FANTASIA ESPAÑOLA
Aunque la luz matinal era clara y celeste, Galissou se movía como si estuviera llena de bruma. Cuando llego a la ventana dio un paso atrás, luego un golpecito en el cristal y arrastrando los pies volvió a sentarse frente a la mesa. En un plato había cuatro galletas integrales, al lado una guía telefónica abierta y un telefono.
Galissou recorrió con el dedo la columna de apellidos de una pagina de la guía. Sin despegar los ojos de donde había parado la uña, Galissou descolgó el telefono y marco un numero.
_»Palomera», disparo una voz del otro lado de la línea.
_»Señor Palomera…»
_»Ya le he dicho que soy Palomera».
_»Si ya lo se Señor Palomera, buenos días, soy Galissou».
Se hizo un silencio de gravedad mediana.
_»No tengo el gusto, no tengo el menor gusto».
_»Atalanio Galissou. Interior izquierdo de Toviel».
_»Ah, si Galissou, ¿que se le ofrece? Sea breve, se lo suplico.
_»Ehhhh… ¿qué es este ruido? ¿su telefono o el mío?
_»Papeles (ahora la voz sonaba mas lejana)«?
_»¿Como?»
_»Papeles (ahora la voz cobro un sonido brutal). ¡Papeles, Galisso! No se si sabe exactamente adonde ha llamado, pero este es el Archivo Parroquial de nuestro pueblo y esta hablando con el responsable. ¿Le molesta que yo vaya ojeando algunos papeluchos mientras usted me entretiene? La tarea del historiador es intensa, Galisso».
_»Galissou (dijo Galissou). Ga-li-ssou, señor Palomera. Me extrañaría mucho si mi nombre no le dijera nada».
_»La verdad que no me dice…».
_»Ja. ¿Y que hizo usted el domingo pasado de tarde?, pregunto».
_(Se oyó una risita asfixiada) «¿Y usted Galissou?».
_»Jugué un partido de futbol. La final de la Liga Provincial. Ya le dije que soy el interior izquierdo del Toviel Futbol Club».
_»No me diga. ¿Y que? Veamos a ver… deme una pista».
_»Ya he hecho todo lo posible, señor Palomera. No me gustaría fastidiarlo más. Pero bueno… mi madre era Haitiana».
_»Ah si, ya se… ¡El Negro!».
_»Zambo. Soy zambo».
_»Si, claro Galissou. Mire vea a mi el futbol «me la trae flojita», pero no crea que no he pensado en usted. He visto esa foto…».
_»¿Cual?»
_»¿Como cual? Esa pavorosa donde esta usted sentado en el rincón del campo, solo, abrazándose las rodillas, la cabeza gacha…»
_»Ah si esa».
_»Si, el pelo le brilla de sudor y de … ¿llovía no es cierto? Una desolación… y al fondo los rivales colgados del alambrado, desnudos como monos. Y al fondo una chiquita que por la cara arrugada debe haber sido de nuestra hinchada».
_»Para la gente ha sido una tragedia. Justamente lo llamaba por…».
_»Si, algo estoy percibiendo. Una atmosferilla. Creo que iban a ascender a… ¡Galissou!, ¿que quiere..?».
_»Nada, lo que yo quería decirle era…».
_»En confianza dígame. ¿Cómo le pudo pasar a usted algo así?».
_(Al otro lado de la línea el silencio era cavernoso pero incitante) «Un error humano, señor Palomera. No se, la lluvia… en fin. La patada no me salió como yo esperaba».
_»Galissou, usted es un jugador finísimo, o al menos eso todos dicen. No me convence. No, no».
_»Tiene razón Palomera en todo».
_»Ahora si. Ahora si. Estuve pensando en a que pudo deberse. La soledad, el lastre de una misión desmesurada. Pero me gusta mucho la idea de una interferencia mental».
_»Usted no vio el partido».
_»No para que. Pero yo pienso Galissou, es lo que hago en la vida, y después elaboro. Debo ser la única persona que piensa en Toviel. Pensar continuamente amplía la percepción… ¿Galissou?».
_»Estoy acá».
_»Usted tiene algo que contarme? Lo escucho, tenemos tiempo».
_»Había llovido toda la segunda parte y mucho más después del gol de ellos. Nosotros no nos desesperamos hasta que faltaban cinco minutos. Hemos sido los mejores toda la Liga. Infinitamente mejores. Por eso cuando empujaron a Coure en el área y el arbitro pito lo vimos lógico. Como si el Dios del futbol fuera justo. Así que fui, puse el balón en el punto. Siempre lo hago yo. Voy, pongo el balón, tomo carrera así de lo mas natural… cuando de repente se escuchó un trueno. Y más lluvia. No se como podía llover más pero era un diluvio».
_»Apocalíptico».
_»Exacto, Señor Palomera. No se veían las tribunas, la gente ni los paraguas. Miré por encima del hombro y el agua borraba a mis compañeros, a los rivales. Yo esperaba. Espere no se cuanto. En eso viene el arbitro, me sacude el brazo y me dice que para cuando.
_»Caray, no había oído el silbato».
_»Um… señor Palomera, pero usted es un…»
_»Pienso, Galissou. Ahora mismo estoy pensando. Imagino con gran precisión. Su relato me hace imaginarlo todo».
_»El arbitro volvió a su sitio y pitó mas fuerte. Entonces apareció la portería y el portero. Con las piernas abiertas, un poco agazapado, como siempre se pone esa gente. Apareció entre la lluvia, como un animal. Lo veía clarísimo. Parecía…»
_»Galissou, dígalo en confianza…»
_»Parecía un león. Es que es un portero con una melena tremenda, pajiza. Bernárdez se llama. Pero yo mire el balón. No quería ni engañarlo ni nada. Solo patear con alma y vida y zamparlo allí dentro y hacer justicia de una vez. Así que arranque. Un paso, dos pasos, tres pasos, Palomera. Vea, no llegaba nunca al balón. Y de pronto me rodeaba un silencio ruidoso…»
_»El publico entre la lluvia».
_»No, ya no llovía».
_»Extraño».
_»Era un silencio selvático».
Los dos hombres callaron un momento.
_»Me lo figuraba», dijo Palomera. «¿Tuvo una indisposición?».
_»Pues no se, no. No podía moverme. Corría pero estaba paralizado».
_»Atado».
Galissou tragó saliva. Tenía la cabeza gacha.
_»¡Si, estaba atado a un poste! No se de donde venia esa sensación, ese… recuerdo. Era algo de la cabeza y del cuerpo, de otro tiempo. Un poste. En la selva. Gritaba, me sacudía, lloraba. Pero estaba atado, me entiende. Había un viejo…
_»¿Atado ha dicho?», la voz de Palomera se volvió levemente áspera.
_»Si, atado. Había un viejo con una mascara de colores y una especie de sonajero, un palito con cascabeles. Vino y me pasó el sonajero por el pecho, por los muslos y se fue, se perdió en…»
_»La espesura. Lo comprendo. Un hechicero entonces…»
_»Era de noche, entre las lianas y a lo lejos un cántico, un rezo. Había un aroma… entonces apareció el león. No se crea que rugía. Se pasaba la lengua por la boca. Solo cuando estuvo a un palmo empezó a rugir, un aliento que quemaba. Se alzó en dos patas y me puso las garras en los hombros… Yo, aterrado me desmaye».
_»No era para menos».
_»Si, pero al instante me desperté, vi una zarpa y me desmayé de nuevo».
_»Y soñó con el león».
_»Creo que si, me parece. Era el león y era el portero Bernárdez. Y también era una especie de soldado que me atacaba con una bayoneta, pero eso no se bien, la sensación venía como de un tiempo diferente. Cuando me desperté de nuevo tenía los pechos todos sucios, se veía un baba y el león estaba echado a mis pies, mirándome con…»
_»Simpatía».
_»Con bondad, señor Palomera. Tenia la cabeza apoyada en sus manos. Solo cuando el hombre de la mascara se acercó a asustarlo soltó un rugido. Le tiró un zarpazo a ese.. al brujo. Y volvió a mirarme, muy fijo con la cara de Bernárdez. Y me pareció que se iban todos. Todos los que estaban en mi árbol, mi tribu. Y yo estaba muy cansado pero aliviado, feliz, ya no lloraba. Y en ese lapso es que cuando el recuerdo se apago…»
_»Usted había detenido la carrerilla».
_»Si, la sensación se desvaneció. En mi cansancio vi el balón, reluciente, y a Bernárdez que se abalanzaba con las piernas abiertas, unos centímetros por delante de la línea, porque los porteros siempre intentan abalanzarse para tapar más. Pero tiene usted razón. Yo me había parado. Todo el mundo cree que hice la «paradinha», un amago».
_»¡Ja! La gente es deliciosamente ingenua».
_»Nada de delicioso, yo no podía «chutar». Simplemente no podía atacar a ese hombre, humillarlo. El también se jugaba algo. Y estaba dormido a mis pies. La imagen se iba y se venía. Había echo todo lo contrario de lo que mi tribu esperara que hiciera. Me protegía».
_»Una criatura noble».
_»Me flotaba la cabeza».
_Si, me imagino».
_»No, no se imagina. Fue algo horrible, muy jodido».
_»Calma Galissou. Solo he dicho que me lo imagino. Pero claro, no lo he vivido. Procuro entender».
_»Se levantó de repente, desperezándose como todos los felinos. Y rugió».
_»Era un trueno, Galissou. En el estadio».
_»Si usted lo dice… yo oí un rugido. Y luego las zarpas de nuevo en mi cuello, en mi vientre y los dientes, Palomera, los dientes, cada desgarradura era un dolor infinito, una eternidad de dolor. Y eran infinitas desgarraduras, borbotones de … verse la sangre, las vísceras, ver como lo devoran a uno y no morir. Morir sin morir del todo, agonizando… ver las zarpas de Bernárdez, y mis tejidos».
_»Y sus pechos Galissou. Supongo que habrá seguido avanzando. Que se abrá lanzado».
_»Si, hacia el balón. Contra Bernárdez. Siempre he sido un jugador elegante y preciso. Pero en ese instante no pensé si pegarle con el empeine al angulo de abajo, si engañarlo. Quería reventar la red, meter a Bernárdez en la portería con pelota y todo. Hundirlo. Empatar con un chupinazo y ganar la liga. Ya había perdido demasiado tiempo…»
_»Eso se llama justicia poética. Venganza metafísica, diría yo. Vida por vida, coño, en cualquier vida! Pero bueno no me ha dicho usted que pasó».
_»Creo que con tantas paradas llegué al balón descompensado. Un poco pronto o un poco tarde y torcido. Había charcos, la bota se resbaló y le pegue flojo. Suele ocurrir cuando el balón está mojado. Uno no le da de lleno. Si hasta me salió casi al medio. Y así y todo podría haber entrado porque Bernárdez se arrojó hacia su izquierda. Pero le dio en el pie».
_»Caray».
_»Si, y después se fue hacia el poste derecho, reboto y empezó a pasearse por la línea. Yo vi que Bernárdez estaba a punto de recuperarse y fui a buscarlo. Me tendría que haber lanzado, zambullido, darle con alguna costilla, algo…»
_»Habría sido la gloria».
_»Pero resbalé. El campo estaba… a tres pasos del balón. Era como que me hubieran comido las piernas. Y el saltó como un felino y lo atrapó. Para mi fue la muerte. De nuevo».
_»No se vive solo una vez».
_»Bien señor Palomera. Eso es todo, lo lamento».
_»Por favor Galissou. Me acaba de relatar una experiencia muy interesante. Un enigma de la mente y del pasado».
«No, no. Lamenté haber fallado. Le ruego que me disculpe».
_»¿Como que lo lamente?»
_»Si, lo lamento. La temporada que viene demostraré lo que valgo».
_»Ah, lo lamenta. ¡Que frivolidad! La portería mide siete metros, usted es un profesional, había una liga en juego y usted dice «lo lamenta».
_»Señor Palomera. Tuve un vértigo, ese recuerdo… yo no era yo. El balón estaba empapado».
_»Oiga Galissou. Creo haber visto en la tele que en estas situaciones los buenos jugadores secan el balón con la camiseta antes de chutar. Lo secan muy bien y lo ponen en un lugar liso».
_»Yo se como se chuta».
_»No, no sabe. No seco usted bien el balón. Y no cogió bien la carrerilla. Usted puede ser «todo lo virgen ofrendada a un león» que quiera, pero la vida continua, nunca mejor dicho, y un penalti se mete».
_»Vea Palomera, yo no se lo había contado a nadia. Usted tendría que…»
_»Se mete. ¡Un penalti se mete! Nada de exquisiteces. Fuerte y a un lado. Toma castaña».
_»Pero que coño usted sabe de fútbol».
_»Usted pifió. ¡Su fina pierna izquierda! ¡Caligráfica! Pifió…»
_»No me escupa. Echa usted saliva por el telefono, Palomera».
_»¡Un profesional!»
_»¿Usted sabe la miseria que me pagan?».
_»No tengo ninguna prueba de que no lo haya hecho adrede».
_»¡Que le zurzan!».
_»Y le confiaré una meditación personal. Usted ha sido un mimado de la afición. Pero no solo las tribus de la jungla sacrifican vírgenes.
_»Mi padre es español. No es ese el problema…».
_»Fingen. Estaban a un gol de ser campeones».
_»Tal vez, son tan silenciosos…».
_»¿Ve? Y tienen razón. Un chut de mariquita».
_»Palomera, a veces se hace insoportable…».
_»Galissou…».
_»¿Que quiere?».
_»Un poco de animo».
_»No me joda».
_»Ha elegido bien a quien llamar. Puede hacerlo cuando quiera. Aquí siempre tendrá un interlocutor sensible. Y pensante».
_»No».
_»¿Que quiere decir no?».
_»Que no me espere. Yo llamaba para disculparme solamente. Usted es uno, el tercero de la letra P. Todavía me quedan cuatrocientos veinticinco».
_»Claro, hasta Zuviría. ¿Y cuando acabe?».
_»No lo se, no se si me quedarán ganas. Y después empiezan los entrenamientos».
_»Ja».
_»Palomera».
_»¿Que pasa?».
_»Buenos días».
Galissou colgó y estuvo un buen rato con la mano apoyada al telefono. Cuando notó que el brazo se le empezaba a dormir lo sacudió un poco. Con un rotulador que tenía en el bolsillo puso una marca junto a Palomera Díaz, Egidio. Pareció que se iba a levantar, porque se estaba volviendo hacia la ventana, pero apoyo un dedo en la guía y descolgó de nuevo el telefono.
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