En un tiempo largo de mi vida, mis valores eran salir a los boliches, las fiestas, viajar con amigos a la cancha, a recitales, comer mucho a la vera de una tremenda parrilla, reír de historias asombrosas, luego conseguir mujeres, y obviamente tomar y drogarme hasta «empalagarme». Pero la culpa al otro día me sumergía en la oscuridad y la desolación. Yo no quería ser ese.
Por eso, si queremos estar en paz y armonía con nosotros mismos, necesitamos tener una mejor escala de valores. Va a ser nuestra guía para sentirnos bien y sin cargo de conciencia. Determinará como vamos a ser, cuáles van a ser nuestras cualidades, y qué clase de persona queremos ser.
Unos buenos valores será el mapa de lo que para nosotros es importante y está bien. Como para no perdernos en «este mundo injusto y cruel». No debemos querer quedar bien con todo el mundo. Una buena idea es querer quedar bien con nuestros buenos valores.
Si conocemos cuáles son y los clarificamos «de tanto en tanto», si los sentimos con el corazón y actuamos en concordancia, evitaremos mucho estrés y malestar. Y sabremos si estamos haciendo y diciendo bien o mal. Para poder dormir más tranquilos y no necesitar «pegarle un batazo a la conciencia» con alcohol, drogas, comidas, o ansiolíticos. Esos tranquilizantes que nos mienten la salud y también si no le ponemos límites nos enferman lentamente.
Para tolerar frustraciones, resistir adversidades, o no ceder a los planes de otros… necesitamos tener nuestros propios buenos planes. Una vez que establecemos nuestros valores y propósitos en la vida, vamos a saber qué tareas son urgentes, importantes, o cuáles pueden esperar. Hagan una lista, papel y birome en mano, que eso los va a ayudar.
Nuestros valores son fuentes de motivaciones y de necesidades. Y eso, con el tiempo, se transforman en nuestra conducta. Tenés que hacer cosas por decisión y deseo. No solo porque te manden.
Emanuel Ginobili, el mejor jugador de baloncesto argentino, contó que de chico escuchaba las historias y aventuras de sus amigos, cuando salían a bailar, a pescar o de camping. Se divertían mucho y él no iba porque tenía que concentrar. Porque estaba convencido de lo que quería y más le valía. Se atuvo a su propósito. Era jugar al básquet en el más alto nivel. Y para eso tenía que entrenar, alimentarse, y descansar apropiadamente. Vivió en concordancia con sus valores y hoy tiene «las vitrinas llenas» de trofeos y condecoraciones.
Ejemplos de buenos valores pueden ser la honestidad, el sacrificio, la independencia, desarrollo personal, limpieza, la salud, amor, la generosidad, la meditación, el deporte, la humildad, etc. Ustedes lo eligen y le tienen que poner un orden de importancia. Y valorar sus valores.
También están los anti valores que pueden ser la droga, el robo, el secuestro, la comida chatarra, el juego, la soberbia, el egoísmo, la intolerancia, la pereza, el odio, o la envidia, etc. Si estás lleno de anti valores serás normalmente un tipo despreciado y complicado. Hay profesionales que parecen «santos padres», tienen mucho éxito y dinero, pero pocos valores.
Traten de hacer lo que les gusta, apasiona, necesitan, o de última consideran importante. «Dispárale» a la amabilidad tóxica.
Yo fumaba en los baños de las cocinas gastronómicas cuando era cocinero. Si bien la comida es muy importante y una necesidad básica para todos, ya no quería ponerle ni una aceituna a la pizza. Y escuchaba esto (de mí y de mis compadres): «Anoche, la rompí, me chupe así, me encame con allá, después me drogue en tal lado, me vio la mama de fulana y la saludé. Y le partí la cabeza al cornudo del «dorima», las hice «a todas», noche «di la vuelta al Maracaná, qué desastre». Ya me «sangraban los oídos» tras quince años escuchando lo mismo. Era el momento de escapar como de la policía o de los acreedores… O iba a morir por decisión propia.
Y, en mi tratamiento de recuperación de las adicciones, me animé a ejercer el periodismo deportivo, a tener programas de radio deportivos, redactar en un diario, escribir libros deportes, boxeo, sobre vida sana, y hacer triatlón. Además de dar charlas de prevención de adicciones en las escuelas. Que todo eso me apasionaba, me hacía y hace bien. Por estos motivos debo aferrarme a estos buenos valores. Que me mantienen «vivo y coleando». Y no como los otros, que me tenían solo, triste y temblando.
Escribamos nuestros valores claros y hacerlos conscientes. Bien definidos. Traten de que les apasione. Amen su oficio. Valórenlo. Traten de ser el mejor que puedan. No mejor que este o aquel. Su mejor posible. Su versión dorada. Disfruten de lo que elijan hacer. Y encuéntrenle su importancia.
Es bueno adecuar, como sea posible, las conductas, los proyectos y las actividades diarias a esos buenos valores. Para nuestro futuro, lo mismo. Tratemos de proyectar en consecuencia con los valores. Todo plan y proyecto tiene que ir paralelo al valor que escribimos en ese papel. Y también realista, viable.
Si lo hacemos muy grande será un sueño inalcanzable. Y puede llegar a ser una fuente de estrés y decepción. Háganlo alcanzable. Que nos provoque solo un moderado sacrificio e intensa pasión. Así lo sostendremos en el tiempo. Definamos quienes queremos ser y recorramos ese camino. Ya que la vida es un camino, y no un destino.
CHARLAS DE PREVENCIÓN DE ADICCIONES CONCORDIA