
Cuando hablo con el invitado por teléfono casi siempre se escucha el motor de su camioncito que usa para hacer fletes, o de su chata, o el de las máquinas de vialidad donde mejora los caminos para que podamos andar. La música de fondo es una máquina, un motor. Lo que lo representa como símbolos de su vida. Maquinista y camionero. Pero además ciclista y motociclista.
Su andar bonachón de camionero y motoquero se confabulan para que uno lo imagine bien curtido y guapo. Su vida está hecha por capas que se superponen sin ningún conflicto: sky, ciclismo, motociclismo, automovilismo, rugby, guía de pesca, maquinista y camionero. Y es, además, muy amiguero.

Repasamos algunos de los momentos más importantes de su vida. Hoy: un cuatro por cuatro, un todoterreno, un soldado de mil frentes. Sea bienvenido «Mauricio Javier «El Masca» Solís en «Estado Puro»:
«Hola «Lobo», como estás. Yo nací en Chajari, soy el menor de tres hermanos. Mi viejo era militar y lo trasladaron a San Martin de Los Andes y por eso nos fuimos todos allá. Con mis dos hermanas y mi vieja. Iba en el camioncito del ejército, con todos vestidos de militar, y bueno, así fue un poco eso».
«Alla subía y bajaba esquiando cerros, me gustaba mucho. Mis hermanas iban a unos más altos. Andaba a caballo, era una vida con mucho contacto con la naturaleza. No me quería volver a casa nunca. Me costó dejar San Martín de Los Andes por sus montañas, nieve, lagos, y bosques. Y nos vinimos para Concordia, en el año 1984».

«Concordia tiene un montón de cosas lindas. Acá agarre la bicicleta e hice muchos años ciclismo. Mi tío me regala una bici, era una Fransoi me acuerdo, y con eso arranqué y nunca más dejé. Me fue muy bien, andaba adelante. Es el primer deporte que me tome en serio y le di continuidad. Corríamos en las calles, la costanera, parques, donde sea. Siempre me tentó el peligro, te voy a decir».

«A los dieciséis deje, me dedique a salir, ir a los cumpleaños, y todo eso… Después arranque con las motos, a correr enduro. Anduve en moto muchos años, fue una gran pasión. Vivía a tres cuadras del taller de «La Garza» Pelandino. Que era una leyenda. Y ese olor a nafta y moto era muy atractivo y un imán para mí. Y yo también metía manos en la parte mecánica. Fui campeón, pero tuve unos cuantas «aterrizadas» que me dejaron doblado».

«Como a los veintitantos tuvimos el accidente con Mario Tuccilo y Daniel Secco en auto. Eso, cambio todo. La muerte de Mario, mi amigo del alma… yo me rompí la pierna, me tuve que operar varias veces, el fallecimiento de otro amigo, por el mismo hecho… Ya deportivamente no pude hacer nada por un buen tiempo. Me rompí mucho y costo poder caminar con normalidad».

«Íbamos trasnochados a una carrera de automovilismo en Paraná y cerca de Viale chocamos. Tuve varias operaciones, viví con muletas, rengo, dolorido. En el cuerpo y el corazón por lo de Mario. Ahí engorde mucho, la pase muy mal y angustiado».
«Me operaban y quedaba mal, seguía roto… Hasta que me agarro Fernando Sobrino y me opero con mucho éxito. Me saco todos los clavos y me hizo unas intervenciones quirúrgicas que me sacaron de ese estado, pude salir adelante. Luego, cuando tuve otras quebraduras, no me deje tocar por otro que no sea Fernando, que en ese momento trabajaba en River».
«Hice boxeo con «El Gringo» Jaurena, en donde hoy es el Palenque, era «El Ciclón Bailable». Hacíamos guantes con «El Raco», íbamos con «El Teta» Almirón, un amigo de toda la vida. A mí siempre me gusto el boxeo, es un gran entrenamiento de agilidad y movilidad. Lo hacíamos para ganar movilidad. En mi barrio había buenos valores, que iban a lo de Nicolás Camino, o a la casa de «El Gringo». Siempre me gusto, pero no lo hacía por falta de tiempo, estaba en otra».

«Jugué al rugby en «Espinillos» y en «Salto Grande», cuatro o cinco años, ya de grande. Otra cosa, un deporte de equipo, de contacto. Ya estaba bastante maduro, pero me retiré también por lesiones y fracturas. El cuerpo ya estaba golpeado y los dolores eran cada ves más fuertes y frecuentes».

«Pude correr en automovilismo. Como acompañante de Héctor «Huevo» Bradanini. Y cuando él no podía correr, el padre me lo daba a mí. Qué sabia que lo cuidaba y me encantaba. Poníamos listo el auto para «El Héctor», y viajábamos. El auto me lo daban los tíos, el papa, sabían que yo estaba siempre alentándolo para que haga algún deporte».
«Eso duro, un tiempo, medio sin querer. Yo ya me había hecho guía de pesca en «La Tortuga Alegre». «El Héctor» manejaba todo eso y yo empecé a acompañarlo, cubrirle los francos, cuando él faltaba o no podía ir, me ponía a mí».

«Ahí estuve muchos años, es un mundo aparte. Venía gente de todos lados, los pescadores mejores y con poder adquisitivo. Buscaban la mejor atención y nosotros tratábamos de dársela. Intentábamos ser bien «pro».

«Después empecé a tener problemas con «El Huevo» de celos, competencia, él estaba mal con sus problemas, y tenía actitudes muy difíciles, discutíamos, yo empecé a salir con su prima, que es mi mujer, y me llevaba bien con el padre… con quien comíamos asado en la casa».

«Yo lo cuidaba, pero él ya no se dejaba. Ya después le tapaba todo, hasta que un día me pego y me sentó, y ahí nos agarramos mal. Pero lo pude perdonar y entender. Fue un gran pescador y guía, el mejor, creo yo. Tenemos tremendas historias juntos».
«Desaparecí de la pesca y la gente preguntaba donde andaba. Me llamo Enrique Cresto y me ofreció trabajo en Vialidad. Yo aprendo mucho a manejar máquinas pesadas y a quererla a Vialidad. Aprendí de los mejores que ahora se jubilaron».
«Hoy Vialidad está para atrás, no tenemos recursos, ni personal. La han desfinanciado y más no podemos hacer. No tenemos máquinas eficientes, o están eternamente en reparación. Y las críticas por eso nos causan dolor. Hay mucha gente que no quiere trabajar, y otras que sí, como en todos lados».

«Tuve un accidente cardiovascular, me infarté, casi me muero. Eso me paso trabajando con las máquinas. Quede seco, fueron muchos años de mucho trabajo y vida sedentaria, había dejado todo tipo de actividad física».

«Ahora voy a bici a lo de «El Palomo», conocer a «El Negro» fue lo mejor. Me gusta terminar el día pedaleando, con los «gurises». Me hace bien, me relaja y me divierto. Corremos carreras, hacemos viajes, competencias… A mí me gusta y necesito hacer deportes. Hoy lo mío es por recreación, mi peso y por mis problemas del corazón».

«Últimamente, no estoy entrenando tanto porque trabajo más con el camión. Hago fletes de tarde, la situación económica está complicada y necesito moverme para poder pagar todos los gastos. Pero ya voy a volver mejor, como siempre, mientras pueda… retomaré».

«Mi familia y mis hijos son la chispa que encienden el motor. Me dan energía. Por ellos voy siempre para adelante. Son la nafta que me hacen seguir y no caer cuando vienen «las malas».

Su figura, con manos ásperas y fuertes, irradia una mezcla de experiencia y serenidad. Pasa de camionero, maquinista, ciclista, motociclista, asistidor de amigos, padre de familia, marido, hermano, amigo, sin problemas ni «perder la cabeza».
Javier Solís escuchó atento y sereno todas mis preguntas, hasta las más polémicas, y las contesto con veracidad, y mucho sentimiento. Siempre «la rema», va para el frente. A pesar de que su cuerpo ya esté usado y gastado de tantos «palos».
Federico Muller

