Muchos de mis ídolos en la adolescencia, cuando uno andaba buscando nuevas experiencias, referentes y afectos, fueron chicos duros, carismáticos, o rebeldes. Tipos que a veces bebían, fumaban, otro apostaban, se drogaban, conquistaban, y un puñado peleaba.
Era, para mí, interesante que ya trabajaran, que a veces robaran, y hasta peleaban. Guapos que me resultaban fuertes, e invulnerables. Con ellos, yo me sentía seguro, querido y cuidado.
En aquel entonces los admiraba y de alguna manera los imitaba: trataba de mostrarme valiente, malo, misterioso, sin intimar con nadie, soberbio, picante, temible, transgresor y sádico. Hoy, muchos de aquellos ídolos, están con trabajos mal pagos, ayudados por el estado o sus amigos, durmiendo en sus autos, echados de sus casas, chupados o drogados, peleándola, aun perdiendo, hasta el campanazo final.
Y casi todos la están pasando muy mal. Cuando tengo un mensaje de alguno, sospecho que algo malo me va a contar, alguna traición, un dolor, o de última me está por manguear…
Pero hay referentes positivos que permiten visualizar la vida que quieren conseguir como y saber que no hay nadie que deba convencerlos de que no es posible hacer y ser lo que se propongan.
Contar con referentes distintos es comprender que existen múltiples formas de vivir. Tener referentes es fundamental para tomar decisiones viales: si no sé qué existe una opción, es muy complicado que la elija.
De forma más o menos consciente, todos construimos nuestra identidad y nuestros propósitos basándonos en lo que observamos: ¿qué veo en mi entorno?, ¿qué hacen quienes se parecen a mí? Así, trazamos mentalmente el camino que “debemos seguir”.
Si miras por un momento a la sociedad comprobarás que la mayoría de nosotros somos muy similares a quienes nos rodean. Salvo ciertas excepciones, tendemos a mantener un estatus socioeconómico parecido al de nuestros padres, y llevamos vidas paralelas a las de nuestros amigos.
Para algunos, esto significará tener trabajos precarios y para otros emprender. Para algunos, implicará formar una familia pronto y para otros mudarse a vivir al extranjero. Y es que lo que vemos, nos programa más de lo que podemos imaginar.
Desafortunadamente, en casos de limitación, infelicidad o sacrificio este proceso también se produce. Así, es fundamental analizar en quién nos estamos fijando a la hora de diseñar nuestro rumbo.
Por lo general, tendemos a obtener referentes de nuestro círculo más cercano. Nuestros familiares, amigos, vecinos y compañeros de escuela o de trabajo son los primeros en quienes reparamos a la hora de comprender quienes somos y quienes podemos llegar a ser. Sin embargo, también recurrimos a figuras públicas y en general a las historias y trayectorias de todos cuantos conocemos.
Ahora bien, no todo lo que observamos produce un aprendizaje al mismo grado. Según la teoría del aprendizaje social o vicario de Albert Bandura, existen ciertas características de un modelo que hacen que sea más fácil asumir lo que este muestra. Por ejemplo:
- Semejanza: el aprendizaje por observación es mayor cuanto más similar es el modelo a nosotros. Así, nuestros referentes más efectivos serían aquellos con los que compartimos sexo, raza, edad y otras características.
- Competencia: el modelado es más efectivo cuando el modelo al que nos exponemos tiene un grado de habilidad similar al nuestro y va progresando. De este modo, quizá no nos impacte ni nos inspire tanto ver a una persona exitosa como saber de alguien que, partiendo de nuestro mismo origen, pudo llegar a ese punto superior.
- Prestigio: por lo general, cuanto más prestigio tiene el modelo, mayor es su influencia. Por ello, una persona que genera credibilidad, que despierta sentimientos positivos en el observador y que es bien considerada en el ámbito que representa, es un referente más potente.
Adquirir referentes desde la infancia
Quienes están en contacto con niños tienen la importantísima tarea de exponerles a referentes diversos y positivos, con los que puedan sentirse identificados, que les inspiren y les muestren los múltiples caminos disponibles.
Necesitan oír hablar de mujeres científicas o artistas, necesitan referentes femeninos que reflejen talento, inteligencia y pasión. Han de acceder a modelos infantiles de niñas valientes, decididas y confiadas. Los niños necesitan referentes masculinos que estén en contacto con sus emociones, que sepan gestionarlas y no teman mostrarse vulnerables, pues es así como se conecta con otros. Han de saber que no hay una única forma de ser hombre.
Además, los adultos también debemos seguir nutriéndonos de referentes enriquecedores que nos impulsen a mejorar. Piensa dónde observaste los modelos que hoy se reflejan en tu vida y si esta ha sido realmente tu elección. Quizá no te abriste a otras posibilidades que podrían conducirte a la felicidad.
Recuerda que aquello que no ves no se plantea como posibilidad en tu mundo. Por ello, anímate a conocer realidades diversas, a explorar distintas formas de vivir; solo así estarás en posición de decidir.
En mi tratamiento conocí referentes sanos.
Desde siempre los humanos ingerimos sustancias que nos cambien el estado de ánimo. Para sentirnos más desinhibidos, más atrevidos, más contentos, o más fuertes. Eso pasa «hasta en las mejores familias».
Hay gente que luego se hizo adicta a las drogas por mucho tiempo, se enfermó, pero se pudo recuperar. Retomó una vida normal y digna. Y estos referentes, positivos, para la sociedad, llenan a los chicos de optimismo de que se puede, trabajando en las clínicas de recuperación como operadores terapéuticos, y dando charlas sobre adicciones en los clubes y las escuelas.
No es «chamuyo flaco». Se puede salir de la adicción a los consumos problemáticos. Pero siempre hay que mantenerse «con la guardia alta».
Muchas veces «los gurises», prejuiciosos siempre, acusan al profesional de la salud de hablar de cosas que no vivió ni sintió… Que son pura fotocopias y libros. Es ahí donde el adicto con el alta terapéutica toma una relevancia importante. De ejemplo de lo que no se debe hacer y que se puede torcer la historia: «si él pudo, yo también puedo», dice el adicto.
El adicto con el alta terapéutica habla el mismo idioma que ellos. Pasó, pensó, y sufrió lo mismo o algo similar. Estuvo en el infierno, siente y hace sentir lo que se siente. Por eso aconseja la vida sana, los valores, y la actividad deportiva. Estuvo ahí y ya las hizo… Te va a entender y a ponerse en tu lugar, logrando una empatía profunda…
Las drogas te afectan los sentidos, los movimientos, el habla, la memoria, la capacidad de interactuar y de respuesta a los problemas que se te presentan en la diaria. Como no podés resolver te cortas solo haciendo «de las tuyas».
Es importante decir que no se droguen. Pero si lo hicieron y están mal, sepan que existen maneras de dejar la vida enferma. Que se puede. Que confíen.
Se debe ver a un adicto como a una persona que tiene una enfermedad como cualquier otra. Y no juzgarlo como si fuese culpable de un crimen o de un delito. Hacer un tratamiento que envuelva aspectos psicológicos, psiquiátricos, familiares, personales, y sociales. Y podrás volver a ser «figura», pero de vos mismo.
La recuperación es posible. Por eso es tan importante la palabra de los adictos con el alta terapéutica para llenar de historias de pérdidas, dolores, pero también de superación, resiliencia, recuperación, y optimismo en las escuelas, los centros de recuperación y otras instituciones.
No deberían sufrir los celos y la envidia de algunos profesionales de la salud. Como lamentablemente pasa y mucho… El capaz pone foco en mejorarse, y no en «bajar» al otro…
Todos los seres humanos en la vida hemos tenido crisis, enfermedades. Algunos nos abandonamos a los consumos problemáticos para «fritarnos la cabeza». Pueden ser tormentas cortas como pueden ser largas.
No hay que pensar que ir a un tratamiento o internación es una condena o un castigo. Pidan ayuda, para que puedan mostrarle otros caminos, recuperarse y salir más fortalecidos.
Toda dificultad contiene una semilla de enseñanza. Aprendemos y salimos fortalecidos. Re construidos. Nos metemos en boxes y «pedimos pista». Y tendrán la experiencia y la sabiduría para inspirar a otros cuando pasen por el mismo problema. Después podrán ser hasta modelos sociales.
Hay que evitar los consumos problemáticos que no son hospitalarios por más que terminemos en el hospital.
Con el adicto la palabra mentira empieza a parpadear en la cabeza de quien la escucha. El tratamiento al principio es un poco trato y otro poco miento. Pero luego podés ir conectándote con tu historia y ver lo que te pasa.
Ejemplos de que es posible la recuperación hay «a dos manos». Deben tener una imagen sana de quien estuvo enfermo y ahora anda bien. Sentirse identificados. Llénense de grandes personas. Ídolos en serio. No de barro. Peguen el póster de gente que ya haya logrado lo que ustedes sueñan.
Cuando hablamos de prevención de adicciones, sugerimos condiciones que son importante trabajar y promover.
1- Un entorno social y amistoso positivo con personas amorosas, que contengan, educadas, responsables, y saludables.
2- Los estudios, el trabajo y los proyectos enfocan y ayudan mantenernos motivados y encendidos. El trabajo para valernos por nosotros mismos y progresar es esencial. Si no hago nada, me deprimo, y puedo salir a hacer cosas que nos hacen muy mal.
3- La familia. Un modelo familiar, estable y afectivo.
5- Los deportes contribuyen para la salud mental y física.
6- La autoestima, quererse a uno mismo y aceptarse es fundamental para sentirse bien.
7- Y las charlas de información y todo acceso a difundir las consecuencias del consumo de drogas y su impacto.
Una vez que nos recuperamos y no necesitamos más drogarnos para vivir… ¡Disfrutamos del trabajo, de nuestro aporte, de nuestra vocación, de nuestro legado, de nuestro mensaje, de nuestras recreaciones, de nuestra familia y los amigos! Porque le habremos ganado a la droga. Que no ha sido jamás un «rival menor».
CHARLAS DE PREVENCIÓN DE ADICCIONES CONCORDIA