La pelota paleta acá fue un boom gracias a la comunidad vasca que vino alrededor del 1880 a trabajar en un Saladero grande que funcionaba en la Nebel. Y en los momentos de descanso jugaban entre ellos usando las paredes de la fábrica como frontón.
Hay nuevos deportes como el triatlón, el surf, el skate, etc. Pero ninguno tiene tantas historias de entrenamientos, terceros tiempos, viajes, campeonatos, comidas y festejos, como los de la Pelota Paleta. Símbolo del deporte de nuestra ciudad.
Hoy nos visitaron referentes del histórico Club Vasco Argentino de Concordia, entidad fundada el 21 de junio de 1921. Este año cumple 100 «pirulos» de vida.
El club Vasco es un reducto que te da una identificación, una pertenencia, y hasta un proyecto de vida… El ambiente donde te movés termina siendo clave en tu conducta. ¡En estos viejos y queridos clubes siempre se encontró bienestar, afecto, objetivos, y reconocimiento social!
Hoy estamos con tres referentes de distintas generaciones. Quienes nos van a dar un «pantallazo» de lo que era, los que es, y como se visualiza el futuro de uno de los clubes que ha demostrado más resiliencia, durabilidad, y poder de adaptación, como el antiguo reducto de Alberdi 170, en pleno centro de Concordia. Bienvenido Hugo «El Pata» Andreoli, Facundo Baldi, y Rudi Grieve a «La Ley del Deporte»:
HUGO «PATAGONIA» ANDREOLI
«Hola, Federico, mucho gusto de estar acá. Yo soy del campo, a unos kilómetros de Lucas González. De una familia numerosa. Tenía diez hermanos y era el menor de los varones. Así que vivía con los de la casa».
«Mi papá era agricultor. Íbamos a caballo a la escuelita. Cuando tenía diez nos fuimos a Lucas González. Frente a una cancha de fútbol y detrás, en la misma manzana, había una de pelota paleta. Saltábamos un tejido e ingresábamos. Jugábamos a la siesta con mis amigos de la infancia».
«Iba a fútbol y a pelota paleta. Pero mi pasión por este último fue mucho más fuerte y terminé dedicado casi exclusivamente a la paleta. Participábamos con un amigo, hijo del dueño de la cancha. Competíamos en Lucas González y viajábamos a Crespo, Nogoyá, Gualeguay, Rosario del Tala, Victoria, Paraná… Hay anécdotas y vivencias imborrables que están expresadas en un libro que escribí, llamado «Vivencias de un Pelotaris».
«Empecé a jugar los Entrerrianos en Paraná. El presidente de Estudiantes, oriundo de Lucas González, lleva al hijo del canchero, mi amigo. Luego me propone ir a mí y volvemos a integrar esa dupla que nació detrás de mi casa».
«Después me voy a Buenos Aires, trabajo con mis hermanos en la Construcción. Y así arranque en la industria. A Concordia me vine con 23 años. Estuve treinta años en Primera. Hasta los 50. Quien más practica más cualidades adquiere. La constancia hace a un buen jugador«.
«Antes los Entrerrianos eran más populares. Venía mucha gente, había hasta cinco filas de espectadores para ver los partidos. Acá se jugaba también en el Español, en el Progreso, en Wanderers… Había muy buen nivel. Te voy a regalar el libro para que lo leas y conozcas aún más sobre las «Vivencias de un Pelotaris».
RUDY GRIEVE
«Mis viejos venían acá, al Vasco, se tomaban el famoso vermut los domingos antes del asado o de las pastas. Una tradición de la comunidad vasca y de la gente de antes. Era ley. Luego nos quedábamos a jugar y hacer travesuras. El club se te va metiendo adentro. Y esos momentos no te los olvidás más».
«He visto grandes jugadores. «Pistola» Avalos y «Coco» Lombardi de chico. Ellos te pueden hablar de otras camadas también. Fabián Duce, Mariano Gerardo, Fabián Moreno, Pablo y Jorge Orlandini. Muchas buenas duplas de una generación más arriba que la mía. Y lo lindo es que se van a estudiar, a trabajar lejos, después de muchos años vuelven, nos visitan, y se los nota felices de volver a vernos».
«La cuota del Vasco siempre fue económica. En el salón se comía y bailaba, estuvo Susana Pérez Diana con chicos con discapacidad, llegó Juan Presas con Marisol Buffa y su gimnasio. En la azotea, cuando no estaba techada, también hubo fiestas de verano a cielo abierto. Veladas soñadas. Cada socio traía a su familia. A veces les digo a los chicos: «Hoy vamos a salir a cenar afuera… avisen en sus casas». Sacamos el «chulengo» a la vereda y comemos choripanes de parado en pleno centro de Concordia».
«Hace diez años que soy presidente de la institución. Hemos pasado buenos momentos y muy malos, hasta no saber como pagar el video cable. En el edificio había caños de plomo derruidos y super viejos, instalamos setecientos metros nuevos cubiertos para los ocho baños. La segunda gran obra fue el gas natural, necesitábamos la calefacción. Teníamos tubos que solo duraban veintiún días. Nos dábamos un baño «rápido» y que «pase el siguiente». Porque se terminaba y había que salir a pedir otro… ¡Y muchas veces no lo podíamos comprar!»
«En Pandemia cerramos el club tres meses. Subsistimos por ser ordenados. Los socios siguieron pagando porque el amor es más fuerte. No había cantina, no había vida social, pero nos ordenó con el poco tiempo que teníamos para aprovecharlo. No bajamos los brazos, nos decíamos «se puede, se puede». Nos formamos ahí. Con amigos de más de treinta años. Íbamos a poder. Hicimos una obra grande de pintura que se inauguró en febrero donde vos estuviste».
«El club vasco es mi segunda casa. Cuando estuve mal me ayudaron. Andaba «en la lona» y este lugar nunca me dejó solo. No sabía ni como arrancar… Hay muchas cosas de fondo que alimentan el sentido de pertenencia y que me dicen que debo estar en el Vasco. Puede que no vaya por un día o dos, pero al tercero ya voy porque lo estoy extrañando».
«Más allá de las obras, nos enorgullece tener chicos haciendo deportes, sintiéndose bien, felices, sacarlos de la calle y la soledad. Si andas mal te invitamos a estar con nosotros, vení. ¿No tenés para pagar? Vení igual. Por ahí te dan un consejo, se te despiertan las ganas de hacer algo… Te sentís valorado. No queremos que se queden aislados, vengan a compartir acá. Los contactos están afuera de tu casa, no adentro».
«El objetivo es hacer una fiesta para festejar el cumpleaños número cien. Experiencia en fiestas hemos adquirido. La gente se prende. Dividimos las tareas y le damos ese toque familiar. Grupo de música. gastronomía económica y buena. Como la que serviste vos esa noche… No nos importa ganar. Queremos festejar».
FACUNDO BALDI
«Hola, ¿cómo están? Soy jugador de pelota paleta e instructor de la escuelita del Club Vasco Argentino. Tengo 31 años y juego desde los 11. Llegamos con unos amigos y me encantó. Ellos luego fueron dejando. Pero a mí se me encendió la pasión y seguí enganchado».
«Hoy es una gran parte de mi vida. He dejado un tiempo, pero siempre volví. Muchos históricos probaron otros deportes similares como el tenis y el paddle, pero el que es de la pelota paleta… tarde o temprano regresa».
«Hace muchos años que soy Profe. El club estaba sin escuela y me convocaron. Hay pelotaris con nivel de primera o segunda que arrancaron conmigo. Y eso me llena de satisfacción. Queremos sacar buenos jugadores y personas de bien. Que mejoren la técnica, el físico, se despejen, y sientan el espíritu y los valores del club Vasco».
«Se sumaron chicos nuevos y mujeres a aprender. Queremos que las chicas lleguen y formen parte. Además, a los más jóvenes les enseñamos a cuidar las instalaciones, mantener todo ordenado y limpio, a no dejar las luces prendida ni los papeles tirados en el suelo. Que cuiden el club como si fuese su casa».
«Lo único que necesitas para arrancar son las ganas. Se dan clases los días martes y jueves al mediodía hasta que se regularice todo. Ya empezó la Liga del Club, con parejas de primera, segunda, y tercera. Dura dos meses. Uno Apertura y otro Clausura. Para agarrar ritmo cuando vengan los torneos más importantes como el Entrerriano y el del Río Uruguay».
«En junio, que es la fecha de nuestro cumpleaños número cien, queremos que se haga el Entrerriano acá. Para que el festejo sea lo más completo y divertido posible. Tenemos un cumpleaños lleno de metas y estamos muy entusiasmados».
Hay que asistir, disfrutar, y cuidar los establecimientos que cuestan mucho y están diseñados para vos. Ahí adentro no te molesta nadie. Cero estrés. El aprendizaje que se logra es imprescindible para poder estudiar, trabajar, hacer actividades recreativas, tener una familia, y un buen roce social… El deporte te abre puertas. Encima se viven momentos inolvidables.
En Concordia todos los barrios tenían, tienen, o quieren tener un club donde ir a disfrutar con amigos y familia. El lugar por excelencia donde pasar tus ratos libres y de ocio. Sería una perdida grande que estos clubes cuelguen un cartel que diga: «cerrado por abandono».
Como cocinero hice una fiesta de fin de año y se llenó de «viejas y flamantes glorias». Se vio gente muy feliz, como en sus casas, algunos mejor aún… No se querían volver… Porque como dicen siempre ellos: «Donde hay un pelotaris… Siempre hay un amigo».
LA LEY DEL DEPORTE