FEDERICO "LOBO" MULLER

HEROE DE MALVINAS RODOLFO CRISTIAN «PUCHI» BERMUDEZ EN «ESTADO PURO»

En las escarpadas laderas heladas y siempre ventosas de las Islas Malvinas estuvo este Concordiense defendiendo a la patria. En medio de una balacera infernal, y de bombas que cuando estallaban, desmoronaban lo que impactaban… Hubo muchos héroes que pelearon «como leones».

Uno ha convivido con héroes políticos «de barro», que la maquinaria de información no ha parado de inventar. Esos mismos, denigraron a los reales, y los usaron para poder «gobernar». Este es un héroe de verdad, que peleo por nuestro país y contra el imperio británico. Lo de ellos fue real, sin embargo, los otros, solo «bla, bla, bla».

El hombre que tengo en frente fue, es, y será, por toda la eternidad, una celebridad. Gloria y loor a nuestros veteranos de Malvinas. Bienvenido Rodolfo «Puchi» Bermúdez a «Estado Puro»:

«Hola Fede, como estas, pasa. Como estas vos. Yo nací acá en Concordia, soy el segundo de tres hermanos. Me crie en Balcarce entre Concejal Veiga y Perú, barrio Cabildo, o «Las 28 Puñaladas» que le decían. Por Balcarce siempre existió una gran zanja que desembocaba en el Arroyito Concordia. Ahí nos criamos nosotros. Existía el Bar de Amadeo en la esquina de San Lorenzo y el de Victorino Panozzo Zenere en la otra».

«Mi viejo era Ferroviario, después tuvo esas indemnizaciones de los Militares, que vinieron y lo echaron. Era gremialista, esa gente le proponía que te vayas o te vayas. Trabajo en Contaduría del Ferrocarril, por calle Paraná. Llevo adelante dos gestiones, era muy sociable, y fue el creador de las Comisiones Vecinales. Mi viejo era del Peronismo de antes y fue, con el periodista Porcheto, candidato a vice intendente, por un partido minoritario, consiguieron muchos votos». 

«Fui a la escuela San Martin en la primaria, cerca de casa. Ahí me puse de novio con quien es hoy mi mujer «La Ara». En la secundaria a la Técnica 1, pero solo un año, ya que trabajaba, porque en casa las cosas no estaban muy bien y nos impulsaban a «ganarnos la moneda». A los catorce nos fuimos al barrio ferroviario, al lado del barrio Belgrano, en Lamadrid y Chabrillon». 

«Un día papa nos pregunta que íbamos a hacer de nuestra vida. Y yo le dije: «quiero irme de casa». Por edad, no me daba para hacer la carrera Militar, pero si me daba para la Banda. Imagínate, en el 78 y con 15 años, me mande a mudar e ingrese en el regimiento de acá de Concordia».

«Tocamos el día que salimos campeones del mundo. Me gustaba la música y la instrucción como soldado, como desplazarse en el terreno, las ordenes militares, como se responde, como se desfila. Me bancaba todas. Me hice un compromiso que quería ser alguien. Me quería parecer a ciertos modelos, manejar la tropa, estar al frente de eso».

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«Cuando voy a La Plata me dicen que forme reclutas, como soldados, y me asignan porta equipos, armamentos propios, y al terreno. Capacitación al Regimiento. Y no podías salir, ni estar al alcance de la radio, de una revista, de un diario, nada. Dia, tarde, y noche. Ni noción del día ni la hora.

«Ahí fui sub oficial instructor. Vivía en el cuartel. Muy cómodo. Como en nuestra casa. Un día andaba un suboficial con una planilla y me dice, «a vos te estamos buscando», tenes que retirar el equipo. ¿Y qué hago con el equipo que me quedo en el campo de instrucción? Entonces, dice que no, que me olvide de eso y que retire armamento nuevo, pero para eso ya era el 10 de abril de 1982».

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«El lema era defender a la patria y estar preparados para la guerra, pero eso parecía que nunca iba a pasar. Era solo preparación. Sonaba que podría haber una, pero nunca llegaba».

«Cuando salgo es ahí donde me desayuné, donde también lloraban todos, que estaba asignado para ir a Malvinas. Me tocó ir con el grado de cabo, con diecinueve años, ya estaba en el tercer año de mi carrera militar. Al otro día, en un galpón, nos reciben a todos y, partimos hasta el Palomar, del Palomar a Río Gallegos, y así nomás, en simultáneo, de Río Gallegos a las Islas Malvinas».

«Estábamos viajando con camiseta o remera porque teníamos calor. Imagínate cuando llegamos a Río Gallego, un frío que cortaba, y el viento, era impresionante, el primer impacto, digamos, era eso, a climatizarse. Comimos ahí, todos apurados, y ya empezamos a comer distinto. Ya servían como para todos, lo que te tocaba».

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«Yo forme a la clase 62, y a ellos los re incorporan para ir a Malvinas. Ya se habían ido y dicho: «nunca mas», «seguí sufriendo», jaja, cosas así, decían groserías desde el cariño. Y después volverlos a ver ahí… Así que yo ya los conocía. Y mi forma de ser era muy correcta, muy respetada, ya había hecho instrucciones, quizás por eso, como decís vos, me llevaron, pero nunca me puse a pensar ¿Por qué a mi?». 

«Un peso tenia el equipo, lo personal, la ropa de guerra, tus armas, y cuando querías acordar eso pesaba mucho. En el hombro y espalda el equipo aligerado: caño de carpa, los parantes, la manta, estacas, todo eso iba en la espalda».

«Llegamos a Malvinas y marchamos desde el aeropuerto… con un hermetismo total. Teníamos incertidumbre. ¿Acá donde vamos?. Unos se quedaron en el pueblo, y ahí veíamos a toda la gente también vestida distinta, porque, claro, la Armada se viste de una manera, la Marina de otra. Y ahí pasamos para llegar hasta la base del cuartel de los Royal Marines. Que es donde se toma Malvinas el dos de abril de 1982».

«No llegamos esa misma noche porque estaba muy oscuro e improvisamos un campamento, solamente tire mi colchón, me tape con el poncho impermeable, y al otro día estaba blanco, todo. Continuamos y ahí empezaron a asignar los pozos. Yo si estuve en Moody Brook (lugar de dramáticos enfrentamientos)».

«Es ahí nuestro lugar militar de las Islas Malvinas, y a nosotros nos ordenan hacer pozos alrededor de la base, para custodiarla. Y bueno, yo habré intentado hacer tres más o menos, junto con todos, que después los convoqué y les dije: «Todos vamos a hacer un pozo, todos vamos a hacer el segundo pozo, porque si no es imposible».

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«Arrancábamos a hacer y cuando venía en profundidad bien, nos encontrábamos con una roca, por ejemplo. Y no podíamos. Y empezaba a verter agua. Allá crece la turba, y es un colchón, como de veinte centímetros. Te daban ganas de llorar, se te rompían las manos. Después de abajo viene la tierra y después piedra y roca. Suspendíamos ese, íbamos a otro, hasta que justo coincidía y se podía armar el pozo. Y vivíamos ahí adentro».

«Estábamos en un lugar inhóspito, permanentemente con frío y mojado y con escaso racionamiento. En el mío éramos dos. Pero en ese momento era insufrible estar permanentemente mojado, viviendo todo el tiempo y con esa necesidad básica que era el alimento, estar alejados también del baño y todo eso».

«En el combate sirvió de mucho, porque en ese lugar fue intenso el bombardeo a partir del primero de mayo. Eran las doce, y ahí empezaron. Pasó el avión, aviones y, bueno, pasaron por nuestras posiciones y nos bombardeaban. Eso fue el «día a día». Todos los días tratas de alistarte el pozo, hacer guardia, y patrullar».

«El 1 de mayo, como a las cuatro de la mañana, comienza el fuego enemigo, nunca escuchamos las sirenas. Pasaban por arriba de nosotros los aviones. A baja altura arrojando misiles, y el daño que provocaban. Nosotros hacíamos «fuego reunido» y se tiraba. Vi un avión a cinco metros pasar y tirar. Lo que provoca ese fuego de artillería. Tiraban desde los barcos, y los aviones, y finalmente en el terreno. Se hacia de noche y era todos los días bombas y bombas».  

«Y la artillería de la tierra, se le respondía, «pum» «pum», todos los días. Nos tiraban desde los barcos, de todos lados. Nuestro lugar era mas que identificado, como dijo un superior: «fuimos carne de cañón». Ahí no deberíamos haber estado, si ellos sabían que era un centro de operaciones».

«Sonaba la alarma y la anti aérea, si apunta bien, da, pero después se la llevaron… Había gente que te daba una orden y después cambiaba y quedabas «regalado». Porque acataste la orden anterior y la otra te dejaba solo y completamente desprotegido».

«Con frecuencia no había para comer en Moody Brook y nos íbamos a ciegas al pueblo a buscar algo para cocinar. Y había que hasta «gestionar». Si abrías los ojos o los cerrabas era lo mismo porque andábamos «a ciegas», totalmente a oscuras. Y comíamos lo que venga, cocinando en la olla negra, en «La Morocha» como le decíamos». 

«Había ordenes de no entrar a ese lugar. En algún momento alguno pudo entrar, y se pudo bañar, pero en principio ahí no se podía ingresar. Ya después nadie controlaba a nadie. Yo no iba a controlar si el soldado se metió, fue, y se baño. ¿Me entendés? Esas normas eran insostenibles, era un «sálvese quien pueda? Ya viste las cosas que tiene la guerra, gente herida, mutilada, muerta… todo eso te lleva a armarte de otro temperamento».

«Un día estaban tirando y no pude con mi temperamento y salí, a socorrer heridos del Regimiento 7. A bajar heridos. Habre hecho 3 o 4 viajes. Capaz que estaba más alimentado que muchos. Los del Regimiento 7 revolvian la basura nuestra. Imagínate como estaban. Y eso te lo digo no para victimizar y ni ser victimario. Eso es lo que sucedía. Arriba eran más bombardeados y menos asistidos». 

«Un día explota el edificio y a mí me tira la onda expansiva contra una red de acero inoxidable de la cocina. Y escucho el griterío y el drama. Empezó a caer una bomba tras otra. ¿Cuántas? ¿treinta? A un soldado no lo encontraron por ningún lado. Pero dijimos con otro amigo, a este seguramente lo vamos a encontrar. Estaba prohibido también, prender fuego. Es ahí donde, agarro un farol de noche, y salimos».

«Y lo vimos de una manera muy fea. Pusimos una manta y, bueno, está descansando y otro muy amigo, con quien hacíamos guardia, y conversábamos. Ya a partir de ahí era como que estaba medio desinteresado, nos acorralaban por todos lados. Sabía que en cualquier momento venía lo peor. Era bombardeo y «cuerpo a cuerpo», con el enemigo que caía en paracaídas». 

«A la madrugada un ataque muy cerrado, gritaban. Era todo un griterío de dolor, que padecían, era desgarrador. Estaba el Regimiento Siete, que fueron muchos los que murieron. Las bombas pegaban, pasaban por arriba nuestro, algunas caían y otras pegaban sobre el cerro. Y bueno, se ve que dieron mucho y empezaron ahí muchos heridos, muchos muertos. Y ahí salí así desesperadamente a socorrer».

«Yo no pensé en tampoco decir, «me cuido yo solo», que ya también estás viviendo el combate y no te interesa nada. Yo voy al frente. Y así hice unos cuantos viajes desde el cerro hacia la base trayendo heridos. Y ahí veías también cuando los alumbrábamos con la linterna, el grado de lastimados que estaban, era impresionante y desolador».

«Me mandan a contar nuestras bajas. En una unidad me dicen: «La guerra no termino y ya se quieren dedicar a contar muertos». Y llegar hasta Puerto Argentino, dejar las armas afuera, ingresar al Hospital para anotar nuestros caídos y ver lo que era eso, con la gente con las piernas colgando, siendo operados ahí, permanentemente gritos… Y me dicen que no paran de caer heridos, que era imposible en ese momento contarlos y decirlo». 

«De noche ráfagas, bombazos, luces, ruido, silencio, frio, gritos… Mientras bombardeaban, paraban, bombardeaban, paraban, y bueno, y nosotros respondíamos con fuego anti aéreos cuando tuvimos o con «fuego juntado», a ataques devastadores. Aviones que caían. Todo muy cruento».

«Ya en un tiempo conversamos uno al otro, y nos decíamos: «acordarte que yo tengo plata en el bolsillo», «acordate de decirle a mi mamá que la amo», «acordarte que tengo cartas». El abastecimiento estaba cortado por el fuego permanente de los ingleses. Solo uno sabe qué es lo que quedó allá, las cosas que se cuentan y las que no».

«Estaba en mi pozo y escuchaba los gritos de tus camaradas que eran de horror, de socorro, que se morían, auxilio, gritos, y llantos de dolor. Y salía a ayudar y ves las cosas mas espeluznantes que pueden en esta vida pasar».

«El 14 de junio vino un ataque masivo. Subimos a un cerro para estar con el regimiento de Infantería 5. Con mucho cuidado porque estaba lleno de granadas. Me encomendé a Dios y nos desplazábamos «cuerpo a tierra» y perdimos la noción de los kilómetros que hacíamos. Le pasamos cerca a las propias bombas que habíamos puesto nosotros los argentinos». 

«En el repliegue nos tiraban de un lado y luego nos tiraban del otro lado. No nos mataron porque no quisieron. Nos fueron llevando así… Si hubiéramos sido nosotros, te lo puedo asegurar que los matábamos. Son diferentes. Cuando arriba nos vieron llegar nos abrazaban, querían que les contemos que es lo que había pasado». 

«Después la rendición, nos hacen tirar las armas, sacar el cargador, y nos ponen presos en un deposito repleto de comida. Había hasta bebidas alcohólicas, latas de durazno que las pinchábamos y nos tomábamos el jugo. Me preguntaba que iba a pasar en el barco… Yo pensaba que nos iban a tirar al mar, literalmente». 

«En Malvinas me otorgan una mención especial por el desempeño en Malvinas. Soy reconocido, figuro en los libros que ahora te voy a mostrar, que para mí es un orgullo, ¿no? Porque uno pudo haber hecho algo de bien, porque ir fuimos muchos pero hasta entre nosotros a veces se sentía la miseria de la guerra. La miseria, la mezquindad, por eso te enseña, una guerra te deja marcado para el resto de la vida. Entendemos que «un día vas a necesitar algo de alguien». Y lo solidario fue lo mejor».

«Los que estuvieron en el pueblo (Puerto Argentino), con todo respeto, vivieron otra guerra. Sabían que ahí no iban a bombardear, por ejemplo. Vivían calefaccionados y tenían su merienda, su cena, y su desayuno. Tenían todas las comidas, tenían su baño, cosas que nosotros no. Entonces, es notablemente muy distinto lo que vive uno, y otro».

«Por eso yo te decía que no es lo mismo lo que pudiste haber vivido en un barco, un avión, o en tierra. Eso se nota en las entrevistas y todas son experiencias distintas. Tienen un gran valor, pero son completamente distintas, y de ahí para abajo después va a haber cosas muy fuertes, ¿me entendés? Y hay cosas fuertes que uno todavía no las ha «largado».

«El día de la rendición, que ya era junio, estaba todo blanco, lleno de hielo y nieve. Las cosas congeladas, mojado, con Puerto Argentino humeando. Yéndonos, pero con la «cabeza en alto». 

«Cuando volvi a Concordia viví en el barrio Dos Naciones de La Bianca, veinticuatro años. Hace nueve años que vivimos acá, pero con sacrificio porque tuve que salir a trabajar en las forestaciones. Y hoy no hago nada, y capaz es malo no hacer nada. Porque pasas a llevar una vida sedentaria y entonces, ¿Qué más te interesa? Levantarte, desayunar, y se te junta con el mediodía, y se te pasa el día».

«Tengo cantidad de fotos, que están en una computadora chica, que tendría que tenerla acá para mirar. Pero a veces me tienen cortito, porque yo me enfoco a mirar y no paro, ¿viste? He pasado por especialistas. Éramos tan jóvenes, porque ahora que yo hablo por mí y cada uno tiene su vida y su historia. Esta el que habla, el que no habla. Uno no lo habla por flojo o por blandito, porque creo que quedó algo marcado ahí, quedó algo muy triste».

«Y después, este, sin reconocimiento alguno, fuimos todos prejuzgados, que fue una porquería todo lo que hicimos, que no sirvió para nada… Después de la guerra los soldados querían tener un trabajo digno o algo, eso es preferible a vivir de dádivas y regalías. Pero no tomarte en unos trabajos, como diciendo: «este loco y puede provocar algo». El aislarlos así…».

«Yo fui uno de los primeros que fundé el Centro de Veteranos de Guerra de Concordia. Fui el primer presidente. Creamos la Personería Jurídica. Y después a avanzar como una institución sin fines de lucro. Y contarle a la comunidad que había Veteranos que estaban muy mal… Fuimos a las escuelas a «Malvinizar…», a los barrios, a los medios… a contar».

«Amigos míos, de un momento a otro, del Centro, decían: «estoy mal, que esto, que lo otro», y bueno, uno brindándole la parte asistencial, para que vaya al médico, acompañarlo, pagarle los pasajes, y después se terminan quitando la vida».

«Un amigo que nos conocíamos del cuartel, íbamos a tratamiento a Paraná, también se quita la vida con una granada. Pero yo lo que siempre destaco, este, que es la familia la que también, coopera para que uno esté mejor, y salga de la depresión. Claro, el apoyo, y después todo lo lindo que ahora tengo».

«Yo recuerdo ser más chistoso, más alegre, más feliz. Todo eso me quitó la guerra. De a ratos, quiero estar solo, pero solo. Pero, bueno, no sé, todo te va compensando a veces o aliviando, después yo cuando me enamoro y me caso, ya es otra vida, ya es algo más motivador. Después ya pensás en un hijo, y viene, y otro, un nieto, y es más entusiasmador».

«Si naciera de nuevo elegiría ser militar de nuevo. Pero, obviamente, pretencioso, con algunas modificaciones. Y defender la patria como en ese momento, concientizar y defenderla. Pero después, sabiendo de la inmundicia que hubo detrás de todas esas autoridades «vende patrias», ahí te diría que no. En vano, ¿para qué? ¿Para qué todo el dolor de tantas familias que se quedaron sin sus hijos? ¿Para que cuántos chicos mutilados?»

«Si después nos destrataron y se olvidaron. Cuántas familias destruidas, que lo hicieron por la bandera, lo hicieron por la nación, y que vos veas que, por otro lado, la clase de gente que tuvimos en los gobiernos, ni se acuerden o ni nos quieran…».

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«¿Miraste cómo estaba la plaza la Plaza de Mayo cuando nos mandaron a Malvinas? Todo el mundo se volcó para apoyarnos y que vayamos. Y después, todo el mundo nos mandaba cosas para que nos quedemos. Peleamos por la Argentina y peleamos por sobrevivir. Algún día me gustaría escribir un libro de lo que viví en Malvinas, vos podrías ayudarme a escribirlo o a corregirlo». 

«Puchi» Bermúdez hoy está presente en los corazones y en el cariño de sus entrañables compañeros de la Banda, del Regimiento. En sus soldados que lo siguieron y pelearon en la guerra. Además en los que hicieron posteriormente el servicio militar a las órdenes de el. Me cuentan que es un libro abierto, que tiene grandes historias y enseñanzas para contar. Y me agradecen por haberme acordado de él. Honor y gloria a nuestros valientes y por siempre héroes. Que Dios y la Patria los proteja siempre.

«EN MEMORIA A TODOS LOS CAÍDOS, FAMILIARES Y VETERANOS DE MALVINAS. QUIENES COMBATIERON CON LA LEGITIMA CONVICCION DE DEFENDER A NUESTRA NACIÓN»

FEDERICO «LOBO» MULLER

 

 

 

 

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