruto los momentos en soledad, llevan a pensar. En la pileta, cuando no hacía trabajos de exigencia, eran momentos de pensar».

«La natación es una práctica “en equipo”, y en ese grupo anoto a mi familia, entrenador, el deportólogo, el psicólogo y los compañeros con los que me entrenaba en River Plate. Éramos un gran equipo, unos 20, que la pasábamos muy bien. Nos apoyábamos, y nos alentábamos. El individualismo es únicamente en el andarivel y en la competencia. En los campeonatos argentinos viajábamos y teníamos un sentido de pertenencia muy bueno”.

«Lo más difícil fue mantenerse equilibrado durante tantos años, con la cabeza y las ganas necesaria. Uno va surfeando olas. A veces va mejor, y a veces, peor, y hay que tratar de salir lo más rápidamente posible. Siempre llegan esos momentos complejos; no hay nadie 100% efectivo, que cada vez que se tira al agua mejore su tiempo. Se convive con eso y las frustraciones son parte del aprendizaje. No deben ser un trauma ni un motivo para decir «hasta acá llegué». Hay que hacer una lectura, una autocrítica, y seguir”.

"Uno va surfeando olas. Hay que tratar de salir lo más rápidamente posible", comentó Meolans, que vive en su Córdoba.

«No me iría a vivir a otro país. Estoy casado y tengo dos hijos. No lo hice cuando estaba soltero y tuve oportunidad, y no lo haría ahora. Debería estar en una situación muy distinta, que no diera para más y que me llevara a buscar algo distinto. Decido quedarme sin dejar de lado las angustiantes cuestiones que vivimos todos los argentinos diariamente”.

«Tuve la oportunidad de entrenarme en el exterior, y hasta representar a otro país o a una universidad de los Estado Unidos. No las tome. Decidí apostar a la Argentina, aun sabiendo que estaba en condiciones inferiores. A mí me gusta acá, el desarraigo me cuesta mucho. Mis entrenadores, el equipo, mis amigos, y mi familia me llevaron siempre a quedarme en la Argentina. Y en la Argentina moriré”.

LA LEY DEL DEPORTE

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