Luis Alberto Nievas apareció bajo una diluvio torrencial y frio… Es un tipo alto, canoso, huesudo, y de unos hermosos ojos celestes. Nunca lo había visto en mi vida. No sabia mucho de el. Si que era un maestro de boxeo y de la vida. Muy querido por todos en el ambiente de los deportes populares y populosos…
La Ley del Deporte tuvo el honor de verlo volver a un Medio de Comunicación. Su felicidad era inocultable. Era un niño con juguete nuevo. Se rio mucho. Cara de pillo. Ese cuerpito flaco y cansado despliega una sonrisa enorme. Enseguida me di cuenta que era siempre así… un flaco sonriente y macanudo.
Mano a mano hemos quedado como dice el viejo tango: «En un rincón la historia pura del Boxeo y en el otro rincón quien solo la difunde… Pero con enorme placer». Es del barrio Almirante Brown y pedalea por toda la ciudad. Y se lo puede encontrar dando clases de boxeo donde le den la oportunidad. Enseña con amor y de onda. El es un «lujo ambulante».
«Nací en Arroyo Barú, Departamento de Colon. Éramos 9 hermanos. Papa tenía una panadería. Había como treinta familias más o menos. Ahí viví hasta los 11 años. Jugábamos a la pelota. Peleábamos en el campo. Luego me vine a Concordia. Volví solamente dos veces para Barú. Extrañé mucho tiempo mi casa y mi lugar…».
Se quebró, agacho la cabeza y se recupero enseguida… seguro que se acordó de sus padres, los hornos de barro, el aroma a leña cociendo el pan casero… la vieja estación de tren. Me dijo que tenia sentimientos muy profundos y personales de aquella época y sus protagonistas…
«A los 14 arranque mi carrera como boxeador. Debute con Luis Castelli en el Ferro. Pelee como 30 combates. Yo mido 1, 85 cm. Era un peso Mediano grande. A veces Semi Mediano».
Se acuerda de todo y de todos. Memoria de elefante. De cada pelea. De cada nock out. Y se ríe. Ahora entiendo porque lo quieren tanto. Uno se siente bien estando con el. Sonrisa y mirada cómplice generan un lindo bienestar.
«Yo soy hincha de Victoria. Ahí entrenaba. La cancha se llenaba contra Sarmiento. El clásico del Tiro Federal. Íbamos a los bailes de carnaval. También al Libertad. Al Español nunca fui. Se ríe… ¡¡El es de barrio!! Colgábamos una bolsa en un árbol y entrenábamos. Dibujábamos el ring sobre la tierra con un palito. El encordado era imaginario».
Mira con esos ojos celestes. Escucha atento la pregunta. Demuestra ser un buen oyente. Tiene paciencia. Y me genera terrible afinidad. Como me hace acordar a mi abuelo Loredano. En el patio trasero de su cabeza hay toda una vida llena de historias.
«A los 18 años me llevan a boxear a Buenos Aires. Fui a entrenar al Luna Park. No lo conocía ni en figuritas. Paré en lo de una hermana y un cuñado en Parque Patricios. Frente a tal negocio me tomaba el 60, entraba por calle Corrientes al Luna, en tal esquina entrenaba Ringo, Nicolino en aquella, Galindez en el medio, Castellini le gustaba aquello…».
Se ríe. Esta arrugado de viejo y de simpaticón. Don Luis transmite energía positiva con esa cara de pícaro. Es un memorioso bien copado ¿Quién no prefiere una cara feliz como la de Nievas? Nadie quiere un mala onda todo el día… que se queje de la vida a «trochi mochi».
«Un noche que peleaba Bogado en el Libertad me vio Don Amílcar Brusa y me llevo a Santa Fe. Fui muchos años sparring de Carlos Monzón, el mejor boxeador Argentino de todos los tiempos. Carlos conmigo era re macanudo. Muy obediente para entrenar. Le hacía mucho caso a don Amílcar. Brusa me trato como a un hijo».
Se retiro con mas de 130 peleas. Su ultima presentación fue frente a «La Bestia» Romero, un «loco de remate» en el ring que casi pelea por el titulo del mundo Semi Pesado pero que lamentablemente fuera acribillado en una fuga por la policía.
«Ahora soy vendedor ambulante. Vendo «porquerías» casa por casa. Conocí la palabra de Dios y soy creyente. Entreno en el gimnasio de «La Furia» Ramírez allá en La Bianca (Gimnasio Puños de Oro). Me encanta estar con los chicos aprendiendo de ellos. Enseñando mis valores. Me mantienen vivo. Me relaciono. Es muy importante para mi. Voy a lo de «Pico» y al Sindicato de Panaderos. Todo el día en la calle. Camino mucho y ni siquiera me resfrío».
Nievas es un hombre sencillo. Un tipo común. De bien. No lo conocía. Yo estaba nervioso. Hasta que entró y me dijo que tenia 24 años y se rió. Luego me empujo como invitándome a sonreír con el. Me saco la tensión con toda la calle. Tiene unos ojos celestes transparentes. Y una sonrisa que debe haber roto mas de un corazón bailando un lenteja allá en «El Fortín Rojo». Apenas me hizo el chiste de su edad el mensaje que sentí fue este: «Relájate pibe. No soy un peligro para vos. Quiero que te sientas bien. Vamos a pasar una linda charla».
Me despedí. Lo abrace. Me encontré con sus huesos de nuevo. Le prometí llevarlo un día a Arroyo Barú. «El Segundo Barúllense más famoso», le dije. Después de «El Pato» Urribarri. Ya le metimos sobrenombre. La gente del boxeo está «mandada a hacer» para apodar gente. Me dice que la mama de él fue su maestra en el pueblo. «Te tomo la palabra», contesto riéndose y moviendo el dedito para arriba y para abajo bajo la lluvia. «A sido un placer maestro», le digo.
No quiero que sufra. Quiero quererlo. Y darle afecto…
LA LEY DEL DEPORTE (JUEVES 20 HS MATRIX 94.9).