FEDERICO "LOBO" MULLER

CUENTOS: «EL PERIODISTA» Y «EL MÉDICO»

Mis defectos, según mi propio análisis, eran que pensaba mucho, no sabía hacer nada, no me concentraba, no tenía memoria, era sordo, con mocos, tos, inseguro, nervioso, fanfarrón, no sentía, era egoísta, quería cambiar a los otros, un poco perseguido, no hablaba mucho en serio, y encima mentiroso.

Yo tenía miedo, de que si revelaba mis defectos, iba a ser dejado de lado o confrontado. Quería tener relaciones «sin barreras», y poder estar enteramente abierto a mis sentimientos. Pero al mismo tiempo, revelar esas intimidades me avergonzaba.

Le tenía terror a que me descubran. Escondía esos aspectos de mi personalidad. No quería que sepan de mis inseguridades, mi dolor, o necesidades. Al cerrarme, obviamente que me sentía solo. Con los años intenté salir de esa prisión consumiendo «merca» hasta desayunar «rayas». 

En mi tratamiento de recuperación de mi adicción pude empezar a dejar salir a mi «yo interior». No podía creer más en que: «si nadie se entera de mis imperfecciones, ellas van a dejar de existir». Para tener intimidad y sanas relaciones fue importante conocer mis poco deseadas características y aceptarlas. Mi castillo de la negación, construido para mantener esas cosas escondidas, se cayó. Y me permitió generar relaciones más sanas, sinceras, y humanas. 

Les voy a contar otras dos historias, con moralejas y todo. Una es de un colega que era periodista de un gran medio y jugaba fuerte a la Quiniela, y en el Casino (no soy yo, pero podría serlo). Ganaba a veces y perdía muchas más, como siempre. El sábado estaba 30 mil dólares arriba y el domingo de noche veinte abajo, apostando. Se timbiaba hasta el corazón. Le robo dólares al hermano para pagar la deuda, en el uno a uno, y seguir jugando, e intentando matar el fiado. 

Sin embargo, una vez que devolvía algo, jugaba más para completar, pero terminaba nuevamente «ensartado». La deuda era monstruosa. Para pagarle le robo a su mujer, a los otros hermanos, y a su madre. No le habrían la puerta ni en su casa porque les iba a robar. Termino tirándose abajo de una camioneta y no murió, quiso comprar veneno para loro, pero el veterinario no le vendió.

 Intentaba recuperar lo perdido con más juego, por absurdo que suene. Obviamente, no todos entienden que un casino vende entretenimiento. Vos pagás y ellos ganan. Como todo negocio. No está hecho para que ganemos. No es una inversión. Es nuestra cara «diversión». 

A él lo conocí en un tratamiento que dejo porque recayó. Sospechaba que iba a estar en la lona. Pero, pero… A los diez años me lo encuentro increíblemente en un seminario donde él brindaba apoyo a los que asistían para una educación emocional. Me contó que termino viviendo en la calle, y comiendo de la basura que dejaba la gente en Santa fe y Callao. Flaco, raquítico, y ya irreconocible. 

Hoy, este amigo periodista, no solo ejerce su profesión y pasión… es graduado de una internación, con alta terapéutica, y vuelve, con gratitud, a ese lugar, que le ha salvado la vida.

El otro cuento es de un amigo médico que lo aman en los hospitales, salitas y sanatorios. Yo no podía salir de mi asombro cuando lo elogiaban sus colegas. Mi amigo tenía problemas de adicciones, y a mí me costaba concebir un buen profesional con adicción. Pero eso me decían, y cada vez que podían. 

Un día lo voy a ver, tras muchos años… Y no tenía ni para echarle nafta al auto, y le habían cortado la luz por falta de pago. Dormía en su auto o donde lo agarre la noche. 

Me contó que había ya hecho una vez una internación, pero se la «dio en la pera» nuevamente. Porque se confió, bebió alcohol, pensó que le ganaba a su enfermedad, y cuando menos lo espero… recayó.

Sus hijos solo esperaban que se muera. Y él, todos los días, se quería dar un «corchazo». La droga lo estaba matando, dándole una paliza brutal.

El vivía como un okupa en un bulín del centro. Echado de la casa, miraba el cable del teléfono o la sabana de la cama y «se relamía» de las ganas de morir por decisión propia. Estaba más solo que «el diablo en el día del amigo». 

Hoy, en tratamiento, recupero a su familia, sus familiares, está lucido y mucho más feliz que con veneno en el cuerpo. Está enfrentando a un gigante: su satánica adicción a las drogas. Y la gente celebra sus grandes cambios. Es una enfermedad sin cura pero con tratamiento. Y, si sigue, se sana y se salva. 

Estas dos historias, como siempre, nos dejan hermosas moralejas:

  1. Nadie es inmune a las adicciones:  Independientemente de tu estatus social, éxito o habilidades, todos debemos ser conscientes de nuestras debilidades y cuidarnos.

  2. El valor de la moderación: Los frecuentes excesos nos pueden llevar a consecuencias muy graves. La moderación, incluyendo en el placer y el éxito, es clave para mantener un equilibrio.

  3. La importancia del apoyo emocional: Tener una red de apoyo sólida es crucial. La familia, los amigos y los profesionales pueden ser fundamentales en la prevención y recuperación.

  4. La búsqueda de ayuda: No hay vergüenza en reconocer que tenemos un problema. Buscar ayuda y un tratamiento es un paso esencial para superar las adicciones y reconstruir nuestra vida.

  5. La redención: A pesar de las caídas, siempre hay espacio y la posibilidad de redención y recuperación. Aprender de los errores y trabajar en el mejoramiento personal puede llevarnos a nuestros lugares soñados.

En resumen, estas historias nos enseñan la importancia de cuidar nuestra salud física, espiritual, y mental. De buscar apoyo, no aislarnos, hacer tratamiento, y recordar que el éxito no es solo alcanzar metas, sino que es mantener una vida equilibrada y saludable.

FEDERICO MULLER

 

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