
Hoy recordamos a Carlos «El Negrito» De Jesús, o «El Torito» De Jesús. Un día estuvo haciéndonos pasar una hora increíble. Viaje al viejo boxeo, a la vieja ciudad, y a sus queribles nombres, algunos que ya se leen en hojas «amarillentas».
Él es un registro de una época que queremos que se recuerde. No solo porque peleo con Carlos Monzón… sino porque además de ser un boxeador, fue todo un señor. Es uno de aquellos históricos cuatro hermanos que tanto dieron que hablar: «Los Hermanos De Jesús» de aquel barrio de Pompeya.
Sus caminos, seguidos por su populosa hinchada, no deberíamos considerarlos «noticias viejas». Él dejó un legado por su estilo como boxeador, pero fundamentalmente por su estilo como persona. Un tipo íntegro que deberíamos escuchar con atención y cariño.
El boxeo le gusto siempre con locura. Cuando iban muchos más todavía. Cuando peleaban en La Cantera no quedaba nadie en el barrio. Lo entrenaba «El Paraguero» Bermúdez y Juan Carlos Enrique, el popular «Banana». Con ellos andaba para todos lados. Tenía de ambos los mejores recuerdos, grandes personas que lo ayudaron mucho, según nos contó.
Fue a la Escuela Benito Garat, frente al Parque Ferre, el corazón neurálgico del barrio. La casa de sus padres estaba en la calle Federación, entre Urdinarrain y A Del Valle, a media cuadra del colegio. Quedaron huérfanos cuando él tenía 14 años, así que aprendió todo de golpe, fue como el padre de sus hermanos menores. Hasta que falleció en abril de este año, siguió viviendo ahí. Un tipo de barrio.
Entrenaba en La Cantera, y después solo en su casa, con sus hermanos y la banda. Los que querían contratarlos tenían que ir a hablar directamente ahí. Que andaban más o menos bien, y llevaban mucha gente.
Peleaba los viernes y luego iba a comer y a tomar algo con los muchachos. Eran más de cincuenta. Nunca discusiones, peleas, nada. Un grupo bárbaro. Un día pelea con uno de Santa Fe que era bastante buenazo, sábado un bailecito, domingo a descansar, y el lunes a entrenar. Viene la Reunión de la Comisión Municipal de Boxeo del día miércoles y le dicen que se enfermó «Kid Dure» Baigorria, y querían que pelee con otro que venía de Santa Fe. No quería, ya que estaba cansado. Dijo que si le pagaban el doble no había problemas. Llamaron, consultaron, y dijeron que sí. Y arreglaron todo ahí mismo. Peleo con un tal Carlos Monzón, fue en el club Sargento Cabral, y perdió por KO. Frente al argentino más grande de todos los tiempos.
Peleaba en Concordia, en Salto, en Corrientes. El dueño de la Cantera era «El Finado» Mondolo, que le daba plata. El se crio en el club Colegiales, y lo iba a ver toda la gente de ahí y la familia entera. El que no pagaba la entrada, se subía a los árboles y lo miraban desde arriba. La Cantera tenía árboles grandotes. El era muy guapo, iba para adelante.
Los dos mejores años que paso en su vida, y lo decía con orgullo, fue cuando hizo el Servicio Militar en Ushuaia. Andaba en el barco todo el día. Hizo la Marina. Viajaba en avión. Ni soñando pensó que podía conocer esos lugares y esa gente… Me decía que tendría que haber visto lo bien conceptuado que estaba. Andaba en Barco, se bajaba de Licencia en Buenos Aires, luego zarpaba de nuevo, y así. Su base estaba en la Cárcel de Ushuaia. Nevaba en invierno, en verano. A cada rato.
Cuando llegó a Usuahia se encontró con Juan Carlos Bogado (Concordiense Campeón Argentino Mediano), hacía un año que Bogado estaba ahí. No lo podían creer. Saltaban de alegría. Se reconocían de acá, de Buenos Aires, si el peleó con su hermano por el título en el Ferrocarril. Con Bogado iban a esperar los barcos a ver si venía algún conocido. Miraban el mar con entusiasmo a ver si caía un conocido.
Después se fue a Buenos Aires a lo de sus tres hermanas. Tenía una carta de recomendación de Mondolo para seguir su carrera en el boxeo allá, pero sus hermanas no lo apoyaron. Decían que los boxeadores quedaban locos después de los 22 o 23 años. y lo sacaron rajando.
De como ochenta perdió solo tres. Una con Monzón, después otra en Paso de Los Libres con uno de Rosario. Por puntos. Y la otra… no se acordaba. ¿El mejor boxeador de Concordia de su época? Y… a el le gustaba mucho «El Lobizón» Maidana. Un Mediano que era bárbaro, no pocos dicen eso.
Después de dejar de pelear fue Mecánico de colectivos y camiones. Trabajaba 10 horas por día. De 7 a 13 y de 14:30 a 21 hs. Pero en su también hacía rejas, portones, soldaba, era herrero. Todo el día entre los fierros. Se jubiló a los 83.
Su último domicilio fue en Diamante y A Del Valle. Le dicen Pompeya Sur, antes era todo un mismo Pompeya… Se enamoró de una mujer del barrio. Se juntaron, casaron, tuvieron cinco hijos, y siguieron firmes en el lugar de siempre.
En sus finales le dolía la espalda de tanto trabajar, de hacer «mala fuerza», pero tenía una linda jubilación y se daba sus gustos. el negro trabajo y mucho en Salto Grande, arreglando motores y micros.
Se lo veía en un humilde club, casi todos jubilados… «El Bar de El Lucho» (Humberto Primo y Las Heras), con los amigos, le pedía lo de siempre a «El Lucho», el ya sabía que le gustaba. Por ahí se pasaban de copas y se peleaban, de futbol, boxeo, y política, pero el «ni a gancho».
La política nunca le gustó. Le gustaba en el tiempo que estaba Perón, después se pudrió todo. Se admiraba de lo tranquilo que era. No peleaba. No se metía en discusiones que no le importaran. Se tomaba dos copas nada más, más de dos nunca. Medio raro que entre en el bar, a menos que este lloviendo. Se instalaba en la vereda, le traían el diario y se informaba. Después se paraba y volvía para su casa, sin molestar a nadie. Se tomaba dos tragos, el colectivo y listo.
Miraba boxeo y le gustaba con locura. Pero últimamente el de afuera, Space, ESPN KO, pero el de acá de Buenos Aires, de Boxeo de Primera, de TyC, ya no le gustaba mucho. Decía que no le «enseñaban el punteo», y no eran parejas, entonces le daba cada bronca.
También le gustaba visitar a un gran amigo: Héctor Oscar Noblega (profesor y periodista deportivo especializado en boxeo emblemático de nuestra ciudad). Ahí le gustaba quedarse charlando de boxeo, de LT 15, música, los tiempos aquellos, y disfrutando de la cordialidad y bondad de la amistad.
El boxeo de Concordia tiene un libro que es un curriculum de quienes somos. Quien fue este, quien fue el otro, escrito por quien esto escribe. Que nos permite revivir situaciones que fueron muy épicas y placenteras. Acordémonos de los grandes hombres. A ellos les hace muy bien. Y a nosotros también…
FEDERICO «LOBO» MULLER

