La marihuana es una planta oriunda de Asia central que se usaba para uso medicinal y recreativo. Hay un debate encarnizado entre los que opinan que es nociva y los que dicen que es saludable. ¿Es buena o mala? Acá la historia, según mi historia personal y lo estudiado, de una hierba que está «dando que hablar»…
Hoy, un millón doscientos mil argentinos fuman marihuana y dos millones y medio han pasado por esa experiencia alguna vez; y aunque no la aprueban explícitamente, tanto la sociedad como el sistema penal, toleran esta práctica, pese a los malestares y riesgos de adicción que no todos quienes empiezan a consumir logran controlar.
Hay una diferencia entre los consumidores y los adictos. Hay gente que es consumidora y no es adicta. Un consumidor tiene un mínimo grado de compromiso con una sustancia, que puede devenir en una adicción. No es lineal, no todo consumidor es un adicto. Pero se puede transformar en uno.
Los más fanáticos, los que la consumen de forma crónica y usual, plantan, la cuidan, fuman, están contentos, se ríen de todo, se quedan contemplando el horizonte, o pegados a la pantalla, o haciendo actividades bien fáciles. Al principio, siempre en líneas generales, le es divertido y desestresante. Me «Río de Janeiro». Quedo colgado «de la palmera». Comes, bebes y no activás. Lo haces para aliviar preocupaciones y poder perder el tiempo, sin sentir el malestar de «hacer algo como la gente».
Cada vez hay más pruebas de que la marihuana es perjudicial. En cada persona tiene efectos diferentes, y te puede afectar diferentes áreas. A no a todos «nos pega» igual. Pero siempre se nota, por eso nos ponemos gotas en los ojos para «camuflar la fisura». Si fumas mucho, la «caripela» nos queda escaneada, y los sentidos trastornados. Para eso la usamos.
La marihuana es una prestamista emocional que llena muchos vacíos. Pero cobra a tasas poco recomendables. Es una usurera de la alegría. Al principio las personas atravesamos una luna de miel, nos da lo que queremos, caso contrario nadie la consumiría. Produce relajación y nos ayuda a sentir plenamente los olores, texturas, sabores, y sonidos, con una profundidad que difícilmente se logre sin ella.
También alucinas, y quedas re loco, o triloco. Pero luego te llegan reacciones psicofísicas como la irritación, nervio, tensión, hambre extrema, desgano, cansancio, depresión y ansiedad. Yo no podía ni pensar. Deliraba tanto que prefería «cerrar la capo cheta», comer algo suculento, fumar tabaco, y quebrar en la cama. Para luego, cuando se me pase la locura, volver a empezar.
Otra consecuencia negativa de la droga es que lo que «viene a resolver», no nos deja un aprendizaje psicológico. Si soy un estresado que busca calma con la marihuana, no voy a aprender a calmarme sin ella. El cerebro aprende a obtener ese goce químico sin hacer ningún tipo de trabajo que nos permita la alegría natural. Cada vez que hay tensión aparece el deseo de consumo y la intolerancia hacia el malestar.
Durante una etapa nos resulta muy recreativo, hasta quizás nos inspira. Cuando empezamos a depender, empieza el proceso inverso. Comenzamos a dejar otras cosas por el consumo… El marihuanero crónico y compulsivo es un tipo que se estropea su vida. Con el tiempo puede dejar estudiar, de trabajar, fuma cuatro o cinco veces por día, se aísla y «pasa a retiro». Como estas cómodo pasas a la «inactividad».
El hecho de fumarse sin filtro, aspirando profundamente el humo, reteniéndolo en los pulmones y apurándolo hasta el final, favorece enfermedades como la bronquitis crónica, el enfisema pulmonar o el cáncer de pulmón.
Altera el sistema cardio-circulatorio, provocando taquicardia, palpitaciones, nerviosismo, por lo que las personas con hipertensión o insuficiencia cardiaca pueden sufrir un empeoramiento de sus síntomas. Además, existen datos que indican que los consumidores crónicos tienen muchas más posibilidades de desarrollar síntomas y trastornos de atención dispersa, amnesia, depresión, esquizofrenia, y brotes psicóticos.
El cannabis puede causar reacciones agudas de ansiedad y, en personas con predisposición a padecer trastornos mentales, puede provocar la aparición o agravar los que ya se padecen.
Esta droga, como casi todas, actúan sobre el sistema de gratificación y recompensa cerebral, a través del estímulo de la liberación de dopamina. Por eso, el consumo continuado de cannabis produce adicción.
Tiene sus ventajas cuando viene en pastillas, porque evita la anorexia, porque te abre el apetito, cuando ayuda a los fármacos para calmar el dolor en pacientes con cáncer, con HIV, reduce alguna epilepsia… siempre todo regulado y dosificado por un doctor.
Te sentís bien porque te libera dopamina y serotonina del cerebro, además que te relaja los intestinos y las arterias, pero puede provocar alucinaciones, paranoia, y hasta esquizofrenia. A mí no me permitía laburar ni estudiar, solo comer lo que venga combinado con lo que haya.
La marihuana fumada contiene las mismas toxinas que hay en el tabaco, no solo daña los órganos, sino también la salud cerebral. Puede afectar la memoria, la toma de decisiones, el aprendizaje, la coordinación, las emociones, y la velocidad de reacción. Perdés reflejos y eso puede ser muy peligroso.
El problema del cannabis como una droga generadora de placer o como medicamento, radica en los riesgos y en los efectos negativos que tiene sobre las personas que la consumen con un fin recreativo. Eso sí, nos puede hacer mal.
Fumar marihuana te afecta el cerebro, te complica la voluntad, el juicio, los sentimientos, los pensamientos, y la capacidad de moverte. Es difícil de percibir porque estás normalmente haciendo nada, en «modo estatua». Pero si tenés que trabajar y lidiar con muchos problemas en alta velocidad, se te cae el sistema y «salta la ficha». A otros no, pero no por eso la vamos a sugerir… Si estás mal podes a estar mucho peor. La biología es el arma, pero la droga aprieta el gatillo.
¿Hay que legalizarla bien administrada y controlada por doctores? Puede que la legalización obligue al Estado a supervisar y regular todo el proceso productivo y comercial, que saque al consumidor de las catacumbas donde se realiza la venta ilegal de sustancias, que permita que el gobierno ahorre formidables sumas de dinero destinadas a «la guerra contra los narcos», pero no es algo que me quite el sueño. Hay otras cosas que legislar primero. ¡Como ilegalizar el hambre!
Ciertos movimientos culturales de normalización afectan los esfuerzos de prevención, al esconder las evidencias de sus negativas consecuencias. Además de incrementar el consumo en los jóvenes, que es la población más vulnerable. ¡Si no podes con tu vida sano, mucho menos «re loco»!
Hay muchas personas que fuman marihuana y no tienen una dependencia. Consumen los fines de semana, trabajan y no presenta problemas de adicción. Sin embargo, hay muchos que así comienzan y después terminan con sustancias más pesadas.
La marihuana merma tu capacidad de concentración, memorización y aprendizaje. Imprescindibles para poder estudiar y actuar la mayoría de los trabajos. Y también los deportivos, te desengancha de la actividad física. Te vas juntando con gente que no la practica. Quedás «en otra» y afuera de «circulación».
El consumo de cannabis puede dar lugar a varios tipos de trastornos mentales, entre los que se incluyen los trastornos psicóticos. Su consumo aumenta más de cinco veces el riesgo de padecer psicosis a lo largo de la vida. Cuanto antes se comienza a consumir y más frecuente es el consumo, mayor es el riesgo.
Es también peligrosa porque te aumenta el riesgo de accidentes de tránsito, laborales, y domésticos. Sí, nos habremos cortado, quemado y pegado por estar «desmoronados». Un riesgo que se multiplica cuando la mezclábamos con bebidas alcohólicas, merca, medicamentos tranquilizantes, u otras pastillas para dormir o «amansar la locura».
El autor de esta nota fue cocinero en un barco de Alaska. Vivía en un camarote con compañeros hindúes, filipinos, chinos, alemanes, eslovacos, húngaros, búlgaros, mexicanos, rusos, y/o africanos. Todos fumando marihuana en un barco gigante, luego teniendo más hambre, como todos, que «El Chavo del Ocho», moviéndonos sobre la grandes olas, bajo una tormenta perfecta de nieve. Eso era terrorífico. Surrealista. Todos gritando en diferentes idiomas. Mi delirio era «galopante».
No a todos les pegaba igual, a los que estaban ya mal les pegaba peor. Parecíamos piratas dementes, yendo a lugares remotos e inhumanos. Para nunca jamás volver vivos a casa.
Sí, hay cabezas que se relajan, pero muchos la sufrimos y nos enfermamos. Y de eso es muy difícil volver… Consejo de amigo: Busca el bienestar en otro lado. ¡No fumando «caño»!