Esta historia es de dos famosos jugadores de futbol. La conto Alberto «El Beto» Márcico. Un testigo de aquella época… Y muy compincha de los «Hermanos Macana». Dice la leyenda:
El uruguayo Enzo Francescoli, además de haber sido un gran jugador de futbol, es un tipo respetado por el histérico y malicioso ambiente del futbol argentino. Y muy educado como casi todo uruguayo. Siempre «bien mirado» en todas las canchas de todos los lados. Exquisito, fino, creativo con la pelota. Goleador y ganador en River. Un flaco con mucha inventiva. Es un idolo del club. Uno de los más grandes de toda su historia. De esos que son requeridos para dar la camiseta, firmar autógrafos, sacarse una foto, etc…
Y el tipo siempre bien predispuesto a ser agradable. Un tipo sencillo y equilibrado. No se le salía la cadena nunca. La llevaba «de taquito». Siempre en control de sus emociones. Eso parecía, al menos desde afuera…
Hubo una tarde de 1995 que explotó de ira. Nunca se lo había visto tan exaltado a «El Botija de Oro» como en ese partido. Esa tarde, solo para la estadística, River y Gimnasia y Esgrima de La Plata empataron 1-1 en el Monumental de Núñez. Seria una tarde más de futbol en Buenos Aires, solo que Francescoli tuvo que vérselas con «Los Mellizos» Barros Schelotto. Dos tipos muy hábiles con la pelota, como también para «cargar» y provocar a los rivales. Rápidos de piernas y de lenguas. Los dos. Demonios con cara de ángeles. Lobos con piel de cordero. Como les guste más llamarlos…
Enzo estaba cansado de las provocaciones de estos dos «pendejos» irrespetuosos. Que lo querían sacar de quicio y del partido. Uno de los mellizos, Gustavo, le paso la pelota entre las piernas y le dijo la famosa frase de Alfredo Di Stefano: «Che, porque no te pones una sotana ahí». Enzo le dijo: «Pero cállate la boca vos, que yo tengo dos palos en el banco», haciendo alusión a toda la plata que había ganado en su carrera y que el otro era un ignoto jugador de futbol, en ese entonces. Y «El Mellizo le contestó: «Me alegro mucho. Lastima que con esos dos palos no te alcanza para sacarte esa cara de sapo que tenés…»
Siempre junto al box…
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