FEDERICO "LOBO" MULLER

GUIDO «QUICHI» SOAGE: «SE PUEDE SALIR DE LA DROGA, TENES QUE COMPROMETERTE CON EL TRATAMIENTO».

Con el invitado de hoy tenemos mucho en común. Fuimos a la Borges, amigos en común, su mama fue mi profesora, hemos sido cocineros, nos gusta el boxeo, adictos, hicimos tratamiento para nuestra recuperación. Y hoy tenemos trabajo, amigos, familia, y hasta el boxeo.

Hoy «El Guido», «Guidi», «El Quichy». O, como escribí en una nota de boxeo, un «Guapo de Cantina», figura de los galpones, asados con amigos, bares, canchas, recitales, viajes, y restaurantes.

A mi promoción nos lleva cuatro años. Y siempre recibió el cariño, a veces desbordante, de algunos de nuestra banda. Aún sigue intacto ese magnetismo que irradia donde vaya. Un tipo que era de querer y temer, de mirar y admirar, cuando nosotros aún éramos muy menores de edad.

Hoy entro en su casa y veo un living lindo, aireado y grande. «La Mica», su mujer de toda la vida, deja la casa inmaculada. Súper decorada, ella es artesana. Luego entraron tres amigos, excompañeros de «La Funda», la Fundación «Aprender a Vivir», donde estuvo internado.

A la derecha me enseña un cuarto con freezers, heladeras, amasadoras, condimentos, rellenos etiquetados y frescos, estantes con alimentos, masas en proceso, todo un búnker de preparación donde trabajan todo el día para estar listos para la gran batalla, en «Las Terrazas». A la vera del río Uruguay.

Sigo transitando la casa que parece «mediterránea», y al fondo veo hornos a leña, parrillas, calderos, planchas de hierro, todo campestre. Y una barra… donde se mandó hasta las de Caín.

El museo de un cocinero. Y colgando adentro, por supuesto, una bolsa de boxeo. A la que le entra cuando «anda cargado». Cada elemento cuenta una historia. Cada persona o cosa simboliza una parte de este hombre que ya en Concordia es leyenda. Bienvenido querido Guido Soage, que se haga esta nota «caía de maduro», en «Estado Puro»:

La Historia

«Hola «Lobito», muchas gracias por venir, hola «Seba», ¿cómo andan? Yo viví un tiempo en calle Espino y después nos vinimos acá, a calle Paraná, en la zona sur. Con mi viejo, mi madre, estaba mi hermano más grande, Gastón. Después vino mi hermana menor, Manuela, que nació mucho después que yo, y vive acá a la vuelta».

«Fui a la Capuchinos en la primaria y después a Borges, mi vieja que era profesora de historia, fue tentada por Jorge Calza, que abría una escuela nueva… y fuimos ahí. Éramos veinte «con suerte» y «para de contar». No había segundo, tercero, nada. Una familia de amigos en calle 1º de mayo. Y después nos fuimos a la Universidad».

«Un día, cuando yo tenía catorce y mi hermano Gastón dieciséis, él se va en Semana Santa a cazar con los amigos, y a uno se le escapó un tiro que lo mato… Fue un accidente. Y eso medio que arruino a la familia… Mi vieja se moría de la tristeza, mi viejo cayó en el alcoholismo… Yo estuve más de treinta años sin poder llorar esa perdida, no hablaba. Él era mi ídolo, mi referente en todo… Como «Tomy» con vos. Y un día la vida me lo saco».

«De chico yo iba a la casa de «Koki» Simone y Micaela, mi mujer, a lo de Eleonora Sorokin, que vivían al lado, en la Eva Perón. Ahi nos conocimos, un día en el Hostal la encare, me gustaba, y nunca más nos separamos. Fuimos a la escuela juntos. Después de mi internación y el alta, cuando volví a mi eje, nos casamos». 

La Gastronomía

«Me voy a Buenos Aires hasta el 98, y en la crisis del 2000 nos fuimos con mi mujer a probar suerte a Miami. Es ahí donde empiezo a trabajar en restaurantes. A mí siempre me gusto cocinar, pero para los amigos, acá en el patio. Igual empecé lavando platos en News Café, un restaurante grande. Me acuerdo de que eran torres y torres de platos, uno encima del otro, ollas, sartenes, todo. Y a lavar horas y horas».

«Empecé a mirar la cocina de reojo, decía «qué bueno estar ahí». Me gustaba, cobraban más, y era mejor trabajo. Un día se corta el Chef y no puede ir a trabajar. Y pregunto: «¿cómo no me llamaron a mí?». Me tenía toda la fe del mundo, tenía 28 años y estaba para «comerme la cancha». Me llamaron para la preparación y entre».

«Hacia la preparación para el despacho de la noche. Me hacían una lista y la tenía que hacer. Pelaba, limpiaba, cortaba, porcionaba y pre cocinaba para los que llegaban a la noche, a los fuegos. Corría todo el día. Frutas, frutos de mar, verduras. No podía estar un segundo sin hacer nada, volaba. Me cortaba, curita, venda, y dale». 

«Vivía en el Norte de Miami Beach. Tenía un viaje largo hacia Coconut Grove en moto. Pero después del 11 de septiembre cierra y pase a otro. Ahí arranque a «la línea», a ser cocinero. Y, como era argentino, me pusieron en el Grill (parrilla). Al lado estaba la estación de Hornos, más allá Freidora, Postres, Entradas, Plancha, tenías todo tipo de cocciones»

«Rodeado de unos “ursos” cocinando y yo un enanito «así», recibiendo comandas y todos hablando en inglés, rápidos, y apurados. Sacaba las carnes «a punto», «jugosa», «cocida», «muy cocida», todo como me lo pedían, y así tenían que salir. Al principio no entendía nada». 

«Miraba los tickets, miraba las carnes, y no sabía qué hacer. Estuve de prueba y quedé. De 6 dólares «la hora» pasé a 8, y ahí a 15 dólares la hora. Al tiempo «salta» que estaba «flojo de papeles» y tuve que dejar…».

«Ahí un amigo en común, «Ale» Garat, me dice que había una vacante en Señor Frog, un restaurante grande mexicano. Donde se baila, hay números, recitales, todo. Un monstruo. Voy, me presento y quedo. Ahí conocí más de la comida mexicana». 

«Empiezo a trabajar en la playa (Miami Beach), en la Lincoln Road, donde está «toda la movida». Fui medio encargado, organizaba los horarios del equipo y tenía más responsabilidades. Yo decía: «algún día voy a hacer esto para mí». 

«Teníamos todo aceitado, ponía la carne, otro la guarni, el otro la salsa, ya de memoria, y hablábamos y coordinamos para que salga todo en tiempo y forma. Es un trabajo donde si te caen muchos tickets a la vez, se te empiezan a «quemar los papeles».

«Eso se convertía más tarde en boliche, y por ahí un camarero te pedía comida, vos le «mangueabas» bebidas, y nos quedábamos del otro lado, en la pista. Y ahí consumía alcohol y a veces ya drogas. Se complicaba mal la cosa. Un día volví y choque en la moto, me pusieron los puntos en mi casa y en el trabajo. La droga estaba ahí adentro. La tenía el cocinero, el manager, un barman, o llamabas que te la traigan. Al otro día era llegar reventado, llegar arrastrado». 

«Mis amigos me decían «vos tenés que cocinar esto para vender». Porque yo les hacía la masa, el relleno, y cocinaba acá o en cualquier lado. Arrancamos en el 2015 en la Rural, fuimos con un Gasebo, y fue un éxito. Después, en EME, se hizo un festival, «Mucho Gusto», y también. Dije «epa».

«Venía con la idea de hacer esto, de tener un Food Truck, y hacer un espacio con otros gastronómicos. Conocí a Alex, que hacía Crepes, y tenía una idea similar y empezamos a juntarnos y hablar para organizarnos… Así nace «Terrazas de la Costa». 

«El Truck es un vagón de tren trocha angosta inglés. Cuando yo lo compro estaba todo re podrido, no tenía piso, chiquitito, vacío, nada. Pero lo «cranie» y lo imaginé como cocina. Acá la plancha, al costado la mesada, la heladera a mi izquierda, atrás el mostrador, la preparación ahí… Lo visualicé (ja, ja, ja) Ponele, que lo pagué en 20, y 180 me costó remodelarlo». 

El Boxeo

«Yo hacía boxeo siempre, pero sin saber, digamos, en la calle (jajá). Me conocí con Fabián Monzón acá en el Poli (Polideportivo Municipal de Paraná e Hipólito Yrigoyen). Entrene ahí con él, después nos vinimos para acá en casa. Se armó un muy lindo grupo, con Francisco Barreto, Gabriel Enguelberg, éramos varios. Decidimos armar un Club de Boxeo, que no había… Funciona en el Temperley, ahí nos damos una mano con su presidente Óscar Parodi. Tenemos personería jurídica, todo, afiliados a la Federación…».

«Hoy somos bastantes, le dimos continuidad, nunca un problema, peleamos, después nos abrazamos, «que buena la piña esa que me pusiste», y «esa mano tuya me paso «zumbando», y después comemos, vemos peleas juntos, «de 10» con el grupo. Trato de no faltar, cuando ando nervioso «La Mica» me dice que vaya, porque hace bien, descargas, te relaja, es una gran terapia, ya cuando no voy… lo extraño». 

«La Muni nos donó equipamientos de boxeo, guantes, vendas, cabezales… Estamos haciendo un ring… «El Negro» Goñe, de Sur Food nos ayudó para la lona, ahora terminando el ring…».

«Mi ídolo siempre fue «El Roña» Castro. Una masa. En marzo queríamos hacer un festival, y nos gustaría que nos ayudes con la difusión, con la Comisión, y todo lo que haya que hacer para hacerlo bien». 

La Vida Enferma

«Tenía mi oficina en casa y tomaba botellas de Ginebra sin hielo, pura. Dos o tres por día, chupaba y laburaba. Un plato con merca a la izquierda, caramelos abajo para oler bien, y atendía a la gente. Iba un cliente, consumía más, y atendía a los siguientes, y ya quería que se vayan para seguir consumiendo, alcohol y droga, y que venga el próximo, uno tras otro. Y así se me iban los días, adentro de esa película de terror». 

«Estaba viviendo un verdadero infierno, pensando que me iba a morir, que yo ya era así, y que no iba a cambiar. No había salida a esto. Peleado con mi mujer, peleado con todo el mundo, no me quería nadie. Y económicamente ya me había fundido… Andaba caminando… ya ni los transas me querían».

«Iba al Ex Aeroclub a pegar, le daba a los pibes plata para poder pasar, a cada rato. Me ponía paranoico, miraba en el fondo esperando con un palo en la mano que salten el muro, horrible. Por eso yo no puedo tomar alcohol porque es mi perdición. Otros pueden, nosotros ya sabemos cómo terminamos». 

«Mica se va de viaje a Machu Pichu y yo arranco a tomar, alcohol, drogas, y no pare, días enteros. No le «daba bola» ni a mis hijas Juana y Olivia, tanto es así que se la llevan a lo de mi cuñada, a lo de mi hermana, y yo hundido en las villas, comprando, pidiendo, peleándome con los transas, me vinieron a buscar, todo de película de terror… Gritaba que bajen, que se vengan todos… Hacía todos los «cachivaches» juntos. La casa un desastre… Cuando llego mi mujer «chau». Me pusieron el punto final».

«Mi mujer, y mi hermana también, me dijeron: «O te internas o…». Yo pensé que no me querían más. «Yo te dejo, ya está». Esto o la calle. Le dije bueno, si yo voy…. Pero ese ir, era para apagar la bronca y listo. Por cumplido. No creía ni ahí en una recuperación». 

La Recuperación

«Bueno voy a ir, a las sierras de Córdoba. «No ¿qué sierras de Córdoba?, ya hablamos en una Fundación, vas a internarte ahí, hicimos los tramites y tenes que ir tal día».  Hacía meses que venían hablando. Los primeros días se me hacían eternos. No terminaban más». 

«El líder de la Fundación me decía que tenía que estar seis meses, un año, «si si», pero decía para zafar. Tuve abstinencia, transpiraba, me despertaba, intranquilo, lleno de ansiedad, enroscado, la pase re mal. El primer momento en la internación fue durísimo. Sin creer que podía salir o confiar».

«Llegue al mes y me entro ese «si se puede». Hacíamos trabajos intensivos, «planes de perdida», «tocadas de fondo», «reflexiones», «solo por hoy», eso me salvo. No pensar en el ayer o el mañana, en el ahora, el momento presente, viste que nuestra cabeza vuela». 

«Nos hacían escribir que pensabas y sentías antes del consumo, y que pensabas y sentías después. Conectarte con tu vida y emociones. Para conocerte, abrirte, y que te sirva de limite». 

«Yo había ido al psiquiatra, psicólogo, a la Clínica Abril con todas las comodidades, pieza con baño privado, el diario, desayuno, un lujo, y nada. Ya nada me conducía a ningún lado…». 

«Quería magia, algo que me cure rápido. Me fui a la virgen de Salta. Hice reiki, ya no sabía qué hacer, pero en esta Fundación, durmiendo en cuchetas, con otros cuatro, haciéndome la pieza, el desayuno, cocinando, teniendo estructura para ordenar la vida… me empecé a sentir mejor. Hablando, llorando, angustiándome, gritando, escribiendo… fui avanzando en el tratamiento, «Lobito». 

«Evitaba sentir, siempre anestesiado. Hoy sentís lo bueno, sentís lo malo. Pero sano, eso no te va a matar, la droga nos mata. Hoy vas para adelante, cosechando lo que haces. Y mañana se va a ver reflejado».

«Una de las causas de mi rebeldía fue la muerte de Gastón, mucha tristeza me acompaño con su ausencia. Eso nunca lo hable, nunca lo llore. Me cocinaba por dentro. Yo lo amaba, era mi ídolo. Eso y otras cosas no trabajadas».

«Llegue a la Funda con 46 años. Me decían que no me iba a recuperar, era grande ya (Loro viejo no aprende a hablar). Me dicen «Viejito». Pero aguante, me comprometí, si no tenía salida, me deje guiar y sigo yendo allá. Es más, ahora nos vamos para allá. El que pensaba que era un «boludo» … la tiene clarísima, es un capo, un referente. Vuelvo siempre, es un cable a tierra, amo «La Funda», ellos vienen para acá, yo voy para allá. Nos damos una mano. Asi como voy al boxeo, voy a la Funda. Son pilares esenciales en mi vida».

«En Pandemia me he ido a los comedores del barrio Ex Aeroclub a cocinar, llevándome la comida, las herramientas, todo. A la Fundación, también, la gratitud, ante todo. Amo «Aprender a Vivir», es mi lugar en el mundo, donde me recupere. Siempre voy a compartir con los «gurises. Acá en la Taquería trabajo «Nachito», «Roque», Tadeo, a quienes vos conoces también…». 

«Voy a los grupos, cuento mi historia, de que se puede, de fe. Aquellos que están ahí (señala a tres que están en su living) son de La Funda, tienen el alta terapéutica. Uno es cerca de Vera, el otro de San Justo (Santa Fe), y el otro es de Mocoreta (Corrientes). Vinieron de lejos, y ahora se van a Concepción del Uruguay, a celebrar el Tiempo Limpio, nosotros festejamos el tiempo que llevamos sin consumo».

«Esto es parte de mi vida, esto funciona de hacer tratamiento, pero tenés que poner mucho de vos, comprometerte. Sigo yendo allá, dando mi testimonio de que se puede, amo ese lugar, me salvo la vida. Es mi casa, es donde tuve que volver a «Aprender a Vivir». 

«Vamos «a meterle» con una entrevista al «Capo de la Funda», que sabe «bocha», «Lobito». La tiene re clara, y da mucho gusto hablar con él. Estoy agradecido al lugar que me salvo la vida. Vamos a hablar de lo mal que hacen las drogas, dejar un mensaje que se puede uno recuperar, que les sirva a los chicos, nosotros que estuvimos ahí, y la vivimos en carne propia». 

En Concordia se están matando los «gurises» con falopa, todos tienen un pariente que está perdido, consumiendo y robando, y por supuesto que degradado. Enfermándose y en el proceso a todos los que están a lado. Estos están desesperados. Mi teléfono no para de sonar. Y, sin embargo, acá se hacen los «pelotudos». Por eso vamos a trabajar y hacer un documental. Mostrando lo que el poder prefiere callar.

Yo siempre lo vi como un grande, un campeón de la Borges, picante y con huevos. «Guidi» era «El campeón del Boliche». Después, ya de adulto, el respeto y el mejor de los recuerdos al soldado herido y perdido. «Un Rocker en el atardecer de su padecer» … Lo que no veía ni sabía era que iba a terminar siendo «Un Campeón de la Vida». Hoy, con un mate brindo, con este tipo, que más que nunca, sigue siendo mi ídolo.

Federico «Lobo» Muller

 

 

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