Los griegos creían que las cosas sucedían para que los hombres tuvieran algo que cantar. Las guerras, los desencuentros, los amores trágicos, los horrendos crímenes, las gestas heroicas… Todo tenía el fin de proporcionarle tema a los cantores. La Historia pone al alcance centenares de ejemplos de relatos que fueron más ilustres que los sucesos narrados. Resulta difícil concebir una idea más triste del destino humano. A los cantores, cronistas y narradores les complace pensar que el mundo se mueve para favorecerlos en su oficio.
Héctor Bandarelli, el relator deportivo de Flores, toda su vida se esforzó para que la narración alcanzara las alturas artísticas de la épica. En sus comienzos, siendo volante por izquierda del equipo Empalme San Vicente, acostumbraba relatar los partidos que él mismo jugaba. Según dicen no era del todo imparcial en sus narraciones. Cuando se hacía de la pelota, comenzaba a elogiar su propia jugada: «Extraordinario, Bandarelli avanza en forma espectacular». Muchas veces, por elegir las palabras acertadas, se perdía goles cantados. Cantados incluso por él mismo.
A medida que pasaba el tiempo el relator iba superando al jugador. Algunos viejos que lo vieron jugar cuentan que pasaba la mayor parte del tiempo parado en el medio de la cancha, relatando, casi sin tocar la pelota. Hasta que finalmente fue excluido del equipo. Sin rencor ni tristeza, siguió acompañando las modestas giras de Empalme San Vicente, solo para relatar desde el costado de la cancha el partido que jugaban sus antiguos compañeros.
Después, se sabe, el Empalme San Vicente dejo de jugar y sus futbolistas pasaron a integrar otros equipos. Y en ese momento, cuando todo parecía sospechar la decadencia de Bandarelli, el hombre dio un paso genial: descubrió que su narración no necesitaba de un partido real. Era posible relatar partidos imaginarios, hijos de su fantasía. Parece una evolución previsible: los antiguos poetas cantaban hazañas más o menos reales, después las inventaron…
Lo mismo sucedió con Bandarelli. Y al no tener que ceñirse del rigor de los hechos ciertos, los partidos que relataba empezaron a mejorar: se lograban goles estupendos, los delanteros eludían decenas de rivales, había disparos desde cincuenta metros, los arqueros volaban como pájaros, se producían incidentes cruentos, y los árbitros cometían errores perversos.
Todos recuerdan el famoso partido Boca-Alumni que Bandarelli relató en un asado del club Claridad de Ciudadela. En esta obra mezcló jugadores actuales con glorias de nuestro pasado. Los viejos hacían fuerza por Alumni, pero en su magistral narración, Bandarelli dejó entrever que los Boquenses, por respeto a la tradición, se habían dejado ganar.
Las audiencias de Bandarelli no siempre fueron numerosas. Algunos partidos los relató solo, en una mesa del bar La Perla de Flores, ante el estupor de mozos y parroquianos. Poco a poco los muchachos del barrio fueron descubriendo sus méritos. Y con el tiempo hubo quienes prefirieron escucharlo a él antes que ir a la cancha. En 1965 Héctor Bandarelli organizó un campeonato paralelo al futbol. Todos los domingos narraba el encuentro principal, mientras un colaborador lo interrumpía para comunicar lo que sucedía en los otros partidos. Algunas firmas de Flores los ayudaron a solventar los nulos gastos del certamen, a cambio de avisos publicitarios.
En el esplendor de su actividad, quizás advirtiendo el carácter efímero de su obra, resolvió escribir sus libretos detallados que luego archivaba prolijamente. Desgraciadamente sus familiares quemaron este valiosísimo documento argumentando que juntaba mugre. Un día Bandarelli desapareció. Algunos dicen que se mudó, o que se murió, es lo mismo. La gente volvió a preferir los partidos sonantes y cantantes de la radio. Los relatores de hoy tienen la posibilidad de seguir al maestro e intentar la ficción y la fantasía en sus narraciones. ¿Por que depender de la actuación, muchas veces mediocre, de los futbolistas? ¿Por que no crear con la voz jugadas más perfectas? ¿Por que no dar nacimiento a deportistas nobles, diestros, mágicos, que nos emocionen más que los reales?
Todo el periodismo podría tener un carácter fantástico y abandonar los vulgares hechos de la realidad para aludir a sucesos imaginarios: conflictos, tratados, discursos, crímenes, e inauguraciones de ilusión y fantasía. En estos últimos instantes advierto que nadie me asegura que estos artistas no existan ya. Tal vez, todo lo que ocurre en los medios de comunicación, no sea otra cosa que un invento del periodismo de ficción. Sin embargo esta clase de incredulidad conduce a sospechar la falsedad del Universo mismo.
Suspendamos semejante astucia porque algunos podrían llegar a pensar que el propio Bandarelli es imaginario. Y sus partidos, sombras, de otras sombras.
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