El hombre de la historia de hoy se paseó por muchas localidades del país siendo jugador de básquet profesional. Integró nada menos que 15 equipos durante sus 23 años en la Liga Nacional. Gracias a su rapidez, mecánica y buen desempeño en todos los departamentos de este deporte, se mantuvo vigente en la alta competencia. .
Tras haber sido capitán en selecciones nacionales juveniles, y vestido la camiseta de grandes de nuestro básquet, vino a Estudiantes de Concordia medio maduro donde jugó dos temporadas. Se lesionó y se retiró en Capuchinos en el Torneo Federal, sobrándole credenciales, pero no mucho «hilo en el carretel».
Hoy es el coordinador general de básquet del club Hípico Concordia. «Tiro el ancla» acá y se insertó, con su mujer y sus dos hijas, en la vida profesional y social de nuestra ciudad.
Es de los jugadores que han dejado su huella en el básquet argentino gracias a rendimiento y durabilidad. Esa marca también la intenta dejar enseñando y formando a jóvenes deportistas y personas. Bienvenido Fernando «El Negro» Malara a La Ley del Deporte:
«Hola, Fede, como estás, muchas gracias por la invitación. Yo soy de San Isidro. Mis viejos se fueron a vivir al fondo de la casa de mis abuelos porque no tuvieron la posibilidad de tener una propia. Y ahí nos criamos nosotros cuatro, jugando al básquet, al tenis o al futbol en la cortada. Si bien no era nuestro caso puntual, es una zona residencial».
«Mi papá manejaba el colectivo de su suegro, era un chofer de línea. Me acuerdo que jugábamos con los asientos, el volante, la máquina tragamonedas, y todos esos elementos de un ómnibus. Después trabajó en la Ford, en la parte eléctrica de la producción. Tengo dos hermanos más grandes y uno ocho años menor».
«Empiezo a jugar a los once años en el club don Bosco un poco siguiendo a mi hermano. Ahí estaba todo el día, a veces me atrasaba con la cuota y pedía a algún empleado copado que me deje entrar. Vi por primera vez partidos, empece como los otros chicos a forrar mis carpetas con las figuritas de los jugadores y todo eso».
«Entrenaba con los mi categoría, la Mini, después con los más grandes y, si me dejaban, con primera. Estaba abajo del tablero por estatura, un jugador defensivo, de marca, pero no era un «negado» técnicamente ni físicamente. Tenía rapidez y un buen manejo de pelota en traslado y penetración».
«Luego, a los 13 o 14 años, me voy a Deportivo San Andrés. Un club conocido por trabajar mucho y bien en Divisiones Inferiores. Fui con mi hermano a probarme. Nos quedaba lejísimo, tomábamos dos colectivos de ida y dos de vuelta. La primera jugaba TNA así que vi por primera vez partidos con público, prensa, norteamericanos. Nadie en mi familia jugaba básquet ni miraba así que era un mundo nuevo que ni imaginaba. No faltaba a pesar del largo viaje, ni con lluvia ni con frío. Eso ya era distinto a mi club del barrio».
«Un día llega la invitación a un campo de reclutamiento en Independiente de Pico, La Pampa. Convivía con chicos de 15 y 16 años en un albergue. Había de todos lados y entrenábamos doble turno muy intenso. Independiente estaba en primera. Sabía que era una gran posibilidad, sentía mucho entusiasmo. Llame a mi vieja y le dije: «Mami, si me fichan haceme el bolso que me quedo a vivir en Pico».
«Me fue muy bien. Es un club donde han estado Hernán Montenegro y «El Chapu» Nocioni. En ese momento empiezan las citaciones a los Seleccionados Juveniles, iba en tren hasta retiro, de ahí al Cenard a medirme con otros 30 chicos que no conocía. Ya estaba Scola y dirigía Julio Lamas. Fui pasando «cortes» hasta quedar afuera número 14. Dejo de entrenar, me baño y Lamas me comunica la decisión, me quebré, llore mucho. Me quedaba afuera del Panamericano y del Mundial. Fue una frustración, obviamente que uno imagina siempre quedar, espera lo positivo…»
«El año siguiente agarra Rubén Magnano y voy al Panamericano de República Dominicana y ganamos la Medalla de Plata, perdimos con Canadá en la final, y jugamos el Mundial de Portugal donde perdimos en semi con España, por un punto. Nos quedamos con «la espina», estuvimos muy cerca...».
«Me vuelvo a Buenos Aires y debuto en el TNA, jugando para Banco Provincia. Con mi primer sueldo me compro una bici y me iba pedaleando hasta la estación, la colgaba en el furgón, y viajaba hacia ese club, que es hermoso. Estaba el boricua Flor Menéndez, ya era una categoría de tipos grandes, más ásperos, y mañeros… Ahí me curtí en situaciones de juego que no había enfrentado antes».
«Llego en el 2003 a Boca con 22 años. Ahí empiezan los viajes, a entrenar a full en la alta competencia, mayor cantidad de nombres con jerarquía. Dirigía «El Oveja» Hernández, nada menos. En seis años ya había sido conducido por Magnano, Lamas, Flor Menéndez y Sergio Hernández. Boca fue diferente a todo por lo que significa esa institución. Te imaginas para un pibe de 23, en Buenos Aires, con plata, salir por primera vez campeón de Liga Nacional. Jugué otras dos finales más, pero no tuve la posibilidad de ganarlas».
«A mí me encantaba entrenar, tener desafíos, mejorar. El básquet me hizo conocido. Lo más estresante quizás de la competencia, y es una parte gris de todo esto y que se debería desarrollar más psicológicamente, es la presión de rendir. Se siente como una mochila que te renueven el contrato, mejorarlo, que te quiera un equipo con pretensiones, evitar que te dejen libre, o que te rescindan por baja actuación o una lesión…»
«En Atenas tuve una lesión en el tobillo y me «cortaron». Te pasan cosas negativas pero como en la vida. Ese día seguí jugando para ayudar al equipo que lo necesitaba sin percibir la gravedad de la rotura… No pude seguir, tuve que recuperarme y cuando vuelvo obviamente no estaba al cien por ciento y me cortaron. La cadena primero siempre se corta por el eslabón más débil…»
«Casi todo es positivo y enriquecedor en el deporte. Salvo algo trágico que te pueda pasar… lo otro suma. Y ciertas cosas negativas son generadas por uno mismo. A veces le echamos la culpa al entrenador o al compañero porque cuesta mirar lo que uno hace mal. Es más fácil echarle la culpa al otro que hacerse cargo. Y saber que no estabas haciendo las cosas bien y que la solución estaba en tus manos».
«Vengo a Estudiantes con 35 años, de tener una mala temporada en Regatas de Corrientes, no tenía demasiadas opciones. Cuando un jugador empieza a declinar su juego ya se lo mira de re ojo, se generan sospechas. Arregle y trate de aprovechar la chance. A los pocos días me lesiono en el tendón del pectoral haciendo pesas. Se cortó y se me cayó el brazo y la pesa… Así que me quede afuera de la primera temporada. El cuerpo expresa los problemas…».
«Eso me permitió tener tiempo para conocer clubes, hacer mucha kinesiología dos veces por día con Guillermo Russo quien hoy es un amigo y socio en asesoramiento y venta de plantillas ortopédicas, caminaba la ciudad para hacer actividad física, conocía gente, lugares nuevos. Al otro año jugué poco, mi rol no era jugar. Debía aportar desde el banco, el vestuario, en los entrenamientos, levantar el ánimo…».
«Termine en Capuchinos jugando el Torneo Federal. Otra linda experiencia, como todas. Interactuás con pares, mismo idioma, pero conoces otras realidades, otros escenarios. Ya sabia que iba a tener que dejar pronto…».
«Con mi mujer habíamos hecho amigos muy buenos, padres de amiguitos de nuestras dos nenas que juegan al hockey en el Hípico, decidimos ir a la pileta, y un dirigente, «Tito» Belli, nos presentó un grupo bárbaro. Salió la posibilidad de este proyecto en el básquet del Hípico. Todo se fue dando para elegir a Concordia donde poder trabajar y criar a nuestra familia. Un lugar tranquilo y sin el nivel de estrés de Buenos Aires o Córdoba».
«Ser entrenador de básquet es una experiencia hermosa. En el 2019 competimos a nivel provincial. Luego con la Pandemia se paró todo. Fue un trabajo grande hablar con todas las partes y no tener respuestas satisfactorias o que te hagan feliz. Había cosas que creíamos se podían hacer y no permitían… Fue duro, te sacaban las ganas, después volvía el entusiasmo, luego otra vez… Ahora estamos entrenando que es muy importante. Falta la competencia esencial para mantenerlos motivados, y dentro de un ambiente sano, bueno y positivo».
«Aprendí de técnicos que pregonan con el ejemplo, que tienen métodos, que son los primeros en hacer las cosas, y me demostraron cuál es el camino, sobre todo en responsabilidad, puntualidad, y esfuerzo. Uno se va formando. También estoy estudiando para entrenador de básquet, ya me queda el último módulo…».
«En el equipo somos cuatro en total. Me gusta y me apasiono, hablo, miro como está este, que le pasa aquel, que hicimos bien, que no gusto mucho, que podemos implementar… Quiero agradecer a los padres por confiar en nosotros y por colaborar en estas categorías formativas. Lógicamente, la meta ahora es hacer el mejor trabajo posible. Esta es una experiencia increíble. Estamos con mucha ilusión. El resultado no importa tanto. La misión es que los chicos muestren su mejor versión posible».
Fernando Malara encontró un lugar donde se puede vivir una vida más tranquila, muy distinta a otras «selvas de cemento». El estilo de vida de su familia es sumamente importante, como disfrutar del club, de amigos, torneos, rio, lago, parques, comer un asado, o simplemente tomar mate a la vera de la histórica pileta.
Además, encontró en el Hípico la posibilidad de trabajar en el básquet, que es lo que le gusta. Fomentando buenas y sanas conductas. Para nosotros es una suerte que «las piruetas del destino» hayan traído a Concordia, al club Hípico, y porque no a «La Ley del Deporte»… ¡A Fernando «El Negro» Malara!
LA LEY DEL DEPORTE (continental 94.9)